Por Luis Manuel González García

Por mera oposición a la Reforma del sexenio anterior, la propuesta de reforma constitucional presentada  el día de ayer por el Ejecutivo Federal, tendría que etiquetarse como la “la bien llamada Reforma Educativa”, pero su contenido desde estos inicios del proceso legislativo dejan mucho que desear. Errores y problemas conceptuales, omisiones inaceptables, problemas de redacción caracterizan al documento publicado en la Gaceta Parlamentaria de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Si la una era la “mal llamada Reforma Educativa”, esta comienza a calificar para la etiqueta: “mal parida Reforma Educativa”.

Los problemas conceptuales son enormes, hacen ininteligible el planteamiento global. Incorpora de la nada dos principios que deberán regir la educación que, además de excluirse mutuamente, no aportan nada pero añaden complejidad, dice que debe ser: equitativa y de excelencia.

Si es equitativa debe procurar ofrecer las mismas oportunidades a todos, supliendo las deficiencias cuando existan, pero si es de excelencia debe privilegiar el máximo desempeño como producto deseable (si acaso es la idea de excelencia que tiene el Ejecutivo en mente), es decir en el nuevo texto constitucional la educación atiende a dos principios en las antípodas: es una educación que no sabe lo que quiere, si nivelar, normalizar, “emparejar” el desempeño  educativo nacional o promover y fortalecer el máximo desempeño, la excelencia, sin importar quién, cómo y cuántos lo alcancen.

Después, en la enredada exposición de motivos dice que habrá de “colocar en el primer plano el reconocimiento de la función magisterial…”, pero en el tercer párrafo de la propuesta de artículo dice: “En las niñas, niños y jóvenes, radica el interés supremo de la impartición de educación por parte del Estado…”. De nuevo ¿el primer plano son los maestros o son los alumnos?¿Qué pasa cuando los intereses de unos colisionan con las pretensiones e intereses de los otros? Según la exposición de motivos debe prevalecer el derecho de los maestros, según el texto debe ser el derecho de los alumnos.

Se deroga la fracción III sin mayor explicación, lo que elimina la obligación de concursar las plazas de ingreso y promoción dentro del magisterio. Esta decisión abre la puerta a la venta de plazas, la herencia de plazas, la corrupción, el pase automático, y sobre todo a la meritocracia sindical para obtener promociones que tanto daño ha hecho por años a la educación nacional. La única garantía, el único elemento que garantizaba en alguna medida que solo los mejores aspirantes llegaran a las aulas, el único garante para padres de familia y alumnos, era ese concurso para ingreso y promoción, en la “mal parida Reforma” se habrá ido para permitir a la CNTE, al SNTE y las decenas de sindicatos estatales lucrar con las plazas.

Aunque Esteban Moctezuma en conferencia de prensa habló de listas de prelación y proceso de ingreso, la iniciativa no contempla nada de eso y las leyes secundarias no pueden enmendar las faltas de la Constitución, solamente reglamentar su contenido.

Se eliminó la fracción VII donde se contenía la autonomía de las universidades. Apresurados y avergonzados el día siguiente dijeron que fue un “error de transcripción”, pero ese pequeñísimo error está en una propuesta formal entregada como definitiva al Congreso de la Unión. A la hora de escribir este artículo solo por redes sociales han señalado que lo corregirán pero no han dicho el mecanismo ni el contenido, por ahora la autonomía universitaria se desvaneció de un plumazo.

Dice la exposición de motivos que “[los maestros] transmiten el conocimiento en las aulas”, imagínense el retraso enorme en la conceptualización de la profesión docente: transmisores de conocimientos, es una vergüenza. Hay amplios consensos profesionales en el sentido que los maestros son gestores, constructores de aprendizajes.

Hay una joya de la mala redacción que transcribo por divertida: “La abrogación de la “Reforma Educativa” es carente de una visión integral para atender las necesidades educativas nacionales conlleva la presentación de un proyecto alterno” Osea ‘la propuesta que les presento carece de visión integral para atender las necesidades educativas nacionales y requiere de algo mejor’, entonces ¿para qué la presentan si la reconocen como insuficiente?

Concluyo para no cansarlos que la iniciativa propone eliminar un organismo autónomo como era el INEE para sustituirlo con un Centro con autonomía técnica únicamente, dependiente del Secretario de Educación Pública, con más burocracia (7 consejeros en lugar de los 5 del INEE) con funciones muy borrosas, apenas inteligibles en la propuesta. Un ataque frontal a la democratización de la administración de la educación pública.

Es la “mal parida Reforma Educativa”, esperamos que los señores legisladores hagan su trabajo y le pongan puntada fina a las costuras de este espantoso monstruo del Doctor Frankenstein, que nos presentaron como la respuestas a las peticiones y reclamos de alumnos, maestros y padres de familia y de todos a quienes la educación (que no tiene quien le escriba) nos interesa y dedicamos la vida a ella.