Tras varias semanas de permanecer en la congeladora, diputados de la LXV Legislatura aprobaron la Ley de Comunicación Social para el Estado de Veracruz, cuyo objeto es establecer las normas a las que deberán sujetarse los entes públicos a fin de garantizar que el gasto en la materia cumpla con los criterios de eficiencia, eficacia, economía, transparencia y honradez; que sean respetados los topes presupuestales, límites y condiciones de ejercicio que establezcan los presupuestos de egresos respectivos, así como la creación de un Padrón Estatal de Medios de Comunicación. El dictamen, puesto a consideración por la Comisión Permanente de Gobernación durante la cuarta sesión ordinaria, registró 30 votos a favor (Morena, Del Lado Correcto de la Historia y PRD-MC), 12 en contra (PAN) y tres abstenciones (PRI-PVEM). Y cosa curiosa, a quien más beneficia la aprobación de esta novedosa ley que regulará la relación Estado-medios, es al gobernador Cuitláhuac García Jiménez. Los morenistas llegaron al poder pensando que todos los trabajadores de los medios, pequeños, regulares, profesionales, grandes y pequeños, habían sostenido una relación de afinidad política con los gobiernos pasados, o de complicidades económicas. La razón les asiste en muchos casos pero, cuando se trata de medios manejados por profesionales de la comunicación o en los que publican periodistas comprometidos con la sociedad, es otra cosa, ellos no forman parte de los beneficiarios de la corrupción que alentó Fidel Herrera y Javier Duarte, la cual permitió que familias completas, amparadas en un medio oficioso, acumularan grandes riquezas. Con la nueva ley, el gobierno y, concretamente, quien dirige los destinos de la nave, el Gobernador, sabrá lo que es contar en Veracruz con una prensa profesional; la distinción se notará de inmediato y la crítica constructiva le servirá para mejorar su imagen y la de su gobierno, así como tomar decisiones sustentadas en lo que dice la opinión pública no solo sus deficientes colaboradores que no se cansan de ponerlo en ridículo cada que se les da una oportunidad. Bien por la nueva ley, bien por la nueva relación prensa-Estado.