Las amenazas y los hechos violentos que ha emprendido el llamado Cartel Jalisco Nueva Generación, en contra del gobierno morenista de Cuitláhuac García Jiménez, son en parte herencia de la administración anterior que, como Javier Duarte y Fidel Herrera, dejaron hacer y deshacer a los miembros de la delincuencia organizada procurándoles impunidad, pero también son el resultado de un gobierno sin experiencia, improvisado, carente de sentido común; de un gobierno que es resultado del cariño que un político como Andrés Manuel López Obrador le profesa al paisano que nos gobierna, sin reparar en las consecuencias que esto implica, incluso para el buen desarrollo de su proyecto político, que ha puesto a los veracruzanos en el filo de la navaja al pegarle al avispero y desatar una guerra sin sentido en contra del grupo criminal más peligros que opera en el país. Según informes que se publican en distintos medios, ese cartel cuenta con tantos recursos económicos, tecnológicos y de armamento, que está en condiciones de enfrentar a la propia federación con la que estableció un acuerdo de no agresión, sin embargo en Veracruz las cosas son distintas. Lanzarse como El Borras en contra de los integrantes del CJNG amenazando con su exterminio, estando en condiciones de desventaja e incumplir a la policía del estado con los aumentos que les ofreció el nuevo gobierno, incluso les bajó el sueldo, equivale a dejar solos a los ciudadanos frente a un ejército de delincuentes totalmente libres porque la policía veracruzana, por lo que le pagan y con promesas que no les cumplen, mejor huyen para poner a salvo sus vidas. Veracruz vive en estos momentos la peor pesadilla de su historia en términos de violencia.