Luego de décadas de un presidencialismo imperial, autoritario y corrupto, que no admitía contrapesos, la idea de la revocación de mandato, es decir, despedir al Presidente, es por demás seductora. Sin embargo, planteada en un escenario donde las consultas públicas se hacen a modo y sólo se legitiman los intereses del mandatario, ha prendido las alarmas de la reelección.
El jueves pasado, la Cámara de Diputados aprobó el dictamen para que el Presidente de la República pueda someterse a una consulta de revocación de mandato y que se aplicaría por primera vez en 2021, durante la elección intermedia. La intención de que el Presidente comparta su altísima popularidad con los candidatos de su partido es cínica y evidente.
Si bien la elección intermedia se jugaría con dados cargados –que Andrés Manuel esté en la boleta electoral es un cheque en blanco para los desconocidos candidatos de Morena-, lo que realmente preocupa a muchos sectores es la posibilidad de una reelección presidencial. Ya antes los presidentes y gobernadores habían impulsado más allá de la ley a sus candidatos, pero ninguno había imaginado siquiera sepultar el sufragio efectivo, no reelección.
De inicio, la revocación de mandato en estos términos resulta tramposa. En una misma jornada, se elegirían cargos de elección popular, al tiempo que se decidirá si el Presidente continúa en el cargo. Los primeros contenderán contra otros candidatos, en cambio, López Obrador no lo hará contra nadie. Con los actuales índices de popularidad a su favor, la consulta sobre su permanencia sólo servirá para hacer campaña a favor de Morena sin que la ley se lo impida.
Esta es la razón por la que, una vez que la revocación ha sido aprobada, se han lanzado –tal vez a destiempo-, una serie de propuestas para desvincular el proceso electoral intermedio de una consulta en la que participe sólo el presidente, sin que esto tenga una influencia directa en el resultado de otros candidatos.
Luis Carlos Ugalde, ex presidente del Instituto Federal Electoral –hoy INE- ha lanzado una propuesta de modificación al texto original, atendiendo tres aspectos específicos: que se celebre en diciembre 2021, y no durante jornada electoral; que no pueda ser solicitada por el Presidente; y que en la Constitución se diga que una consulta NO puede usarse para permitir reelección.
En el primer caso, en efecto, habría más equidad en la contienda. Los candidatos de Morena ya no podrían subirse a las valencianas de Andrés Manuel y tendrían que ganar la elección por sus propios méritos. Un proceso electoral y una consulta sobre la revocación de mandato no son la misma cosa, por tanto habría que realizarse en fechas diferentes.
Los fanáticos del morenismo han empezado la descalificación abierta, justificando que la realización de dos jornadas durante un mismo año representaría un gasto adicional; este argumento nunca fue esgrimido cuando se trató de las consultas públicas sobre el nuevo aeropuerto y la plata hidroeléctrica. En todo caso, si el gobierno federal no tiene dinero, entonces que no la convoque.
El segundo aspecto es que la consulta no pueda ser convocada por el Presidente. Otra vez operan los dados cargados. La revocación de mandato es un instrumento que sólo puede utilizar el Presidente, por lo que si sus niveles de popularidad descienden, no se vería en la obligación de convocarla. Pero al mismo tiempo, tampoco hay necesidad de una consulta si los índices de popularidad se mantienen hasta ahora.
Un verdadero ejercicio democrático será cuando el Congreso o la Suprema Corte de Justicia, puedan determinar que existen las condiciones para que se someta a consideración de los ciudadanos la revocación de mandato de un Presidente. De otra forma, ningún Presidente es tan ingenuo como para invitar a su propio funeral, y si no, pregúntenle a Nicolás Maduro.
Por último, la reforma que propone Ugalde pide que la Constitución sea explícita en que una consulta NO puede usarse para permitir reelección. Es decir, bajo la premisa de que un periodo de gobierno se puede recortar, ¿entonces por qué no podría ampliarlo? El Presidente podría modificar la duración de la Presidencia tan sólo con una consulta y no necesariamente con una elección. Si el pueblo es capaz de decidir que se quede, también puede decidir que cumpla con otro periodo.
Hasta ahora, el dedito del Presidente dice que no a la reelección, como lo dijo tantas veces respecto a sus múltiples candidaturas presidenciales.
Las del estribo…
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