En esta segunda parte de la conversación, Ana Pau Reyes narra su proceso de formación musical, tanto en el terreno académico en la Universidad de Guadalajara, como en el informal, en las tocadas callejeras de jazz.
Técnico
Me fui preparando para tener más nociones y cuando terminé la prepa, ya había decidido entrar al Técnico porque estaba muy difícil brincarme a la Licenciatura. Hice examen y me acuerdo que estaba muy nerviosa porque vi tanta gente haciendo examen; hacen la parte teórica, la parte de instrumento y después una entrevista, yo ya había cantado ópera pero sabía que lo había hecho de una manera muy amateur, no tan musical, y cuando fui a la entrevista, la verdad sentí cierto rechazo al principio, pensé que no les había caído bien y dije me va a dar mucho trabajo entrar; pero sí quedé.
Entré al Técnico, me sentía a gusto aunque varias materias me costaban mucho trabajo porque yo nunca había llevado nada teórico, todo era desde cero, pero cuando trabajaba el instrumento decía bueno, pero estoy aquí por la voz, y pensaba que tal vez eso no lo iba a necesitar porque todavía no tenía bien la idea de la música, y en el clásico tampoco te hacen desarrollar una habilidad auditiva tan grande como en el jazz, es más cantar y muchas lecciones de solfeo, buscar la afinación; y de armonía, la tradicional, nada más encontrar la armonía entre las voces. Poco a poco le fui agarrando la onda y fui mejorando.
Siempre había sido buena estudiante, como estaba en una escuela exigente y era un colegio costoso, los cuatro hermanos siempre contamos con beca y yo desarrollé la conciencia de que no podía dejar que bajara mi promedio para que no me quitaran la beca, porque, además, si me la quitaban a mí, se la quitaban a mis hermanos, era toda una cadenita, entonces siempre fui responsable en la escuela, y en la música, a pesar de que no se me daba a la primera, encontraba mi manera, hacía mis códigos en mi mente: yo lo entiendo por este lado, y la iba llevando bastante bien.
Pasó como un año y no me daba cuenta de que no le estaba dedicando al canto lo que le debería dedicar por tramposa, porque se me facilitó con lo que estuve viendo con mi maestro, lo seguía viendo, a veces, para seguir trabajando, iba a clínicas de cantantes que iban a Guadalajara, etcétera. Era como si mi oído y mi voz hubieran encontrado cómo imitar el sonido, pero no me clavaba tanto técnicamente, entonces había partes en las que se notaba y otras partes que se oía bien, pero me fue pasando que llegaban mis exámenes y todavía no me aprendía el repertorio, se me iba el tiempo en el semestre o me enfocaba más en otras materias —me acuerdo que cuando entré a armonía me gustó mucho pero tenía que encontrar cómo entenderle porque era algo muy nuevo para mí—, le dedicaba tiempo a otras cosas o a cantar otras cosas y cuando se acercaba el examen, andaba estudiando y aprendiéndome el repertorio, llegaba el examen, resolvía y decía bueno, no reprobé; pero tampoco sacaba 10, eso me fue separando de cómo avanzar en la técnica de la voz.
Otra cosa nueva para fue que me di cuenta de que hay muchos paradigmas en cada instrumento de la música clásica, y en especial en la voz, por el tipo de maestro, el tipo de técnica que trabajas con cada uno, la percepción que tiene un maestro de tu sonido, y si no le parece, trata de cambiarlo, pero muchas veces no es lo que tu cuerpo da. Empecé a tener trabas y creo que eso fue lo que me fue alejando, porque a veces sentía que iba muy bien, pero con un maestro sentía falta de claridad y no encontraba cómo resolver mi instrumento; volvía con mi maestro Carlos y me decía calma, no estás tan mal, eso está bien, ¿por qué te dicen que está mal? Empecé a sentir ese problema con los maestros y no me latía, me desmotivada y decía ¿por qué no me quieren ayudar a avanzar en mi instrumento?, ¿cuál es el problema?
