La erupción del volcán Tambora, en la isla indonesia de Sumbawa, en el año 1815, fue la más poderosa jamás registrada, como ya os explicamos. Sin embargo, podemos establecer el poderío del volcán también con otros parámetros.

Por ejemplo, calculando cuál ha sido la mayor erupción efusiva, es decir, cuando en un volcán fluyen ríos de lava en vez de erupcionar violentamente. En tal caso, el récord lo ostenta otro volcán.

Erupción efusiva

El Kilauea, en la Isla Grande de Hawái, es un ejemplo paradigmático de erupción efusiva, pues desde 1983 la lleva fluye de forma ininterrumpida. No obstante, erupciones efusivas de esta magnitud no son comparables con las sucedidas en tiempos prehistóricos.

Se sostiene que, hace unos 64,8 millones de años, una sola erupción efusiva relacionada con el Trap de Mahabaleshwar-Rajahmundry, en Andhra Pradesh, India, generó 9.300 kilómetros cuadrados de ríos de lava, es decir, unas 3.000 o 4.000 veces más lava que la originada hasta la fecha por la erupción actual del Kilauea.

Las mesetas de lava volcánica también son un buen testigo de la extraordinaria actividad volcánica del pasado de la Tierra. Durante épocas pretérita se han producido inmensas cantidades de magma volcánico (roca derretida bajo la superficie), que se ha extendido sobre grandes áreas. Nunca hemos sido testigos directos de estos fenómenos, pero existen enormes estancamientos de lava oceánicos que demuestran que así fue. La meseta de Ontong Java, en el sureste del océano Pacífico, por ejemplo, se originó hace unos 120 millones de años y a ello se sumó un fenómeno volcánico más discreto ocurrido hace unos 90 millones de años.

Otras dos mesestas del suroeste del Pacífico tienen una edad y una composición similares, por lo que se cree que se formaron como una sola meseta de lava. Las tres juntas, pues, cubrían el 1 % de la superficie de la Tierra y consistía en 80 millones de kilómetros cuadrados de magma de basalto.

Con información de Xataka Ciencia