Por Luis Manuel González García
Recientemente leí a una compañera maestra que se quejaba amargamente porque en invierno en algunos de sus alumnos “se acentuaba” la falta de aseo. Los comentarios de algunos de sus contactos le daban razón y culpaban a los padres de familia, le recomendaban apartarlos, regresarlos a casa, le concedían la razón en sentir asco, disgusto, molestia por los malos olores, los piojos, el mal aliento, en fin.
Pareciera que la maestra tiene razón, porque educar alumnos que huelen mal, a orines, a sudor, a hacinamiento, que tienen el cabello desarreglado y sucio, que tienen las uñas largas y negras, que tiene la nariz verde de mocos, acercarse a ellos, tocarlos, sonreírles, hablarles de cerca, es difícil ¡claro que es difícil! máxime si por educación o crianza nuestros estándares de aseo son altos y nuestra nariz sensible o delicada.
Pero, los niños no tienen la culpa, a veces su papás, abuelas o tutores, tampoco.
Nuestros niños cargan con infinidad de situaciones sobre las que no tienen control, ellos son el elemento más delicado y sensible de las familias, a veces no entienden que están sucios, que van despeinados, que sus uñas causan malestar, que tener piojos no es sano; simplemente viven así, es la vida que les tocó.
Algunos no ven a sus padres en todo el día, cuidan o son cuidados por otros de sus hermanos, no tienen agua corriente en casa, menos agua caliente para bañarse por la mañana o la noche cuando hace más frío. Otros sufren maltratos diarios, les ponen las manos encima para golpearlos, o abusar de ellos, no para cortarles las uñas o expurgarles los piojos. Unos más simplemente tienen padres que se criaron exactamente así, en la falta de aseo y les parece lo mas normal del mundo.
No es fácil, se requiere aplomo para no reaccionar ante el picoso olor a orines, a la falta de aseo después de ir a defecar…justamente un niño que huele mal, no necesita más muestras de desagrado, de repulsión, de asco, necesita un poquito de piedad y amor.
Es más fácil hacer gestos, comentarios ofensivos o despectivos, exhibirlos, pero piense un minuto, la mayoría de las personas recordamos en forma negativa a algún adulto (familiar, maestro, conocido, etc.) que siempre desaprobaba algo de nosotros, algo que no podíamos o queríamos cambiar ¿cómo le hacían sentir sus comentarios? ¿lo recuerda con gratitud o con cierto dolor envuelto en agradecimiento de negación?¿así queremos que nos recuerden nuestros alumnos?
Le sugiero que antes de ofrecer “tratamiento” a un niño que huele mal (más en invierno), que tiene piojos, uñas largas, primero trate de averiguar las circunstancias que lo tienen así, trate de entenderlo, de ponerse en sus zapatos.
Si es algo simple como uñas largas, tenga un cortaúñas en el salón (cuestan 20 pesos) y enséñeles a cortárselas, quizás usted le dedicará el tiempo y la atención que nadie más hará, quizás su acción sea el mejor recuerdo de su vida.
Sé que suena exagerado pero ahora hay toallitas húmedas de muy bajo costo y pueden resolver, en forma temporal y de emergencia, algunos problemas.
Estará pensando que la escuela tiene el deber de formar en hábitos de higiene, de pedir a las familias que contribuyan, que hacer el trabajo de ellos solo hace padres más descuidados, que usted no tiene porque gastar más.
No lo discuto.
Simplemente le respondería que ante todo está el deber de contribuir para que los niños sean felices, la obligación profesional y espiritual de los maestros de amar a los niños, especialmente a los que más lo necesitan, que suelen ser lo más difíciles.
Quien actúa así con sus alumnos, quien hace el esfuerzo, gana para siempre la enorme felicidad, la inmensa satisfacción de amar sin condición.
La educación no tiene quien le escriba, menos de amor genuino por los niños.