Big band
En la escuela no hay jazz pero sí hay una big band —eso está muy chistoso—, mi mejor amiga del Técnico es saxofonista, ella tampoco había tocado jazz pero le gustaba entrar a las bandas para practicar lectura y para tocar, como éramos uña y mugre me dijo:
—Oye, sacaron las audiciones para la big band y voy a audicionar, ve conmigo para que entremos juntas
—¿Pero qué voy a cantar?
—Tú ve a la audición, casi no hay cantantes
—Bueno, voy a ir a ver cómo está
Vi que la big band la tenía Valdivia, el maestro de batería, y le dije maestro, yo quiero entrar a la big band. En ese entonces estaban cantando, entre otras, Fly Me To The Moon, yo la ubicaba porque la había escuchado con Frank Sinatra y con Michael Bublé, y la canté. Yo tenía afinación y el inglés no se me dificultaba, entonces entré pero no tenía ni idea de la improvisación, nada más me decían te toca, Ana Pau, y como era muy aventada, decía bueno, pues a ver qué hago.
Fui entendiendo el estilo, me aprendí All Of Me y How High The Moon porque las tenían en el repertorio. La big band se presentaba en eventos de la comunidad de la UdeG y tenía muchas salidas, nos mandaban a un montón de lugares, que al festival de música de no sé qué, que al festival de no sé dónde; a Etzatlán me tocó ir como dos o tres temporadas.
Eso fue clave para que se me hiciera un revoltijo en la mente, me sentía súper bien y el ambiente estaba buenísimo; estaba en el coro de la escuela, los viernes, cuando salía del coro me iba a la big band, ahí conocí a un montón de amigos, de músicos, y otro punto clave fue que ahí conocí a Beto Guzmán porque estaba tocando el bajo. Él ya estaba en la Licenciatura, empecé a convivir con él y llegó el momento en que me dijo ¿y si hacemos un dueto? Yo ni pensé en la dificultad que implicaba un dueto de bajo y voz, solo me emocioné por cantar ese tipo de música.
Porcelain Duet
Empezamos a trabajar en el dueto, le pusimos Porcelain Duet y me aprendí más repertorio porque el plan era trabajar; ya me iban a pagar y yo estaba feliz, era algo muy nuevo para mí. Empezamos a ensayar y me di cuenta de que no cantaba en español —ni me había dado cuenta de que todo lo que cantaba era en inglés y en italiano, por la ópera—. Beto dijo:
—Necesitamos algo en español para hacer click con la gente, ¿qué canción te sabes?
—Pues, más bien, tú dime y yo me la aprendo
—Un bolero que te sepas, Bésame mucho
—Ah, creo que la he escuchado, pues me la aprendo.
Empezamos a montar repertorio y yo seguí en la escuela con la ópera, yendo a la big band y a los mil eventos que nos mandaban a cantar, eso fue como el del 2014. Le platiqué a mis papás, por los eventos, mi papá tiene muchos contactos y me dijo le voy a decir a mi amigo que tiene un restaurante. Unos días después —cuando apenas llevábamos como una semana o dos de ensayos— me dijo:
—Ya les conseguí una audición, ¿quieres ir?
—Pues sí, es lo que estamos buscando, trabajo
Fuimos a audicionar y nos quedamos de planta en ese lugar y estuvimos varios meses tocando ahí los jueves, para mí fue como una explosión porque seguía haciendo música pero ya era algo bien personal, ya no era la escuela.
El primer evento en el que me pagaron por cantar, aparte del restaurante, fue una boda, pero pidieron cuarteto, entonces fuimos Érick Hernández en la batería, Beto en el bajo, no me acuerdo quien más y yo.
Una piedra en el camino…
Yo estaba muy decidida a irme a Italia y cuando empecé a cantar jazz, ya desde la big band y luego con el dueto, dije no manches, no es lo que quiero pero hice ese plan, ¿cómo lo voy a cambiar?, porque ya se los había visualizado a mis papás, llegaba a la casa y mi papá estaba con un amigo y decía mira, esa es mi hija la cantante, canta ópera y se va a ir a Italia.
