Cuentas las leyendas urbanas que durante la presidencia de José López Portillo, cuando estaba por decidirse la candidatura del PRI al gobierno de Veracruz, el Subsecretario de Hacienda, Agustín Acosta Lagunes se acercó al mandatario para pronunciar las palabras mágicas: “Señor Presidente, si Veracruz es su dolor de cabeza, yo soy su mejoral”.

Cuatro décadas después, el Presidente López Obrador no encuentra la medicina para aliviar la migraña que le representa Veracruz. Cuitláhuac García ha resultado un verdadero placebo, un genérico que resultó lo mismo pero más barato.

Y es que mientras el Presidente tiene un control absoluto de la agenda pública del país gracias a su diaria conferencia matutina, Veracruz le ha generado una serie de problemas –particularmente en materia de seguridad pública- que empiezan a mermar su credibilidad en algunos temas. A pesar de que es la entidad que más ha visitado durante su gobierno, los veracruzanos no han tenido ninguna solución a sus problemas.

Los recientes hechos de violencia en el estado –particularmente el multihomicidio de Minatitlán y el asesinato de la presidenta municipal de Mixtla de Altamirano- han modificado su agenda en la entidad, en la que preveía traer sólo buenas noticias.

El anuncio de la millonaria inversión en Pemex y la gira de trabajo que realizará este viernes por la región sur del estado han pasado a segundo término en el interés de los veracruzanos; en cambio, la violencia creciente lo ha obligado a acelerar el proceso de integración de la Guardia Nacional y a ofrecer resultados en un periodo no mayor a seis meses.

Por si eso no fuera suficiente, en cada visita tiene que rescatar del fuego al gobernador Cuitláhuac García a causa de su falta de resultados, de su distanciamiento con prácticamente todos los sectores sociales y de la incapacidad para atender las crisis de seguridad que cada vez son más frecuentes. Eso sin contar el asedio que vive el gobernador, lo mismo por los grupos afines al yunismo que por las propias tribus del morenismo que se mueven desde la delegación federal, en el Congreso local y hasta en su gabinete.

El lunes pasado, a diferencia de las conferencias de prensa en Palacio Nacional donde nada sale de control, esta vez tuvo que dedicarla casi por completo defender y hablar de la buena fama pública del gobernador, ignorando de manera intencionada los hechos ocurridos el viernes santo en Minatitlán. Para los deudos no hubo una sola palabra –lo que equivaldría a reconocer que el gobierno falló-, y tampoco se permitió que el gobernador Cuitláhuac García emitiera mensaje alguno. La conferencia no fue otra cosa que un control de daños.

Y parecía que lo habían logrado hasta que la noche de este miércoles fue asesinada la presidenta municipal de Mixtla de Altamirano, en la sierra de Zongolica, lo que nos volvió a poner en las primeras planas de la nota roja nacional. Otro dolor de cabeza en la víspera de la gira presidencial que viene a echar a perder las buenas nuevas y obliga al Presidente, una vez más, a resolver una crisis local.

El lunes mismo anunció su gira de hoy por Minatitlán. Todos esperaban que se tratara de un gesto de sensibilidad política para manifestar su solidaridad con el municipio y los familiares de las víctimas. Pero no, resulta que al menos en la agenda que han hecho circular este jueves, no hay un minuto para el tema de la seguridad ni para las víctimas de la masacre. Si esto se realiza en un evento privado, no está considerado en el programa oficial.

Según la agenda presidencial, luego de ofrecer su conferencia de prensa en Palacio Nacional, López Obrador viaja en vuelo comercial para llegar a la ciudad de Coatzacoalcos y realizar una supervisión a una planta de fertilizantes; más tarde hará un recorrido para conocer los trabajos de ampliación del puerto de Coatzacoalcos. Ambos serán eventos privados.

Por la tarde asiste a Minatitlán para poner en marcha los programas integrales de bienestar. Ahí se espera que haga un pronunciamiento, lo que no evitará las marchas y protestas que se han venido organizando. El Presidente dormirá ahí mismo en ese municipio.

La mañana de este sábado hará un recorrido de supervisión a la refinería de Minatitlán –evento privado- para de ahí trasladarse a Matías Romero y continuar su gira de trabajo por el estado de Oaxaca. La masacre no modificó la agenda, acaso para incluir un evento vespertino.

Las visitas a Veracruz empiezan a ser un calvario para el Presidente. No porque no sepa salir al paso de los conflictos, sino porque su mensaje, su discurso, sus anuncios, se diluyen en un ambiente de inseguridad y zozobra. Nada de lo que diga tranquiliza a los ciudadanos.

Las del estribo…

  1. La inseguridad que padecen los presidentes municipales no es nueva. Desde los tiempos de Fidel Herrera y Javier Duarte ya eran víctimas de amenazas y extorsiones, algunas de las cuales se cumplieron. Por supuesto que no se culpa al gobierno de la creciente violencia que heredaron; lo que se reprocha es que no tengan una estrategia para resolverla, como tampoco la tuvieron sus antecesores.
  2. Dice el delegado federal Manuel Huerta, en su clásico tono de sarcasmo y valemadrismo, que no hace falta cambiar la estrategia de seguridad en Veracruz. De no ser por los casos de Minatitlán y Mixtla de Altamirano, o los homicidios que se cometen en Xalapa todos los días, a plena luz del día, es posible que algún ingenuo feligrés de la cuarta transformación se lo creyera.