Que tenemos un reloj biológico interno nadie lo puede dudar. Nuestro ritmo circadiano determina nuestro día a día a un nivel más profundo de lo que podemos imaginar. Por ejemplo, a nivel nutricional. La crononutrición es una disciplina que trata de entender sus pormenores.
Aunque bastante nueva, gracias a la cronobiología y crononutrición hoy sabemos que es importante respetar y adaptar nuestro ritmo de vida con nuestro ritmo biológico para obtener las máximas ventajas de nuestra salud.
¿Qué es la crononutrición?
Nuestro reloj circadiano es un sistema fisiológico que controla una gran parte de nuestro metabolismo: determina a qué hora nos dará hambre, iremos al baño, nos entrará sueño, digerimos la comida… Este reloj circadiano se ajusta gracias a varios factores, aunque el más importante es la luz. Nuestro reloj interno nos indica mediante secreción de una hormona llamada melatonina qué ocurre en nuestro cuerpo.
Además de la luz, la ingesta de alimentos, el uso de fármacos, la actividad física y otros factores también influyen (y se ven influidos) por el ritmo circadiano. La crononutrición no es otra cosa que una disciplina que aprovecha estos conocimientos para mejorar los patrones dietéticos nutricionales con el fin de buscar las indicaciones que mejor impacten en nuestra salud.
La crononutrición busca prevenir enfermedades estrechamente relacionadas con el metabolismo, como lo son la obesidad o la diabetes, «sincronizando» los patrones nutricionales con la disposición fisiológica determinada por nuestro reloj interno. También estudia cómo afectan los nutrientes a nuestro ritmo circadiano y qué consecuencias puede tener.
Por último, como una rama relacionada con la cronobiología, la crononutrición estudia qué enfermedades derivan del desajuste de los ritmos circadianos desde el punto de vista de la nutrición, y cómo combatirlas o prevenirlas. La crononutrición es una rama emergente aún más novedosa que la cronobiología, la cual no tiene más que unas décadas.
¿Cómo nos afecta en nuestra vida diaria?
Absolutamente toda nuestra vida está determinada por nuestro ritmo circadiano. Aunque todavía desconocemos muchos aspectos importantes de este hecho, sabemos que los desajustes en los ritmos biológicos pueden terminar en un desajuste metabólico y en obesidad. Si desajustamos mucho nuestro ritmo, por culpa de una falta de orden temporal, o no atendemos a los factores externos que ajustan nuestros biorritmos, puede que nos encontremos con consecuencias molestas.
Estas van desde la falta de sueño y el cansancio a la ganancia de peso, pasando por la torpeza, el malestar, y, a la larga, la aparición de diversas enfermedades neurológicas y metabólicas. Respetar los ritmos circadianos es una necesidad y, cuando no lo hacemos, el cuerpo se resiente.
Por otro lado, y en aspectos menos dramáticos, el ritmo circadiano también determina cosas esenciales de nuestro día a día. Es el encargado de que nos entre hambre siempre sobre la misma hora (incluso cuando hemos comido). También ocurre lo mismo con el sueño, que es uno de los procesos controlados con exactitud milimétrica por la melatonina, que comienza a segregarse una media hora antes de irnos a dormir.
La digestión, como decíamos, también está controlada, en parte, por el ritmo circadiano. Así, algunas enzimas aparecen en mayor concentración atendiendo a nuestro horario de ingesta, tal y como se ha comprobado en numerosas ocasiones. De la misma manera, sabemos que los ritmos biológicos afectan a los cambios y necesidades metabólicas de nuestro cuerpo, activando ciertas rutas metabólicas o inhibiendo otras dependiendo del momento del día en el que nos encontremos. ¿De qué manera, en concreto, lo hace? Eso depende mucho de cada persona y de cada ritmo biológico. Eso no quiere decir que no podamos obtener patrones a partir de lo que sabemos.
¿Cómo podemos aplicarla para mejorar nuestra salud?
Dicho todo lo anterior, la primera y más obvia conclusión es la siguiente: lo mejor es respetar nuestro ritmo biológico. Para ello, las observaciones nos dicen que es mejor mantener siempre unos horarios más o menos constantes, especialmente a la hora de comer y dormir. Esto ocurre, según lo observado en los patrones cronobiológicos, porque nuestro cuerpo se prepara de manera óptima. Irnos a dormir demasiado tarde o comer a deshoras puede interrumpir o afectar a estos ritmos de manera negativa.
Otro aspecto que deducimos de los patrones cronobiológicos es que el ayuno intermitente podría ser una estrategia eficaz para mejorar el control del peso, reducir la acumulación de grasa y regular los niveles de glucemia. El ayuno intermitente encaja mucho mejor en un patrón dietético en el que solo se come una o dos veces al día, con un largo periodo sin comer y de actividad física, cuadrándose con nuestro ritmo circadiano.
Otro detalle más, descubierto en el ámbito de la crononutrición, es que ahora sabemos que las grasas controlan y afectan a los ritmos circadianos. Un exceso de las mismas desajusta los ritmos biológicos, lo que puede ayudar a cambiar nuestros hábitos alimenticios de una manera aún más profunda.
Todavía queda mucho que aprender de esta disciplina, la cual es compleja, y más en cuanto se refiere a un área de la salud humana ya difícil de por sí como lo es la nutrición. Poco a poco, la crononutrición nos va dando más y más pistas sobre cómo aplicar sus conocimientos en nuestros cuidados diarios. Y, aunque todavía falta un largo camino por recorrer, hay una cosa que está clara: la crononutrición tiene y tendrá un impacto importante en el estudio de la salud humana.
Con información de Xataka Ciencia