Yo empezaba a sentir mucha presión, decía creo que llegué al jazz demasiado tarde, y pensaba mucho en eso. Fue un tiempo en el que me puse muy seria en mi casa y me agobiaba porque sentía que en la escuela me estaba pasando algo, que no estaba dando el cien, que no estaba avanzando. Al mismo tiempo, mis maestros veían que yo estaba cantando jazz y me decían no debes hacer eso, salte del jazz, y yo pensaba es mi viernes súper feliz, me la paso increíble cantando.
Me empecé a preocupar mucho por cómo estaba cantando la ópera y recuerdo que hubo un momento muy fuerte para mí porque ya había mucha tensión con mi maestro de instrumento porque había pasajes que no me salían y me decía es porque estás cantando jazz, y yo decía tienes razón, pero en mi mente no era opción salirme de la big band porque me la pasaba muy bien, entonces pensaba ¿cómo le voy a hacer para no hacer lo que él quiere?, y tenía la sensación de que no quería hacer equipo conmigo, que no quería ayudarme.
Eso fue como un año o año y medio antes de acabar el Técnico, sentía las piezas cada vez más difíciles y fui a buscar al maestro Carlos, le dije ¿sabes qué?, necesito ayuda, no puedo, estoy muy mal y no puedo atrasarme, y menos reprobar. Me visitó en la clase y luego me dijo te voy a ser honesto, de lo que cantabas antes conmigo a como estás ahora, algo pasa, no es que no puedas, ahí está la voz y todo pero pero hay algo, sí has perdido un poco de calidad. Yo creo que era que me estresaba de más y entonces menos me salían las cosas, sentía un nudo en la garganta por la preocupación de que no me salían, y en ese momento dije no, algo tengo que resolver, porque ya era muy obvia mi frustración.
Estuve pensando, analizando los estilos, viendo mi personalidad, viendo cómo me sentía. Tan serio fue para mí le dije a mi hermana —la que es más grande que yo— ¿sabes qué?, tengo que hablar con toda la familia porque creo que no es ópera lo que quiero, no me siento a gusto, tengo la habilidad, me gusta escucharme y eso me divierte, pero no me gusta; y le dije como si fuera una confesión: es que, Karla, creo que me gusta el jazz. Me vio tan preocupada que me dijo a ver, tranquila, si es lo que te gusta, escoge el jazz, habla con mis papás y diles. Hablé con ellos:
—La verdad, yo quiero cantar jazz, no voy a dejar el Técnico porque ya llevo más de la mitad, lo voy a acabar y voy a ver qué hay de este lado
—Pues es lo que te gusta, te ves muy contenta y dejas que fluya más cuando estás cantando eso que cuando te hemos visto cantando ópera
… me enseñó que mi destino era jazzear y jazzear
Mi primera jam de jazz fue un Día de la Mujer en un lugar en el que tocaron Archie Salcedo en la batería, Willy Zavala en el piano y Edmundo Pérez en el bajo, me acuerdo que estaba buscando con quien ir y nadie pudo acompañarme, entonces dije pues me lanzo sola, quería aprovechar que iban a estar los tres porque todo mundo hablaba de ellos. Fui y estaba Mónica Zuloaga, otra cantante que se llama Marcela Mota y no me acuerdo quién más. Hubo un momento en el que dijeron se abre la jam y era nuevo para mí, no sabía que cualquiera se podía subir a tocar o a cantar.
Se subió una cantante, yo quería pasar a cantar pero me daba pena porque seguramente me ubicaban por el dueto pero no me conocían personalmente. Me decidí y le dije al mesero oye, ¿les puedes decir que quiero cantar? Les dijo y me dijeron sí, ven para acá. Fui, le dije quiero cantar Body and Soul y me contestaron sí, muy bien. Canté y fui feliz, me quedé con ellos conviviendo y fueron súper buena onda.
Poco a poco fui agarrando todas las oportunidades de cantar que se me presentaban y llegó un momento en el que me empezaron a buscar de suplente o cuando necesitaban cantante para algún evento, y empecé a relacionarme mucho con ellos en escena.
