Oppo es un recién llegado a occidente y uno de los mayores fabricantes en China que, hace ni tan solo un año completo, decidió traer una selección de sus propuestas más arriesgadas a Europa. Ahora renuevan su compleja nomenclatura anterior y estrenan marca con este Oppo Reno, con renovadas dosis de creatividad en su diseño.
El último par de años, los diseños de los móviles han dado un vuelco impresionante. Pasamos de unos diseños donde parecía que los marcos no podían reducirse ya mucho más a la proliferación de los ‘notch’ y, tras estos, a los intentos por deshacerse de ellos a toda costa. Incluso perforando la pantalla como en los Galaxy S10 o añadiendo piezas móviles que traen complejos mecanismos de vuelta al mundo móvil.
Con mayor o menor acierto, según a quién le preguntes, hemos visto ya varios acercamientos radicalmente diferentes entre sí. Todo comenzó con el Vivo Apex, un concepto presentado entre bambalinas durante el MWC 2018 y que despertó la atención de los medios, convirtiéndose pronto en una propuesta sólida y con disponibilidad real con el NEX, dando una cámara de tipo periscopio que realmente nadie había pedido pero que todos querían ver.
Tan solo una semana después, Oppo daba un puñetazo sobre la mesa con el Find X, un ambicioso y motorizado smartphone, en el que era todo un módulo superior con los sensores de imagen al completo el que salía a saludar. Le han seguido varios, cada uno con su punto de originalidad: el Mi Mix 3 de Xiaomi, deslizándose bajo golpe de mano o el Galaxy A80 de Samsung, con un módulo que, además, rota. No son solo experimentos para recién llegados: todo apunta a que el próximo OnePlus 7 llegará también con una mira emergente.
Con este panorama, Oppo volvía a sorprender con su renovada línea Reno, que llega en tres sabores. Uno básico –el que tenemos entre manos–, otro más potente y con Zoom 10x, y una versión en 5G. Todos ellos con un diseño único y cámara sobresaliente en forma de ‘aleta’. O porción de pizza.
Llegó con unas aspiraciones muy altas. Quizás, demasiado. A diferencia de la hornada previa de smartphones de Oppo, la nueva línea Reno toma ciertas precauciones para calar entre unos consumidores que pueden no tener, todavía, la confianza suficiente y necesaria para invertir 600 euros por un gama media o rozando los 1000 por el de referencia. Respecto a aquellos, hay una bajada de 100 euros en este Reno, y una de 200 en el Reno 10x Zoom Edition.
Aleteando lo conocido
El Oppo Reno recoge, sin lugar a dudas, el testigo del RX17 Pro presentado tan solo unos meses atrás. Tras haber probado ambos, la sensación en mano es prácticamente idéntica, aunque hay algunas modificaciones obvias a este diseño. Ahora llega con un surco que recorre todo su lateral, complicándolo ligeramente pero mejorando también el agarre en la mano, más áspero –y probablemente sucio, a la larga–.
Además de esa placa superior protagonista, reconocemos dos grandes cambios a simple vista. Con el primero, asistimos a la rendición de Oppo de nuevo al jack de auriculares, conector que recupera en este móvil centrado ahora más en la gama media. También dejamos de ver un sensor ToF que llegó ciego, a favor de un sensor de profundidad más tradicional como el que vemos en la mayoría de teléfonos modestos de Samsung.
Esa placa extraíble llega con el obvio adiós al ‘notch’ en el palco de la pantalla, la despeja generando la misma sorpresa que dudas. Estas partes móviles son también puntos débiles por los que se puede comprometer también la vida útil del dispositivo. El bloque deslizante, en unas claves:
- Si el anterior diseño de Oppo te sorprendió, este es todavía más marciano que el anterior, por su asimetría y su giro lateral.
- Queda, eso sí, bastante menos expuesto a presiones externas –al evitar ocupar las esquinas del smartphone, si te sentaras encima su diseño le podría obligar a entrar antes que a partirse–, así como a rayaduras o a la entrada de polvo.
- Tiene una cierta holgura, moviéndose ligeramente hacia delante o detrás, por la que puede entrar el polvo cuando está abierto y encerrarse cuando está tapado. Está siempre sucio, lleno de polvo.
- Consiente un cierto nivel de maltrato inintencionado. Si lo aprietas se cierra automáticamente, junto a la aplicación de la cámara. Si detecta que se cae el móvil, también. Si está bloqueado, hará varios intentos para salir, avisando de que no puede. Muy fuerte ha de engancharse con algo para que se quede encajado fuera.
- Al contar únicamente con su cámara frontal y el flash –trasero y delantero–, realmente es difícil que lo acabes usando demasiado. Al menos, no tanto como el del Find X, que se desliza cada vez que desbloqueas usándolo. Curiosamente, incluye el auricular para llamadas, que se propaga a través de una perforación en el panel frontal.
En general, espero que sea más duradero este sistema que otros más expuestos, o que comprometan más el diseño desde una visión estructural. En cualquier caso, siguen y seguirán generando dudas estos sistemas, y, de momento, tanto el ‘notch’ como las perforaciones en pantalla tienen todas las de quedarse un tiempo. Hasta que sean capaces de poner las propias cámaras bajo la pantalla misma, al menos.
