Recuerdo que hace aproximadamente unos tres años tomé un curso sobre derechos humanos, género y discriminación, en el que, al inicio del mismo, los facilitadores nos preguntaron a todos los participantes si considerábamos que éramos discriminadores o ejercíamos actos de discriminación, y la mayoría dijo que sí, pero yo afirmé, quizá hasta orgullosamente, que definitivamente no, y que no me percibía como una persona discriminadora o que ejerciera algún tipo de discriminación. En ese mismo momento me demostraron, con varios ejemplos, cómo yo, y todas las personas, discriminamos a otras personas prácticamente todo el tiempo, lo cual provocó, por un lado, que aprendiera algo nuevo sobre mí mismo, pero sobre todo me bajó de la nube de pureza en la que yo mismo me percibía.
Recuerdo también la película de Zelig con Woody Allen, en la que una persona se adapta al medio camuflajéandose con las personas que lo rodean, lo cual su psicóloga interpretaba como una inseguridad extrema al tratar de ser aceptado por los demás. Sin embargo, toda mi vida yo lo he interpretado como el otro extremo de la discriminación que sería la asimilación. Desde luego la película es, en el mejor de los casos, una parodia, y en el peor, una burla woodylianesca con reminiscencias psicoanalíticas.
Lo que sí es cierto es que la discriminación es la negación de otro diferente a nosotros, la negación de la diferencia, y al mismo tiempo es el reflejo de nuestras propias inseguridades internas e incapacidades para la aceptación de una persona distinta a mí mismo.
Cuento todo esto por dos cosas que me interesan. Hoy, 21 de marzo, se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial que la Organización de las Naciones Unidas instituyó en 1966 en recuerdo a la protesta en contra del Apartheid realizada el 21 de marzo de 1960 en Sudáfrica, que resultó en una masacre de los manifestantes, y con la que la ONU instó a la comunidad internacional a eliminar todas las formas de discriminación racial en cualquier lugar del mundo.
Por otro lado, viene esto al caso porque en Veracruz estamos en deuda con una legislación pertinente y al día en lo que tiene que ver con los temas de discriminación e igualdad. En efecto, existe una ley estatal para prevenir y eliminar la discriminación en Veracruz, pero resulta obsoleta por muchas razones, incluyendo el hecho de que no crea un organismo contra la discriminación, lo cual ha sido y es una demanda de varios grupos de la sociedad civil como las personas con discapacidad o las incluidas bajo las siglas LGBTTTI, entre otros, quienes exigen la creación del Consejo Estatal contra la Discriminación.
A nivel nacional sí existe este Consejo, el CONAPRED, que ha venido cumpliendo una función muy importante para impulsar los temas alrededor de las problemáticas, ámbitos y acciones discriminatorias. Este organismo ha promovido la armonización legislativa en los estados e incluso ha diseñado una ley modelo para que los estados la adopten y adapten, que incluye la necesidad de crear estos consejos estatales.
De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017, el 20% de la población de Veracruz de más de 18 años percibieron haber vivido discriminación, y el 27% se les negó injustificadamente al menos un derecho.
Veracruz, al ser una sociedad multicultural, intercultural y diversa de casi nueve millones de habitantes, necesita una legislación, acciones, instituciones y autoridades que se aboquen a prevenir y sancionar las prácticas discriminatorias que todos y todas practicamos día con día.
Además, así lo mandatan muchos compromisos internacionales en materia de Derechos Humanos y de los derechos de todas las personas a vivir sin discriminación alguna, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), los Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos, y de Económicos, Sociales y Culturales (1966).
Con mayor especificidad lo establecen también los tratados o convenciones internacionales como la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial (1965), La Convención sobre todas las formas de Discriminación contra la Mujer (1979), La Convención sobre los Derechos del Niño (1989), La Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y sus Familiares (1990) y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006).
En el nivel nacional se cuenta con la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación y con la Norma Mexicana NMX-R-025-SCFI-2015 en Igualdad Laboral y No Discriminación, ésta última es mecanismo para reconocer a los centros de trabajo que cuentan con prácticas en materia de igualdad laboral y no discriminación, para favorecer el desarrollo integral de las y los trabajadores.
Por último, y en estos momentos donde se están desarrollando los planes nacional y estatal de desarrollo, es fundamental impulsar el tema de la prevención y combate a la discriminación como una política transversal y destacar la importancia de la transversalidad del derecho a la igualdad y no discriminación.
Para que no nos creamos la historia de que los mexicanos no discriminamos o que en México no existe la discriminación, como parte de la historia y credo oficial que nos inculcaron desde la primaria, es imprescindible colocar al fenómeno discriminatorio como un tema central en los grandes problemas que aquejan a México y a Veracruz.
La discriminación es un mecanismo de preservación de las desigualdades y del poder que limitan el acceso a los derechos, lo cual desde luego tiene que pasar por una redistribución de la riqueza y de las condiciones de acceso al conocimiento, la cultura y el desarrollo en igualdad para todos y todas.
No se trata de llegar a ser como Zelig porque esa opción también nulifica nuestra propia personalidad e identidad, y nuestras diferencias como individuos y personas. Pero sí se trata de hacer un esfuerzo de autoconciencia para darnos cuenta que, como seres humanos, hacemos distinciones que en muchas ocasiones pueden lastimar a otros o negar a otros. El primer paso es reconocer que todos lo hacemos, el segundo es evitarlo y eliminarlo de nuestras acciones.