También trabajé como por dos temporadas en una mansión en la que hacen una feria navideña durante todo diciembre, ahí cantamos repertorio navideño de jazz. Me la pasaba cante y cante, con el dueto, había ocasiones en que corríamos de un lugar a otro porque agarrábamos dos eventos.
Había ido invirtiendo en mi equipo, cuando empecé a cantar en el restaurante, compré mi micrófono y mi bocina. Y así fui metiéndome más en la música y en la escena del jazz, y muy rápido ya convivía con todos, platicaba, cotorreábamos, íbamos a jams y me iba metiendo más y más, aprendiéndome repertorio y repertorio, y cantando.
Desde que empecé a cantar jazz, buscaba alguien que me enseñara porque muchos músicos me daban pistas pero me parecía muy difícil, yo no tenía noción de nada, cuando improvisaba, lo hacía por intuición, inconscientemente. Iba entendiendo el sonido que ellos improvisaban y algo me salía, pero cuando buscaba algo vocal, no encontraba a quién acercarme.
Los festivales de Tónica me ayudaron mucho a irme acercando más al estilo, hubo uno en el que la UdeG dio becas a algunos alumnos, yo fui elegida para ir al programa ese año, no hubo cantante pero me pegaba a los alientos por la respiración, porque decía es lo más cercano a la voz, entonces iba a las masterclass de los saxofones.
San Klaus
La big band de Klaus Mayer es la más famosa de Guadalajara, a finales de 2015, Klaus me buscó y me dijo oye, ¿quieres tocar conmigo?, tengo unas fechas. La primera fecha que tuve con él fue en diciembre, tocamos temas navideños en un evento que se hizo frente a la Basílica de Zapopan. Canté y sentí chido porque noté la diferencia entre la big band escolar en la que empecé y ésta, que ya era más profesional, y me sentí increíble, me encanta el concepto de la big band.
Después me empezó a hablar para más cosas, en enero de 2016 estuve en un festival con él, tenía que ir en quinteto a El Grullo y me invitó; también me presenté con él en algún evento en el André Breton y en un festival bien padre que se llama Pinar Jazz Fest, lo hacen en una zona residencial boscosa muy bonita de Guadalajara. Yo estaba súper feliz, estar tocando con ellos, para mí era impresionante.
Get Out of Town
Yo veía que los músicos de Guadalajara iban seguido a México o se hablaba mucho de los músicos de México o había gente que de plano se mudaba la Ciudad de México, alguna vez toqué con Diego Franco y luego se mudó para México. También sabía que las hermanas Mercado —Carolina y Paulina— se habían ido a Xalapa, no había investigado mucho pero decía se fueron a Xalapa; luego se fueron a vivir un tiempo a México y estaban haciendo trámites para irse a vivir al extranjero. Iba viendo los pasos que seguían los demás y yo misma iba sintiendo que ya se estaba acabando en Guadalajara, ya iba a acabar el Técnico y decía cuando termine, ¿qué voy a hacer?, me voy a quedar aquí chambeando —porque chamba, tenía— ¿pero en qué momento voy a hacer algo más?, porque sentía que lo hacía bien pero en un estándar y podría hacerlo mucho mejor.
En esa búsqueda, empecé a pedir muchos consejos a gente de afuera que iba a los festivales de Tónica o a cualquier persona que fuera de otro lugar. Preguntaba por las universidades y todo eso, y empecé a escuchar mucho de Xalapa, y dije bueno, pues me voy a Xalapa, pero sin hacer planes, así como había pensado irme a Milán. Había investigado qué opciones había en la Ciudad de México y alguien me había contado que llevaban tiempo sin abrir la academia de canto en la [Escuela] Superior [de Música] porque había pocos maestros y muchos alumnos, entonces ya no alcanzaban los horarios, además, la Ciudad de México se me hace muy buena para muchas experiencias pero para vivir, se me hace muy difícil por tanto tráfico y tanta gente.
(CONTINÚA)
PRIMERA PARTE: Qual piuma al vento
TERCERA PARTE: La caja de sorpresas
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