Por Luis Manuel González García
No abonaré a engrosar el debate sobre el tema Yalitza Aparicio, porque no hay razones lógicas para esas posturas antagónicas que han puesto a “opinadores” de las redes sociales y actores en decadencia de lado de los malos, malinchistas, hijos del patriarcado, envidiosos y estúpidos que han osado criticar algún aspecto de la actriz del filme Roma, o de los buenos defensores de la “belleza” y talento inconmensurables de la oaxaqueña.
No lo haré porque no tiene sentido, al final estamos viendo una telenovela de Televisa, una historia de las princesas de Disney, estamos viendo Mujer Bonita, con personajes más locales pero los elementos argumentales son los mismos.
Una advertencia: no cuestiono los méritos actorales o la capacidad histriónica de la Maestra Yalitza, eso es otro asunto, del que no se mucho, el foco de esta opinión es más bien la situación general, el mensaje estetizante, lo que en el fondo se quedará cuando la moda pase en pocas semanas.
Al igual que un príncipe azul encantador debe ir a rescatar a una indefensa princesa de la que no sabe nada, a quien se llevará y vivirán felices para siempre aunque no habían cruzado ni dos palabras antes del primer beso, en nuestra historia un encantador director mexicano ganador de premios Oscar, irá a rescatar a la indígena oaxaqueña que conoce en un casting donde participa de chiripa, ella iba de acompañante según dice la leyenda urbana, de ahí el arrojo valiente, o poseer todos los contactos y consensos en la industria mundial del cine, abrirán las puertas llenas de ortigas a la película Roma y de pilón a la nueva actriz, consagrada por el público, del cine mexicano, la princesa Yalitza.
Hasta ahí, una historia de golpe de suerte tan comunes en la industria del entretenimiento, lo que sigue, es la locura.
La Academia Americana del Cine juzgó que esa primera actuación debía ser merecedora del máximo premio de la industria, sin que la actriz tuviera formación alguna, por lo que el mérito podría ser más del director que de ella, bueno eso no es tan raro, Jennifer Lawrence, una de las mujeres más bellas y versátiles de Hollywood no estudió actuación formalmente y ya dio su discurso con la estatuilla en las manos.
Luego de la fama Yalitza se convirtió en vocero de las trabajadoras domésticas en la OIT, yo pensé qué hay decenas de mujeres que han luchado toda la vida por los derechos de las trabajadoras domésticas en México, pero bueno ella no han salido en Roma, su voz no tiene ese poder que da el haber caminado con un vestido de diseñador sobre la alfombra roja, aunque la vocero nunca fue trabajadora doméstica, excepto en la actuación. Debe ser buena desde luego que convenció a la OIT que deveras era empleada doméstica.
Después en vocero de las mujeres de la misma ONU, bueno dije yo (en mi ignorancia) ahora si me confundieron, hay centenas de mujeres científicas, actrices de carrera, cantantes, artistas diversas, políticas, maestras, activistas mexicanas que tendrían mucho más que decir, sí pero ellas no caminaron por la alfombra roja, a sus palabras les faltaría ese halo de semidivinidad que otorga la alfombra roja de Los Ángeles, la portada del Vanity Fair, del Tv Notas.
Concluyo, me enferma pensar que nuestros niños se queden con la idea que el trabajo intenso, la preparación, el estudio, luchar, arriesgarte, son ideas sobrevaloradas que ya no tienen sentido, que es mejor tener un golpe de suerte, que un príncipe encantador venga a rescatarte del anonimato y te lleve a vivir al palacio encantado, donde puedas bailar en el palacio de mármol con tus zapatillas de cristal y vivas feliz para siempre, es el sueño de Hollywood, de Televisa, de TV Azteca. Me preocupa que tenga tanto poder la farándula, que estemos educando a los jóvenes para admirar sin pensar, que la única fama que importa es la de la industria del entretenimiento.
Prefiero seguir creyendo que el mundo se ve más auténtico desde la carroza cuando es apenas una calabaza.
La educación no tienen quien le escriba.