Por Eduardo Vázquez Reyes

Revista Cronopios y Divergencias

Después de meses en un estado de letargo escritural, retomo las presentaciones de mi columna Palestra, dedicada, como algunos sabrán, al análisis de temas sobre ciencia, tecnología y su divulgación. La idea, luego de ciertas reflexiones y elucubraciones de acontecimientos científicos y de innovación tecnológica en el estado, era emitir puntos de vista al respecto de la Cátedra “Ruy Pérez Tamayo”, sin embargo me atrevo a dejarlos para una siguiente exposición en este mismo espacio mediático. Esto es así dado que hay un tema que considero de la máxima prioridad en los últimos días: el periodismo cultural y, en ese contexto, el papel que debe tener el periodismo de ciencia.

Un tópico que se encuentra en boga dentro de las discusiones en el gremio periodístico y crítico es aquel relacionado con lo que podemos denominar el problema de la caracterización del periodismo cultural. Es un debate que puede iniciarse con una pregunta que, en sí misma, es sumamente sencilla y elemental, desde el punto de vista lingüístico: ¿qué es el periodismo cultural? Y esta tiene ciertas implicaciones que apuntalan a dicha caracterización, a saber: ¿qué podemos calificar como periodismo cultural?, ¿cuáles son las aportaciones sociales que emanan de un buen periodismo cultural? ¿En qué medida aporta significativamente algo a la sociedad del conocimiento que se pretende construir?

Es un tema complicado el elucidar o esclarecer esta frase, pues está compuesta por dos palabras que nos llevan a un debate, cada una por su cuenta. En primer lugar, saber definir “periodismo” y en segundo plano, precisar el concepto mismo de “cultura”. En el caso número uno tendríamos que hablar de los recursos usados por quienes se dedican a la información de los hechos y, en el dos, a su análisis y saber de esta manera qué es aquello que lo hace ser un periodista en pleno sentido de la palabra. Por su cuenta, basta decir que la noción “cultura”, si la analizamos etimológicamente (cultus, lo que se cultiva), nos llevaría a graves aprietos, pues vistas así las cosas muchos temas cabrían en la definición; desde política, economía, finanzas, deportes, sociales, entre otras más. No es nada sencillo lidiar con esta discusión.

Independientemente de los resultados que cualquier análisis nos ofrezca, en lo personal creo que el objetivo del periodista cultural debe ser, entre otras cosas, contribuir a la formación del pensamiento crítico en sus lectores. Cuando aquí escribo “crítico” me refiero a la persona capaz de ejercer sus opiniones y puntos de vista sobre cualquier tema de forma racional, con argumentos y fundamentos sólidos, más allá de la pseudocrítica que solo tiene como objetivo arremeter contra las personas en lugar de limitarse a refutar sus aseveraciones o afirmaciones.

Ante este contexto, debemos preguntarnos lo siguiente: ¿qué clase de periodismo cultural tenemos? Y si me razonamiento es correcto, ¿nuestro periodismo cultural está fomentando la construcción del pensamiento crítico? Para tener una respuesta relativamente precisa solo es cuestión de revisar las secciones encargadas de este fin. Regularmente encontraremos planas y más planas que hablen, en términos de difusión, de eventos artísticos, obras teatrales y en el mejor de los casos, de alguna reseña de libros, pero no siempre crítica.

En ningún momento se pretende afirmar que estas publicaciones (notas informativas sobre eventos) no sean relevantes. Lo son. Pero una sección de cultura no debe limitarse a esto. Tiene que ir más allá. El periodista posee también una voz, un arsenal de afirmaciones que esperan sean puestas sobre el papel para no verse inmersas por entre el sopor del silencio, en lo no escrito, en lo no existente.

Un periodismo cultural que se anime a realizar una reflexión nos puede conducir a resultados favorables en una sociedad que, hoy más que en otra época, reclama claridad y objetividad. Así, una mayor predisposición al análisis, ponderación, discusión y desarrollo intelectual en jóvenes serían aportaciones que, sin lugar a dudas, se podrían apreciar si se le apuesta a esta clase de periodismo cultural.

Impacto y pertinencia social, objetivos del periodismo de ciencia

El buen periodismo de ciencia es identificado sin problema alguno si es capaz de implicar en su práctica la pertinencia y el impacto social. Actualmente, si nos ponemos en el papel del periodista, podemos apreciar que existen proyectos, iniciativas, colectivos y organizaciones que en su discurso destacan con demasía la frase “impacto social”. Me temo que hoy en día esto se ha convertido en una moda. Pareciera que su idea no vendería lo suficiente si no se le coloca esa frase ya trillada. Podemos ver desfilar diferentes trabajos de divulgación de la ciencia que se anuncian así, es decir: “Hacemos comunicación de la ciencia con impacto social”. Pero la realidad es otra. Y en el peor de los casos, ni se logra comunicar la ciencia, sino estrategias de comunicación, se comunica cómo comunicar.

El periodista de ciencia, en este sentido y desde esta lógica, necesita tener criterios racionales para determinar qué proyecto científico o divulgativo en realidad aporta algo socialmente. En otras palabras, por qué debe ser difundido en esos términos y por qué lo vale.

El impacto social ocurre cuando el discurso (escrito, oral, multimedia) provoca en el receptor algún interés, alguna motivación para emprender acciones concretas. Por ejemplo, puede darse este en un individuo, en un colectivo, en gremios académicos y culturales, activistas, en la vida política y educativa. Dicho sencillamente, el trabajo de una comunidad científica o de divulgación es el acicate para que la sociedad emprenda cursos de acción o se movilice.

Por otra parte, la pertinencia social tiene que ver, como han afirmado algunos especialistas en políticas públicas en materia de ciencia y tecnología, con el desarrollo de las comunidades sociales. Hasta cierto punto, esta definición es correcta, pero yo precisaría más, pues creo que también se relaciona este concepto con el progreso económico, cultural, ético y educativo de tales comunidades.

Como periodistas de ciencia tal panorama debe buscarse, sobre todo en los grupos que dicen derivar un impacto y una pertinencia social en sus prácticas. Si nuestra cobertura (difusión) y nuestros análisis (columnas, artículos) pueden contribuir a que esto se logre, pronto lograremos ver el abordaje de problemas sociales desde el punto de vista científico en la agenda mediática y política, en los tomadores de decisiones y una real contribución a nuestro conocimiento del mundo.