Hay mujeres que pintan un día y son buenas, hay otras que pintan un año y son mejores, hay quienes pintan muchos años y son muy buenas, pero hay las que pintan toda la vida, esas son las imprescindibles, Mercedes Cesari es una de ellas, se ha pasado la vida pintando, ya obedeciendo a un mandato del destino o de la vida, ya por terquedad, ya por elemental necesidad existencial. El miércoles 12 inaugurará la exposición Honrando la vida, para tener más detalles de la muestra y de su trayectoria, platiqué con ella:
«Yo crecí en Taxco, tuve una infancia muy linda porque era un pueblo muy estético, lleno de artesanos y de artistas, entonces, siempre estuve rodeada de impresiones amables, bellas. Estaba rodeada de estímulos, estaba inmersa en procesos creativos todo el tiempo y eso fue maravilloso. Las impresiones de las que te rodeas son el alimento del alma y he tenido la suerte de vivir siempre en lugares bellos, eso es una bendición.
«Desde siempre estuve dibujando y pintando. Estudié diseño de interiores y luego estuve de oyente en la Academia de San Carlos con Gilberto Aceves Navarro y algunos otros buenos maestros, pero no salí buena estudiante y me fui por la libre. Luego, por buscar la manera de alimentar a mi hijo, tuve que realizar otras actividades, pero nunca he dejado de pintar porque es mi regalo, pintar es un alimento para mí.
«De una manera más profesional, empecé en Ixmiquilpan, Hidalgo. Viviendo ahí hice un trabajo para la Universidad del Valle del Mezquital, fue una investigación sobre el pueblo hñähñu y sus procesos productivos, esto incluyó acuarelas del pueblo hñähñu y un centenar de fotografías sobre lo más importante de la región de influencia de la Universidad. Con ese material, se hizo un museo interior en la escuela con el propósito de que los alumnos hñähñu le dieron más relevancia a su cultura y un sintieran orgullo por lo que son como pueblo.
«Yo soy hija de españoles, mi mamá es refugiada de la guerra civil española y mi papá es hijo de españoles, y ellos nos inculcaron un respeto y un amor por México por agradecimiento a lo que habían recibido de él, entonces, México era un tema muy importante para mí, tengo una colección bien grande de mujeres de México, pero de repente me encabronó mucho, dije es que no puede ser que estemos como estamos, no puede estar más podrido el país y la sociedad civil no se involucra en nada, que se pudra el de al lado, que se joda el otro. Entonces dejé de tomar a México como tema, pero espero volver a él (risas).
«Viví en Puerto Vallarta, Veracruz, Ixmiquilpan, Cuernavaca, Taxco, San Luis Potosí, tres veces en el DF, siempre cambié de lugar y hace 20 años dije me voy a Xalapa, porque era un excelente lugar para que mi hijo creciera y se desarrollara, y así fue, estudió música, es de la primera generación de licenciatura de JazzUV. Este es el lugar en el que más años he vivido, pero nunca he vivido en Xalapa, primero viví en El Aguacero, por el campo militar, luego viví en Banderilla y ahorita estoy entre La Concha y Coatepec.
«Cuando me vine a Xalapa, en el Museo de Antropología expuse un mapa de la región central del estado de Veracruz. Me tardé un año en hacerlo, son cuatro hojas de acuarela en las que están todos los pueblos y hay estampas en acuarela de cada uno en las que está su arquitectura, su paisaje, sus cultivos: caña, mango, fincas de café.
«Por veintitantos años me clavé fuerte en la acuarela, después de esta exposición, empecé a experimentar con otras técnicas: el acrílico y el óleo. También expuse en Querétaro, en la galería Libertad, con el grupo Alebrije. También expuse en la Ciudad de México, en el centro veracruzano.
«De tanto pintar la acuarela, sí tomé un dominio bueno de la técnica, pero llegó el momento en que me causaba angustia porque en la acuarela no tienes marcha atrás, una vez hecho algo, así se queda, y si perdiste la luz, ya no puedes hace nada, entonces, cuando tienes que terminar un trabajo y entregarlo, es muy estresante. Al sentir esto dije yo siempre he pintado de una manera lúdica y no quiero perder eso, no quiero dejar de pintar porque se vuelva ansioso, o exponerme a que se convierta en algo que nunca ha sido para mí, por eso hice a un lado la acuarela un rato, pero siempre ha sido mi técnica principal.
«Ahora voy a presentar una exposición que se llama Honrando la vida, habla de dos cosas: de cómo los humanos estamos destruyendo la tierra y de nuestra comodidad de no dar ni un pasito adelante, cada vez somos más destructivos, más jodidos como humanidad, en vez de prosperar, creo que vamos para atrás. La exposición es una reacción a las guerras, la avaricia, la historia del hombre que culmina matando a su madre que lo alimenta, pero no me meto en imágenes agresivas porque lo que quiero honrar es a la vida, no a la destrucción de la vida. Trato de hacer un trabajo desde la perspectiva de la emoción viva, o sea, trato de estar presente yo misma en el momento de estar realizando la obra, no estar con la máquina pensante a todo lo que da, sino de estar verdaderamente desde la sensación del cuerpo, porque de esta manera la emoción comunica con bastante más fuerza.
«En esta muestra hay acuarela, óleo, acrílico y alguna mixta, pero básicamente son acuarelas. Toda mi carrera ha sido figurativa, en esta muestra hay cuadros que se vuelven un poco abstractos porque presentan una visión muy específica de algo y al sacarlos del contexto, puede ser que no sepamos qué estamos mirando. Por ejemplo, tengo un cuadro que es el ojo de un elefante en el que se refleja un ser humano. Otro es el ojo de una ballena y tiene un texto que dice ‹no está chido compartir el planeta con ustedes›, y en el ojo se refleja una bolsa de plástico que va cayendo. Hay otros que pueden pasar por abstractos como uno que es un fragmento del fondo del mar, otro que es una ola vista de muy cerca.
«Honrando la vida se va a inaugurar el miércoles 12 de diciembre, a las ocho de la noche, en la Galería Ramón Alva de la Canal. Espero que mucha gente vaya a la inauguración y que los que no puedan ir, vayan a visitarla otro día, va a estar hasta el 19 de enero».
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