En enero de este año, en una entrevista publicada en Diario de Xalapa, el titular del Órgano de Fiscalización Superior (Orfis), Lorenzo Portilla Vázquez anticipó lo que en las últimas semanas le ha generado mayor protagonismo en los medios.
Vale la pena retomar algunos datos de aquella entrevista con la periodista Karla Cancino para entender la congruencia de un funcionario que actúa en la formalidad de su compromiso institucional, dejando al margen cualquier otra motivación que le permitiera continuar legítimamente en el cargo.
Para empezar, el pasado 29 de enero se señaló que las 158 denuncias penales presentadas ante la Fiscalía General del Estado en contra de alcaldes, funcionarios y exfuncionarios que resulten responsables involucraban un presunto daño al erario público de más de 33 mil millones de pesos cometido de 2007 a 2016, sin contar perjuicios a fondos federales.
Hoy se sabe que entre 2007 y 2018, el Orfis ya ha presentado 172 denuncias, que corresponden a un total de 34 mil 601 millones 495 mil 48 pesos, con 99 centavos. Según la consideración del Auditor, lo desviado en la entidad en estos más de 9 años equivale a más de cinco años de presupuesto a la Universidad Veracruzana, la máxima casa de estudios en la entidad, o incluso, a 16 años de recursos para la Fiscalía General del Estado, instancia que, por cierto, tiene la obligación de actuar para que esas denuncias completen el curso legal y se permita recuperar lo desviado.
En aquella entrevista, Portilla Vázquez reconoció haber sido el primer funcionario de su nivel en el país en presentar una denuncia en contra del gobierno estatal aun estando Javier Duarte de Ochoa en funciones como gobernador. Dichas denuncias correspondieron a las inconsistencias encontradas en los ejercicios fiscales de 2013, 2014 y 2015.
Hace dos semanas, Portilla Vázquez nuevamente presentó una denuncia de hechos ante la Fiscalía General de la República (FGR), esta vez contra la administración del exgobernador Miguel Ángel Yunes Linares, por la adquisición e instalación de cámaras de videovigilancia que no sirven y por las que se pagó más de mil millones de pesos.
El actual Auditor del Estado ha sido, por tanto, congruente con su encargo, aunque haya quienes interpretan a su conveniencia el actuar de quien vigila que los recursos públicos sean utilizados para los fines que se destinan.
Las benditas redes sociales
“Nos unimos a la exigencia hacia el @IFT_MX para que haga del conocimiento público los expedientes completos correspondientes a las 2 concesiones otorgadas a la organización religiosa cristiana, La Visión de Dios A.C.”. ARTICLE 19 MX-CA @article19mex
AMLO no se ha bajado del tren electoral
Todo parece indicar que, para Andrés Manuel López Obrador, la vida se centra en lo meramente electoral. Cada acción, cada palabra, cada acuerdo oscuro con mandatarios extranjeros o con organizaciones religiosas no católicas, cada programa social para repartir dinero del erario a quienes no tienen trabajo, cada programa de salud, científico y cultural cancelado para destinar ese dinero a comprar adhesiones, todo, absolutamente todo, se enfila a mantenerse en el poder mediante las elecciones.
Cuando en Veracruz nos hartamos de Javier Duarte de Ochoa porque no hacía nada de provecho para los veracruzanos con el dinero abundante recaudado en la entidad, más las copiosas participaciones federales, no solo estuvimos hasta el copete porque se clavaba cantidades extraordinarias de recursos públicos que iban a sus cuentas personales y a las de sus cómplices, sino porque lo poco que quedaba lo destinaba exclusivamente a maicear a grupos políticos y organizaciones sociales con cuyos dirigentes fraguaba adhesiones ilusas para los candidatos del PRI y sus aliados.
Los dos años de Miguel Ángel Yunes Linares fueron una copia al carbón de lo hecho por Duarte: dinero a cuentas personales y grandes sumas a comprar partidos políticos y organizaciones para apoyar a los candidatos del PAN, lo que se vio con mayor contundencia el año pasado, en que casi la totalidad del presupuesto se destinó a acercarle votos a su hijo, al que quería verlo como su sucesor en el Palacio de Gobierno.
Veracruz fue presa, desde el sexenio de Fidel Herrera Beltrán, de una lujuriosa disposición de recursos públicos para perpetuarse en el poder, mientras las actividades productivas, la economía, las condiciones de vida de millones de pobladores se iban al basurero, convertidas en papeletas electorales, propaganda política y políticos huevos enriquecidos como nunca.
¿Cuál es la diferencia con AMLO? Que el creador de Morena ha comprendido que el dinero entregado a dirigentes de organizaciones sociales no le funcionó a sus antecesores, porque o no los entregaban a sus seguidores o cuando una parte caía en manos de los miembros de esas organizaciones, jamás se sintieron comprometidos con quien supuestamente los enviaba.
Por eso, hoy todos los recursos presupuestales los quiere entregar directamente a las personas, sin mediar programas o políticas públicas. Si se trata de estancias infantiles (que, efectivamente, se prestaron a negocios multimillonarios por parte de políticos corruptos), decide entregarlo a las madres, padres o tutores para que ellos contraten a las abuelas; si se trata de programas de salud, prefiere cancelarlos para destinar esos recursos a pensiones para adultos mayores, y disminuir subsidios a universidades públicas y centros de investigación, para financiar becas a niños y jóvenes.
Todo podría ser positivo si con ello se busca generar un mercado interno más fuerte que impulse a la economía, pero su propósito es, a todas luces, electoral.
La jugada más reciente en ese sentido es distraerse de sus tareas como gobernante para proponer que la votación para la supuesta consulta de “revocación de mandato”, cuyo interés es volver a aparecer en las boletas electorales, se celebre el 21 de marzo de 2021, si no se acepta realizarla el mismo día de la elección federal, pese a que de todas maneras se cruzará con el curso de las campañas electorales.
El Estado, como vemos, ha dejado de ser un mecanismo para el desarrollo colectivo para convertirse en un vulgar motor electoral.
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