En el último día de actividades del II Encuentro del Grupo de Trabajo Clacso “Educación y vida en común”, cuya sede fue el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV), se analizaron temas como las relaciones entre multitud y pueblo, y el Plan Taquini, de Argentina. 

Este encuentro se desarrolló los días 24 y 25 de junio en el Auditorio “Gonzalo Aguirre Beltrán” del IIH-S, bajo la coordinación del investigador de la UV, Ernesto Treviño Ronzón. 

En el segundo día de trabajo, Rosa Buenfil Burgos, del Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), habló de “Lo común a debate nuevamente. Relaciones entre multitud y pueblo”. 

Comentó que su ponencia daba continuidad a “tematización teórica” sobre “lo común”, planteada en reuniones previas a este encuentro. En su presentación contrastó los términos “pueblo” y “multitud” con base en los teóricos Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, así como Michael Hardt y Antonio Negri, respectivamente. 

 El objetivo fue visibilizar los principios y nociones que articulan estos posicionamientos, así como ubicar sus diferencias y afinidades; además, su pregunta central versó sobre el papel de lo político en la construcción de lo común. 

“No coincido con ignorar y sustituir la distinción entre lo público y lo privado por la noción de lo común, por la fuerza intelectual que ha tenido y sigue teniendo esta distinción; además de que sigue operando con potencia en nuestros sistemas políticos, movimientos sociales y discusiones intelectuales”, dijo la investigadora del Cinvestav. 

Para ella, “lo común puede desempeñar un papel importante en movilizaciones en contra de las privatizaciones de bienes y servicios públicos que deberían ser reconocidos como ‘bienes públicos’ ”. 

Enseguida, Sebastián Barros, de la Universidad Nacional de la Patagonia, Argentina, expuso el tema “Comunidad ética y comunidad política. El discurso del arraigo en el Plan Taquini (éste se trató de un proyecto propuesto por Alberto Taquini en 1968, para reestructurar la educación superior en Argentina). 

“La modernización de la educación superior tenía como primer excusa el crecimiento demográfico; hay que dar cuenta de ciertos cambios estructurales, y había cada vez más jóvenes que se incorporaban al mercado de trabajo, por lo tanto había que capacitarlos laboralmente”, explicó. 

El tratamiento de ese problema tuvo dos aspectos: uno estructural, que versa sobre que el país no tenía suficientes universidades, fuera de las instaladas en los grandes centros urbanos; y otro de tipo más ontológico, es decir, “la incorporación de esos jóvenes a la universidad está vinculada, por un lado, al desarrollo del país, pero por otro, a la realización espiritual de ese momento”. 

Ante planteamientos de Tanquini como “la retención de la juventud en sus ámbitos naturales”Sebastián Barros expuso que la homogeneización cultural no significaba razar culturalmente el país, sino “asignarle a cada lugar una capacidad, una función y el arraigo; no es que todos digan lo mismo, sino que cada uno diga lo que tiene que decir”. 

Es más, para Tanquini educación es igual a instrucción, y además la idea de instrucción es precisamente para que aprenda una función, a manejar una máquina de manera eficiente y ayude al desarrollo, y eso va a llevar a la realización espiritual del individuo, en relación a tener una experiencia de sujeto libre”. 

Parte de los planteamientos que el académico argentino expuso en la UV es que desde esa perspectiva, la libertad consiste en cumplir la función que es asignada; por otro lado, “si la idea de gobernar es poblar, Tanquini estaba pensando en arraigar esa juventud para que se quedara en su lugar (de origen)”. 

 

Sebastián Barros, de la Universidad Nacional de la Patagonia, Argentina