En Veracruz, las historias de diputados locales que cambian de camisa han sido más o menos frecuentes en la última década.
Hay perredistas que han brincado a Morena, como el ex legislador por el distrito de Poza Rica, José Kirsch Sánchez; priistas que se han declarado “independientes”, como el plurinominal Juan Carlos Molina de forma reciente; o militantes de Morena que han salido de esa fuerza política para sumarse al PAN.
Esos virajes han sido más o menos normales; y son reflejo de los tiempos políticos que corren en nuestro país.
Hace décadas era inconcebible que un político cambiara de partido porque había formación y consideraciones ideológicas que lo impedían. Hoy no es así y vemos que con relativa facilidad cambian de grupo o de partido.
En el pasado reciente, durante la anterior legislatura veracruzana, el diputado local Sebastián Reyes Arellano llegó por Morena; todavía no se acomodaba en la curul cuando renunció a esa bancada, rompió y echó a la basura los estatutos de su partido, se declaró independiente y terminó en Acción Nacional.
Sin trayectoria ni carrera política, el sujeto se fue como llegó, con unos pesos en el bolsillo pero sin futuro político y cargando el sambenito de la traición.
Otro caso: Eva Cadena Sandoval era legisladora de Morena; fue exhibida cuando presuntamente colectaba dinero para el proyecto de López Obrador; posterior a ello se separó de la curul por un tiempo y al regresar renunció al movimiento que la llevó al Congreso local para ser “independiente”, aunque en los hechos era una diputada con quien contaba la fracción panista.
Judith González Sheridan no protagonizó un escándalo de corrupción como el de Eva Cadena, pero sobre ella también pesa el estigma de la traición: era diputada de Morena y renunció a ese partido para declararse, al igual que Cadena Sandoval, legisladora “independiente”; terminó en el Partido Nueva Alianza como candidata a la gubernatura; en su aventura electoral, González Sheridan hizo en ridículo: menos de 40 mil votos y ni siquiera llegó al 1 por ciento.
Poco después de la salida de González Sheridan, en 2018, el diputado local veracruzano Nicolás de la Cruz, también de Morena, renunció al partido en el marco de la contienda electoral y en mayo expresó su apoyo a la candidatura de Miguel Ángel Yunes Márquez, de la alianza PAN-PRD-MC. Con ello, De la Cruz se convirtió en el cuarto legislador de Morena que durante la pasada legislatura del Estado renunció a esa fuerza política y terminó en el PAN.
¿Qué tienen en común esos 4 ex legisladores?; primero, que fuera de su paso por el Congreso local, ninguno de ellos tenía trayectoria o peso político propio; eran, digamos, inventos de Morena que traicionaron a su partido; segundo, los cuatro, Sebastián Reyes, Eva Cadena, Judith González y Nicolás de la Cruz, desaparecieron del mapa político veracruzano y quedaron marcados con el sello de la traición.
El tema viene a cuento por la reciente fractura registrada en la Legislatura local. Si bien fueron seis los diputados de diferentes fuerzas que se unieron a la causa panista para sostener en la Fiscalía General del Estado a Jorge Winckler, sólo uno de ellos tenía nexos con Morena, Érick Iván Aguilar, quien llegó al Congreso local por el PT; los demás eran perredistas, del MC, del PES y del PRI, pero de ellos se hubiera esperado que tarde o temprano jugaran sus cartas de acuerdo con su conveniencia.
El caso de Érick Iván Aguilar, de Misantla, es diferente; aquí si entra el señalamiento de traición y, por consiguiente, el deslinde de Morena.
Veremos, a fin de cuentas, cuál es el futuro político de este antiguo aliado de Morena, quien podría darse cuenta tarde o temprano de que, como Esaú, personaje bíblico, cambió sus derechos de primogenitura por un plato de lentejas. @luisromero85