Luego de lo que acaba de suceder en el PAN, cuyo proceso electoral interno ha sido invalidado por el Tribunal Electoral de Veracruz, anulando el triunfo del dirigente estatal José de Jesús Mancha Alarcón, en el PRI deberían de poner las barbas a remojar.
Y es que hasta ahora, a casi dos semanas de que concluyan las campañas de las cuatro fórmulas de candidatos que contienden por la presidencia y secretaría general del partido tricolor, los dos aspirantes punteros a presidir el CDE priista –primos, por cierto–, Marlon Ramírez Marín y Adolfo Ramírez Arana, no han podido sacudir del proceso las sospechas sobre la presunta parcialidad hacia uno de los contendientes, y tampoco están logrando motivar a los supuestos militantes, muchos de los cuales terminaron alejándose de su instituto político en las últimas sucesiones municipales y estatales.
Miles de priistas que aparecían en el padrón que fue validado por el INE para esta elección interna, ya no militan o se distanciaron del Revolucionario Institucional. De hecho, algunos ex dirigentes como Gonzalo Morgado Huesca y Amadeo Flores Espinosa están buscando conseguir el registro de nuevos partidos políticos locales. Lo mismo se dice del actual vicecoordinador de los diputados federales del PRI, Héctor Yunes Landa, quien acordó con Adolfo Ramírez postular para la secretaría general a Silvia Domínguez, muy allegada al ex senador y ex candidato a gobernador.
Inclusive, ha cundido la percepción de que la contienda priista se ha reducido a la pugna de dos grupos de poder que intentan restablecer su hegemonía en el estado en beneficio de sus respectivos hijos en el futuro inmediato, primero en 2021 y luego en el 2024: el del ex gobernador priista Fidel Herrera Beltrán, que estaría impulsando al ex diputado local y ex alcalde de Paso de Ovejas, y el del ex mandatario panista Miguel Ángel Yunes Linares, a quien insisten en vincular con Marlon Ramírez por el colaboracionismo que como regidor mostró el priista en 2018 y hasta marzo pasado hacia el alcalde del puerto de Veracruz, Fernando Yunes Márquez, y otros personajes del primer círculo del yunismo azul.
Pero estos priistas que buscan la dirigencia estatal de su partido aún están a tiempo de evitar la mala experiencia de Mancha Alarcón, cuya pugna con Joaquín Guzmán, el hombre fuerte de Tantoyuca, terminó por invalidar la elección interna del PAN. Marlon y Adolfo también deberían tomar nota del reciente caso de Yucatán, donde el priismo quedó muy fragmentado después de los comicios internos del domingo pasado.
Diego Lugo Interian, alcalde con licencia de Sucilá y candidato perdedor, colocó ataúdes y coronas en las inmediaciones del CDE del tricolor para acusar que “votaron hasta los muertos”. Según los resultados preliminares, perdió por mil 300 votos de diferencia ante el ex diputado federal Francisco Torres Rivas, cuyo triunfo impugnó y amagó con llevar a los tribunales.
En Yucatán, curiosamente, un estado con mucha menos población que Veracruz, el padrón de militantes es de 190 mil, o sea, 30 mil priistas más que los veracruzanos.
En la Península votaron alrededor de 21 mil. ¿Aquí cuántos militantes que realmente permanecen leales al tricolor acudirán a las urnas el próximo domingo 28 para legitimar al candidato que se declare “ganador”? Y es que muchos que todavía poseen credenciales del PRI y figuran en su padrón, unos apoyaron el año pasado al PAN y otros a Morena.
Será interesante ver cuántos votos sacan los candidatos punteros en los principales bastiones yunistas, como la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, o en los que operaron electoralmente en 2018 los grupos del tricolor que de última hora terminaron aliándose de facto con el lopezobradorismo para impedir que el primogénito de Yunes Linares heredara la gubernatura de seis años.