Restos de piel de dinosaurio encontrados en Corea revelaron huellas muy bien conservadas. Ésta sería una oportunidad única en la historia para tener un contacto biológico tan cercano con las especies más grandes que hayan vivido en la Tierra.

La piel encontrada perteneció a un terópodo, una especie carnívora que caminaba en dos patas y dominó la cacería terrestre hasta su extinción hace 66 millones de años. Fue hallada en la formación geológica de Jinju, Corea, lugar en donde se han realizado varios hallazgos del Mesozoico.

Piel de dinosaurio: un descubrimiento casi imposible

Los paleontólogos están habituados a descubrir huesos fósiles y huellas de dinosaurios. En cambio, los restos de tejidos blandos como músculo o piel son casos extraordinarios y no exactamente bien preservados. Un pequeño porcentaje de huellas —mucho menos del 1 %— muestra restos de piel.

Las condiciones especiales en la que se conservaron los restos permitieron el registro de la huella. Esto sin manchar los patrones de textura de la piel, los cuales consisten en matrices de pequeños polígonos, conservados como impresiones y moldes.

Estos patrones en los diferentes grupos de dinosaurios son como sus huellas dactilares, la firma de cada especie.

La buena conservación de los restos de piel fue debido a una pequeña cubierta de barro fino. El terópodo pisó una superficie firme y pegajosa, en donde la textura de su piel se plasmó perfectamente, sin deslizarse.

En los análisis se descubrió que llovió antes de la llegada del dinosaurio, pues hay marcas de gotas de agua alrededor de la pisada. Esta pista también confirma la presencia del barro que mantuvo los restos tan bien conservados.

¿Qué dice la piel del terópodo?

La textura de la piel de dinosaurio tiene un grosor muy delgado, pero con trazos a pequeña escala en matrices casi perfectas, como de un tejido. Cada rastro de escamas tiene un diámetro de sólo un tercio o medio milímetro.

La investigación encontró que el patrón de piel es similar a los ejemplos de las huellas de dinosaurios terópodos de mayor tamaño, en las que las escamas son mucho más grandes pero nunca se conservan en toda la huella.

Por ello, el terópodo al que pertenecen los restos podría haber sido una subespecie más pequeña en sus primero años de vida.

Con información de Muy Interesante