En biología, para aprender sobre el presente de una especie no hay nada como trabajar para comprender su pasado. Por eso, cuando algunos científicos del Instituto Max Planck para la Antropología Evolutiva quisieron estudiar la evolución del cerebro humano decidieron que los neandertales tenían mucho que decir al respecto. Y para ello agradecieron los escarceos amorosos que algunos de nuestros antepasados tuvieron con ellos miles de años atrás.
Concretamente, se centraron en la forma del cerebro y el cráneo. Sin duda, uno de los grandes rasgos que distinguen al Homo sapiens de otras especies, como los propios neandertales, es la forma redondeada o globular de su cerebro y su cráneo. Se sabe que algunos europeos, que presentan fragmentos concretos de ADN neandertal en su genoma, tienden a tener la cabeza un poco menos redondeada. Por eso, en busca de los genes que intervienen en el desarrollo del cerebro tomaron muestras de ADN de algunas de estas personas, con el fin de localizar cómo ha repercutido en él el legado neandertal.
Pistas sobre la evolución del cerebro
Para la realización del estudio, que acaba de publicarse en Current Biology, tomaron muestras de ADN de 4.500 personas, a las que se realizó un análisis de su genoma y una exploración cerebral a través de resonancia magnética. El objetivo era identificar genes y vías biológicas relacionadas con la globularidad cerebral. Se sabe que muchos europeos presentan fragmentos de ADN neandertal en sus células, pero distintas personas pueden mostrar distintos fragmentos, por lo que era necesario comparar muchos. Además, también tomaron un cráneo de neandertal y otro de humano, con el objetivo de compararlos entre sí y con los de los participantes en el estudio.
Finalmente, entre los fragmentos de ADN procedentes de genoma neandertal, lograron identificar en los cromosomas 1 y 18 dos concretos que parecía correlacionarse con una disminución de la redondez. Además, a estos fragmentos pertenecen los genes VBR4 y PHLPP1, ambos vinculados al desarrollo cerebral. Concretamente, VBR4 se asocia a la generación de neuronas, mientras que PHLPP1 está involucrado en el desarrollo del aislamiento a base de mielina que se deposita en torno a las proyecciones de las células nerviosas.
Se conoce que la interrupción de cualquiera de esos dos genes puede interferir en el desarrollo cerebral, por lo que está claro que están muy involucrados en él. Ahora bien, qué tienen de diferente estos genes en los humanos que cuentan con los fragmentos de ADN neandertal?
Al analizarlo comprobaron que en aquellos que poseían el fragmento neandertal en el que se encuentra VBR4, este se encuentra ligeramente regulado a la baja en el putamen, mientras que los que poseen el fragmento que alberga PHLPP1 muestran una expresión algo más elevada de dicho gen en el cerebelo. Ambas regiones cerebrales están implicadas en procesos relacionados con el movimiento. Sin embargo, los investigadores advierten que la presencia de estos fragmentos no supone nada más que una pequeña diferencia en la globularidad cerebral. De hecho, dicha diferencia es tan mínima que para poder distinguirla es necesario recurrir a muestras muy grandes de humanos. De cualquier modo, esperan poder repetir el proceso con muestras aún más extensas, con el fin de localizar más genes cuya expresión se vea modificada en personas con algo de genoma neandertal oculto en el suyo propio. Así, aquellos hombres y mujeres con los que se aparearon nuestros antepasados podrían ayudarnos a entender cómo nuestro cerebro ha llegado a convertirse en lo que es hoy en día.
Con información de ALT1040