—Yo aprendí a los once años. Empecé a lavar la arena, yo la lavaba en el arroyo. El proceso es lavar la arena, sacar el barro, pedir permiso a la Madre Tierra. Se hace una oración para que las piezas salgan bien. De ahí, se traslada a casa, se remoja en unas ollas grandes, se saca, se amasa, se limpia bien y se mezcla con la arena de río. La técnica es el modelado, cuando el barro se amasa, se pule y se hornea o se cuece en fuego directo. A mí me da mucho orgullo la alfarería y seguir recordando a mis abuelos.
Ellos me enseñaron a cocinar con pura olla de barro. Ellos ahorita ya no están, pero me dejaron la herencia. Me da mucho orgullo que no se pierda este arte y nuestra vestimenta —narra Juana Vázquez, de 57 años de edad, quien es originaria de la comunidad de El Tajín y es maestra tradicional en la Casa de Alfarería Tradicional Totonaca. Durante el Festival Cumbre Tajín —que se lleva a cabo del 20 al 24 de marzo, en el Parque Takilhsukut, la zona arqueológica de El Tajín y las ciudades de Papantla y Poza Rica— la alfarera comparte su conocimiento con miles de visitantes.
El programa de la vigésima edición del Festival, con el lema 20 años volando alto, ofrece diversos procesos de intercambio cultural entre el público y los integrantes de la comunidad totonaca, anfitriona y protagonista de este suceso: talleres, recorridos, ceremonias rituales, conciertos, danzas tradicionales y juegos para toda la familia, además de conciertos y encuentros de sabidurías.
En la Casa de Alfarería, Karla Lucero Hernández guía a los visitantes del Festival a elaborar figuras con barro negro y amarillo. Karla tiene 16 años de edad, es de la comunidad de San Lorenzo, El Tajín, y ha sido alumna en la Casa durante seis años. Ahora, en el Festival Cumbre Tajín, ayuda a los maestros alfareros a enseñar a los visitantes a utilizar el barro para crear artesanías:
—Me interesó aprender la alfarería para que ayudar a que se siga conociendo la sabiduría de nuestros ancestros. Es importante que esto siga porque nuestros antepasados realizaron este modelado de piezas. Hay diferentes tipos de barro, pero todo es barro, es lodo, es un preparado, y hay en negro, amarillo…
Indra Eréndira Sánchez tiene 22 años, es del municipio de Poza Rica, y ha visitado el Festival Cumbre Tajín en repetidas ocasiones. Ella platica su experiencia en el taller de modelado de piezas de barro:
—Se me hizo muy bonito el taller porque pude conocer lo que hacen los artesanos totonacas y a lo que se dedican. Me llamó la atención el barro porque me gusta todo lo artesanal y ver cómo la gente se dedica a esto, cómo es su vida cotidiana. La familia de mi pareja es de esta cultura y ellos también se dedican a la carpintería y el barro.
La Casa de Alfarería Tradicional Totonaca es una de las Casas/Escuela del Centro de las Artes Indígenas (cai), institución en la que durante todo el año los maestros tradicionales enseñan las artes Totonacas, como la alfarería, para contribuir a su salvaguardia. Los niños y jóvenes que asisten a esta casa aprenden a hacer figuras de barro con sus propias manos.
Por su labor de preservación y transmisión de las artes de tradición totonaca, el Centro de las Artes Indígenas —institución a la pertenece la Casa de la Alfarería, junto con otras 15 Casas— forma parte de la Lista Mundial de Mejores Prácticas de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.