—En este lugar se exhibe el proceso del algodón desde el despepitado hasta la formación de las tortillas para sacar el hilo. Luego tenemos el taller de la araña, que es para iluminar. La araña tiene un significado especial para nosotros porque este animalito nos protege. Cuando un niño nace, se bajan los hilos de la telaraña y se le colocan en su muñeca a manera de protección y también para que el niño sea tejedor. Así el niño sabrá bordar bonito, así como la araña que sabe bordar bonito porque será su don —explica Teresa Morales, anfitriona de la Casa Mundo del Algodón, donde tejedoras y bordadoras se reúnen para mostrar la grandeza de una de las prácticas más arraigadas en el Totonacapan.
Este espacio de inmersión cultural forma parte del Centro de las Artes Indígenas (cai), institución que en 2012 fue incluida en la Lista de Mejores Prácticas para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco), y durante el Festival Cumbre Tajín abre sus puertas —como lo hacen las otras quince Casas-Escuela— para ofrecer talleres, diálogos, exposiciones y otras actividades de inmersión en la cultura totonaca.
Así, Cumbre Tajín cumple 20 años volando alto y la cultura Totonaca celebra con más de cinco mil actividades en las tres sedes del Festival: Parque Takilhsukut, zona arqueológica de El Tajín y la ciudad de Papantla.
El recorrido por la Casa Mundo del Algodón inicia con la explicación del altar, donde según la maestra tradicional Teresa Morales Calderón proveniente de Manuel María Contreras, Coatzintla, Veracruz es el lugar para agradecer por las bendiciones recibidas y por un día más de vida.
Otras de las actividades de esta Casa-Escuela que tiene más de 20 alumnos, los cuales asisten al cai a lo largo de todo el año para recibir los saberes Totonacas, es el telar de cintura para confeccionar un portacelular.
En cuanto a los talleres de bordado se ubican los de tipo prehispánico y el del punto de cruz. En el primero, los visitantes deben dibujar lo que desean bordar sobre una manta y con el apoyo de las maestras elaboran asombrosos productos. En el bordado de punto de cruz, la idea es obtener una muestra de esta técnica.
A las mesas algunos curiosos llegan a preguntar sobre la actividad y, de no quedarse a bordar, tienen la opción de admirar algunas vestimentas tradicionales como el traje de novia típico del Totonacapan u otros vestidos de gala, elaborados con materiales de la región.
Al centro de la Casa Mundo del Algodón se ubica una instalación muy peculiar. La maestra Teresa Morales explica:
—Cuando el niño Jesús nació invitaron a todos para que fueran a conocerlo. Todos los animales se juntaron para ir a ver al niño excepto la abuelita que no había terminado su telar. Ella no quiso ir, porque decía que no tenía nada para ofrecerle. Al final decidió regalar su telar y fue a ver al recién nacido. Pero como había mucho lodo, la abuelita se cayó y se convirtió en armadillo. Por eso tenemos aquí una cueva con la Abuela Armadillo.
La maestra Josefa García Salazar, de Zapotal Santa Cruz, Papantla, comparte:
—Yo enseño el taller de bordado prehispánico. Aquí niños y adultos se integran para que uno les enseñe las puntadas ancestrales. Se trabaja en manta y con otras telas para hacer nuestras vestimentas. Tengo siete años viniendo a esta Casa-Escuela y llegué por una tía que me invitó a conocer el trabajo del algodón, por lo que he conocido desde la cosecha hasta el hilado y una vez que tenemos el hilo natural iniciamos el telar de cintura con el que se puede hacer un mantel, un ruedo o un rebozo.
La Casa Mundo del Algodón es uno de los espacios en los que se imparte la tradición Totonaca y cuya importancia, según Teresa Morales, radica en que “ayuda a dar a conocer lo que nosotros sabemos y que necesitamos enseñar a las nuevas generaciones para que no se pierda este conocimiento”.