Nadie entona la palabra hambre
o canta como yo la palabra amor.
Billie Holiday
La de Billie Holiday es una biografía llena de claroscuros: fue la gran diva del jazz y una mujer terriblemente atormentada. «Puedes vestirte de blanco satén hasta las tetas, ponerte gardenias en el pelo, mirar el horizonte y no ver una sola caña de azúcar y, sin embargo, te sientes como una esclava en la plantación», se lee en su autografía. Fue admirada y despreciada: obtuvo su primer contrato en un tugurio de la calle 33 llamado Pod’s and Jerry’s, su dignidad le impedía aceptar las propinas de los clientes, ante lo que sus compañeras decían «mira ésa, se cree una dama», y con sorna le pusieron por mote Lady. Para dignificarla, su gran amigo y cómplice musical Lester Young le agregó las tres últimas letras de su apellido y desde entonces se le conoció como Lady Day.
Aunque ha pasado a la historia como la mejor cantante de jazz de todos los tiempos, en su corta vida fue violada, recluida en un reformatorio, prostituida, encarcelada, estafada, discriminada y consumida por el alcohol y las drogas.
Gérard Arnaud y Jaques Chesnel afirman que en sus últimos años «su salud decae, su voz padece las consecuencias de los abusos y la enfermedad: voz rota y, sin embargo, más conmovedora que nunca, impregnada de una emoción más intensificada por las marcas que dejan las penas, las esperanzas esfumadas y el infierno conocido demasiado pronto en los guetos de Baltimore».
Murió en la miseria, a los 44 años de edad, con 70 centavos de dólar en el banco y 750 dólares en efectivo que había recibido como anticipo por las ventas del último álbum que grabó. Cuando estaba postrada en un hospital esperando la muerte, enfrentaba un nuevo proceso por posesión de drogas y estaba bajo la custodia permanente de un oficial de la policía. Y así, miserable y condenada, como vivió buena parte de su vida, sucumbió a la cirrosis hepática el 17 de julio de 1959. El miércoles pasado se cumplieron 60 años de la partida de la gran dama del jazz, hoy la recordamos con tres poemas.
Canción Para Billie Holiday
Pere Gimferrer
Y la muerte
nadie la oía
pero hablaba muy cerca del micrófono
Con careta antigás daba un beso a los niños
Lady Day las gaviotas heridas vuelven a la luz del puerto
Extraña fruta en el aire el crepúsculo se ausenta
Con una espada con un guante con una bola de cristal
la pecera magnética la cueva del pasado el submarino bajo las
mareas que fulgen
Lady Day cuánto amor en una juventud cuántos errores
cuántas tardes hablando qué deseo qué eléctricos
jazmines
cuántos cow-boys muertos como trovadores la sonrisa en los
labios que se tiñen de sangre
los gritos en las calles las manifestaciones disueltas bajo el
arco voltaico del poniente y los lóbregos edificios
irreales
Lady Day el amor como una libélula
cazador de libélulas
Lady Day qué despacio nos viene la experiencia todo cobra un
sentido se ordena como el paisaje en los ojos cuando
recién despiertos corremos las persianas
o intentamos ordenar las palabras de un
poema
Lady Day
Animales heridos en el bosque nuestros ojos qué piden qué
desean
qué desea esta voz en el viento de otoño un lebrel o su presa
disueltos en la fría oscuridad del tiempo
escamoteados como naipes de una baraja los años de nuestra
juventud
Con dos vueltas de llave cerraron la cocina
No nos dan mermelada ni pastel de cereza
ni el amor ni la muerte extraña fruta que deja un sabor ácido.
Para Billie Holiday
Pedro Granados
Si no fuera por tu sentido del humor,
Querida.
Si no te inhibieras en destruir, horadar
Mi corazón con tus canciones.
Creyera que el corazón
De verdad existe
Me creyera
El corazón
Y me creyera yo mismo
A esta hora.
Pero esa manera
De hacerme llorar
Sobre la leche derramada
Y consolarme luego
Porque nada ha pasado
En verdad
Absolutamente nada
Sobre este valle
De fantasmas erizados.
Y mi hermano mayor que no acepta
Vayan a tener que limpiarle
El culo cuando más viejo.
Y todo el resto de mi familia
Fallecida ya, toda
en un vagón de tren
que me queda un poco lejos.
¿Qué clase de carrusel es éste?
¡Señores, qué vueltas me voy dando!
Sin ti el aire sería de verdad aire
Y no esta pista que no tiene aire
Ni tiene tiempo
Felizmente
Y sí tus blandas manos, más bien
Y el cariño acorde
Con la batería y el saxo.
Nada es de verdad, qué va.
Solo esta música que lo envuelve a uno
Por completo
Y todo lo consuela.
Billie Holiday
Miguel Serrano
La pésima cantante puta
Negocia sus sesiones sin beneficios
(Sólo trabajo)
Mientras la cantante bella aúlla
Y tu madre cocina para los mulatos ricos,
Para los proxenetas de la calle cuarenta y dos.
Escúchate: estás sola
Y nadie del futuro regresará en tu ayuda.
Mañana conserva toda una cama para ti
Las sábanas quebradas te sostienen el pulso
La policía espera tras la puerta para morderte las venas.
El hospital hiede.
Nadie te quiere
Ni te ha querido nunca.
Puedes tumbarte ya, ahora,
Germina el momento de los huérfanos.
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Jazzbecedario │ Letra H: Holiday, Billie
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