Nuestro cerebro es muy bueno procesando metáforas. Es más, en un estudio publicado a mediados de 2017 en la revista Brain and Cognition, un equipo de investigadores de la Universidad de Alicante, en colaboración con expertos del Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández de Elche, ya indicaba que, de hecho, las necesita para poder entender la realidad y que, en esencia, gestiona del mismo modo las metáforas visuales –como las que se utilizan habitualmente en publicidad– y las verbales.
En aquella ocasión, los científicos españoles apuntaban que se activan distintas zonas de nuestro órgano pensante si se trata de imágenes que nos muestran contenidos de forma literal o de forma metafórica, pero que se observan coincidencias cuando los mensajes figurados se nos trasladan de modo oral o a través de una pantalla. Este fenómeno sugiere, además, que existe una interconexión ente distintas áreas cerebrales.
Así, en otros ensayos, en los que se han utilizado sistemas de generación de imágenes mediante resonancia magnética, se ha comprobado que cuando a alguien se le indica, por ejemplo, que va a tener un día duro, se “iluminan” aquellas relacionadas con las experiencias táctiles. Algo parecido sucede si se dice que una persona es dulce: las que se encienden son las que suelen hacerlo cuando saboreamos algo.
Ahora, la neurocientífica Vicky Lai, del Departamento de Psicología de la Universidad de Arizona, ha impulsado una iniciativa que pretende profundizar en este asunto y determinar en qué momento exacto se activan las áreas de nuestro encéfalo que participan en estos procesos. También, si a partir de todo ello es posible arrojar algo de luz sobre nuestra capacidad para comprender el lenguaje, pues las metáforas están tan integradas en nuestra forma de hablar que, a menudo, ni siquiera nos percatamos de que las estamos utilizando. Aproximadamente, empleamos una por cada veinte palabras, y nuestros sesos decodifican, por así decirlo, el significado de cuatro de estas últimas por segundo.
Palabras que sentimos en los sesos
Según se explica en un comunicado de la mencionada institución estadounidense, Lai y sus colaboradores midieron las ondas cerebrales de un grupo de voluntarios cuando se les presentaban en un monitor tanto ideas concretas, que podían interpretarse de forma literal, como otras metafóricas, que utilizaban distintos grados de abstracción. Así, observaron que en los siguientes 200 milisegundos después de haber visto los verbos que describían las acciones, como quebrantar, se activaban las áreas motoras que estarían implicadas en ellas. Estas eran diferentes si en vez del citado término “quebrantar” se utilizaba “alterar”. Ello apunta, según Lai, que estas zonas pueden jugar un papel relevante durante la traducción mental de esas metáforas.
“Si consiguiéramos entender cómo el cerebro gestiona la complejidad del lenguaje, podríamos determinar si este afecta a otros aspectos de la cognición humana”, indica Lai. De este modo, quizá podríamos aprovechar nuestros conocimientos sobre la construcción de las metáforas para mejorar los estados de ánimo o incluso el aprendizaje de conceptos complejos.
Con información de Muy Interesante