Ryuichi Yahagi, del Instituto de Artes Plásticas (IAP) de la Universidad Veracruzana (UV), se ha caracterizado por hermanar la cultura, el arte y a los creadores de su natal Japón con los de México. Como parte de esa labor, en junio pasado desarrolló una estancia artística que contempló una serie de actividades, tal es el caso de una exposición individual y otra colectiva.
El escultor organizó y participó en una exhibición colectiva cuya sede fue la galería Kyoto-ba, en la ciudad de Kyoto, del 8 al 30 de junio. Ahí reunió obra de cinco artistas japoneses y tres xalapeños, bajo el título Inmigrantes.
Cada artista presentó su mirada sobre las personas inmigrantes; en su caso, fue una instalación cuyo tema es sensible en la sociedad japonesa: la bomba atómica.
Un asunto global que a su vez es un hito para la historia de Japón, tras el bombardeo que en agosto de 1945 sufrieron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.
Recordó una leyenda japonesa sobre las grullas de origami (arte ancestral japonés que consiste en el plegado de papel para construir figuras), la historia de Sadako Sasaki y el Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, símbolo de los niños de aquella región para pedir que se acaben las guerras y haya paz, adonde cada año llegan toneladas de grullas de Japón y el mundo entero.
“Las grullas también migran a varios lugares en cada época. Van al norte y al sur”, explicó; “yo hice una instalación con las grullas y el problema social de que todavía existen 11 mil 465 bombas atómicas en el mundo”.
Pero las grullas no estaban solas, pues la instalación contempló nueve trampas que representaron a los nueve países que poseen esas bombas atómicas, entre ellos Estados Unidos, Inglaterra y Corea de Norte.
“Es una trampa para las grullas que llevan la paz. También es una contradicción del gobierno de Japón, que pide protección a través de la bomba atómica de Estados Unidos. Existen dos significados. Es un balance de poder de cada país.”
Además, presentó una exposición individual en la galería Kobo, en la ciudad de Tokio, del 17 al 29 de junio, cuyo título fue Fronteras invisibles, en alusión a la planta nuclear de Fukushima.
Recordó que, en marzo de 2011, un terremoto y un posterior tsunami provocaron el accidente nuclear en esa central atómica japonesa, considerado el más grande desde el de Chernóbil (Ucrania) en 1986.
“Mucha gente lo está olvidando, pero sí, hace ocho años hubo maremoto y terremoto fuerte, y murieron muchas personas en Japón, también hubo heridos de la planta nuclear de Fukushima.” Desde aquel acontecimiento, el escultor va cada año al lugar para investigar y documentar sobre lo que acontece luego de la desgracia nuclear.
Ryuichi Yahagi remarcó no perder de vista que en Veracruz se encuentra Laguna Verde, la única planta nuclear de México. Elemento que también incluyó de manera significativa en su exposición.
“Es un tema súper global. Hay varios países que tienen planta nuclear –Francia, Estados Unidos, varios– y siempre hay un riesgo de que suceda lo que a nosotros; como pasó con Chernobil antes. No es ajeno, es muy cercano.”
Por esa razón Ryuichi Yahagi toca en su obra temas tan sensibles para la gente, pues piensa que ser artista significa ser una parte de una sociedad en sí e involucrarse en esos temas a través del arte. En el caso de las bombas atómicas y las plantas nucleares, los ligó con la paz, tan necesaria en el mundo.
Precisamente, el título Fronteras invisibles hace alusión a las radiaciones de la planta nuclear que no se ven, pero cuyos efectos son irreversibles en una persona. Una de las instalaciones que ahí presentó consistió en cinco mil barquitos elaborados con periódicos de la región y del día del accidente nuclear de 2011.
En otra, se aprecia una frontera, en cuya cima hay pares de piedras. Una es de los alrededores de la planta nuclear de Fukushima, mientras su compañera, exactamente igual, fue esculpida por Ryuichi Yahagi, con material pétreo recolectado en los alrededores de Laguna Verde, a manera de remarcar la profunda connotación que tienen una de la otra.
UV/ Karina de la Paz Reyes Díaz