Esta pantalla es muy similar a la anterior. Diría que de hecho es exactamente la misma. Su panel OLED Full HD+ no está nada mal para esta gama, más ahora que se encuentra en un entorno de precio más asequible, y viene protegido con la última versión del cristal de Corning, Gorilla Glass 6. Bajo este se encuentra también el sensor de huellas. Ya sea porque lo han mejorado mediante software o porque me he ido acostumbrando a su uso con casi cada teléfono nuevo que lanzan, he encontrado este sensor mucho más cómodo que criticable, aunque siga sin recibir la velocidad de los sensores tradicionales más rápidos.
Grandes memorias
El Reno es un smartphone contenido en varios aspectos. Aun así, estoy convencido de que buena parte de los usuarios podrían percibir sus características como las del teléfono más cargado del mercado. Y por supuesto, no lo es. En su interior repite Snapdragon 710, un chip a caballo entre los de gama media y alta del año pasado, que bien podrían haberlo renovado por el más reciente Snapdragon 712, aunque también es cierto que todavía nadie lo ha hecho y posiblemente no esté disponible.
Oppo sorprende con las enormes memorias de esta nueva línea. No en la RAM, donde repite aquí con 6 GB más que suficientes para ofrecer una multitarea decente, sino en la memoria interna. Ya era generosa entonces, con sus 128 GB, ahora lo es más con los 256 GB, más propios de un portátil. Eso sí, no vienen sin más, las usadas esta vez son más lentas, hasta un 40% más en su lectura o un 16% en la escritura.
Su batería, de 3.765 mAh, está en la línea de lo que ofrecen algunos contrincantes de este tamaño, como el OnePlus 6T. Lo que pierde esta vez es el sistema de carga rápida Super VOOC, quedándose únicamente con un VOOC 3.0 que deja atrás los impresionantes 50 W de carga por un cargador mucho más ligero, modesto y a fin de cuentas lento, de tan solo 20 vatios, mucho más parecido a lo que vemos en buena parte de la competencia.
La razón detrás de esto no está nada clara, y bien puede deberse a una forma de reducir los costes de estos terminales en una característica no tan crucial, superado un límite, o bien puede deberse a que estuviera pasando factura a la salud de las baterías. Y es que es bien sabido que las cargas rápidas no son buen amigo de ellas. En cualquier caso, ahora nos vamos hasta la hora y media para completar la carga. Gran diferencia respecto al poco más de 30 minutos anteriores.
Llega esta vez el equipo con la última versión disponible del sistema operativo móvil de Google, Android 9, y una capa de personalización ahora con ColorOS 6 con varias novedades –navegación por gestos o clasificación de notificaciones, que ahora se pueden desechar fácilmente, según su importancia– y que corrige algunas de sus pegas más molestas. En general y a diferencia de otras capas de personalización con origen en China, esta se siente ligera, equilibrada estéticamente y no demasiado intrusiva ni recargada de opciones. Tenemos, eso sí, una buena batería de aplicaciones preinstaladas del estilo Facebook y otras cuantas más que, curiosamente, están en ruso –como el aparente origen de este terminal de pruebas–.
Con esta versión llegan algunas mejoras como un modo de juego que evita las interrupciones en mitad de una partida o, al fin, la predicción de qué aplicaciones deben ser ‘apagadas’ en segundo plano. Esto puede ser desactivado, aunque en nuestra prueba no ha sido necesario puesto que funciona: permite tener un teléfono con algunas restricciones al consumo pero que no interfieren fuertemente con su uso. La autonomía, es sin ninguna clase de problemas de un día y medio.
Por último, nos quedamos con una navegación por gestos que si bien todavía no termina de estar completamente atada, permite eliminar los botones de acción en pantalla de Android, regalando una fila más de inmersión. Oppo ha implementado varias opciones para configurarlo según nos queramos acostumbrar a un tipo de gesto u otro, y aunque ninguna es perfecta, te puedes acostumbrar rápido –especialmente si ya – a deslizar desde el borde inferior para ir a atras, acceder a la multitarea o llegar al inicio.
Su cámara, efectista
Si hay un sensor que estamos viendo proliferar a lo largo de diversas gamas, de precio y tipo de dispositivo, es el de 48 MP que tan pronto vemos en el teléfono de referencia de Xiaomi para 2019 como en el Redmi Note 7 de 149 euros. Gran resolución que se queda en unos 12 MP más manejables gracias al pixel bining y que permite también exprimir un zoom 2x directamente desde este mismo sensor, que no será mucho más que un recorte digital integrado en la cámara.
Atrás queda el mencionado sensor ToF al que no se daba uso, al menos cuando tuvimos la oportunidad de probarlo, y el sensor principal de apertura variable con estabilización óptica, que también se pierde –nos quedamos con la electrónica, respaldada en el giroscopio–. En lugar de un segundo sensor de resolución completa, este Oppo Reno incorpora un segundo sensor para el juego de profundidad del modo retrato.