En este proceso de transición, un aliado incondicional del Presidente Andrés Manuel ha sido la falta de memoria de los mexicanos. No tenemos memoria histórica pero tampoco de corto plazo. Olvidamos con facilidad cómo se ha construido este país –donde los enemigos entre sí pueden ocupar un mismo espacio entre los héroes nacionales-, o las innumerables contradicciones de nuestros gobiernos recientes.

Esta falta de memoria permite que, en el contexto internacional, López Obrador desconozca el valor de la política exterior de Lázaro Cárdenas, uno de los íconos ideológicos de la cuarta transformación.

Dictadores han existido siempre. Ante ellos la posición del gobierno mexicano ha respondido no sólo a sus principios de política exterior sino fundamentalmente a la formación política e ideológica del Presiente en turno. Desde la protección a los perseguidos de la dictadura franquista que hizo Lázaro Cárdenas o la del exilio chileno durante Luis Echeverría, hasta la frívola diplomacia del “comes y te vas” de Vicente Fox.

Por si los seguidores del Presidente lo han olvidado o no lo sabían, basta recuperar la historia de lo que representa la dictadura y el exilio de pueblos hermanos.

Los historiadores estiman que México acogió a cerca de 25 mil refugiados españoles durante el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas. De estos refugiados, se generó una inmigración intelectual que marcó al país para siempre. Los refugiados españoles ayudaron a crear «La Casa de España en México», hoy llamada «El Colegio de México» y el «Fondo de Cultura Económica», así como a reforzar el profesorado de la «UNAM» y el «IPN». Entre otras muchas aportaciones de los cientí­ficos españoles refugiados fue creada la revista Ciencia.

Cárdenas abrió las puertas de México a España, como un ejemplo universal de rechazo a la dictadura de Franco. Treinta años después, la historia se repetiría con el exilio chileno tras la muerte del presidente Salvador Allende y la implantación de un régimen militar.

Entonces embajador en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá cuenta en sus memorias que mientras las calles de Santiago se llenaban de muertos, la embajada de México se abría para dar a los perseguidos una esperanza de vida. “No se le negó la entrada absolutamente a nadie”, recuerda el diplomático. Desde el día 15 de septiembre y hasta junio de 1974, cinco aviones fletados por el Gobierno mexicano sacaron de Chile a 756 personas que encontraron refugio en la embajada, entre ellos, la familia del presidente asesinado.

Hoy, ante la crisis política en Venezuela, México ha utilizado el subterfugio de una política exterior que reconoce la autodeterminación de los pueblos, para excusarse de la condena internacional en contra de la dictadura de Nicolás Maduro. El Gobierno de México no desconocerá al gobierno de Nicolás Maduro, y por tanto, tampoco reconocerá al Presidente de la Asamblea Nacional como Presidente interino.

Este miércoles, miles de venezolanos –oficialistas y opositores- salieron a las calles, en una fecha simbólica para aquél país: El 23 de enero de 1958, un movimiento cívico-militar derrocó al gobierno del dictador Marcos Pérez Jiménez, quien abandonaría el país con rumbo a República Dominicana. Retornaba la democracia tras una dictadura de cinco años.

Seis décadas más tarde, Venezuela vuelve a vivir una revuelta social de resistencia a un gobierno militar. Ante la proclamación del líder opositor Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, México confirmó mantendrá relaciones diplomáticas con el gobierno de Nicolás Maduro.

Hasta la noche, el Presidente López Obrador no se había pronunciado sobre la crisis política venezolana, a la espera de los acontecimientos. A través de un comunicado, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), indicó que «México no participará en el desconocimiento del gobierno de un país con el que mantiene relaciones diplomáticas». Antes, los Presidentes apostaban por el exilio, no por el dictador.

Aunque sus seguidores guarden silencio, la posición de López Obrador frente a Maduro no es la de los mexicanos, es sólo la de su gobierno. El grito de “Viva México” del dictador durante su toma de protesta, no es más que un vergonzoso capítulo en la brillante historia de la diplomacia mexicana.

Las tiranías, tarde o temprano, tienen un final trágico.

Las del estribo…

  1. El Presidente López Obrador entregó el control de los medios públicos del Estado a sus defensores y propagandistas periodísticos y académicos, como los identifica acertadamente José Homero. Hay preocupación porque los nuevos titulares de Notimex y RTC recibieron el premio a su militancia y no a su trayectoria. Se convirtieron en lo tanto rechazaron: burócratas al servicio del régimen. Habrá que conocer la nueva narrativa de la información oficial.
  2. El Congreso local se ha convertido en un vodevil de escándalo nacional: toques de queda para evitar feminicidios y la defensa del Fiscal a mordidas por parte de la diputada #ladygranboa –con vacuna antirrábica de por medio-, exhiben el penoso estado de la política en el Estado. La tragicomedia jarocha amenaza con ponerse aún peor.