Hace unos días, el presidente de la Comisión de Diagnóstico del PRI, Samuel Palma, dio a conocer un informe sobre las fallas que llevaron al partido a recibir la patiza de su vida en las elecciones pasadas.
El estudio se elaboró durante dos meses a partir de una consulta con la militancia y especifica las fallas del tricolor: falta de comunicación, candidatos de dudosa procedencia, militancia sustituida, discurso disperso e ideología diluida.
Palma indicó que la estructura priista se fue desmantelando; hubo comités municipales y estatales sin vigencia e incluso sin representación. Ausencia de delegados del CEN; nombramientos inapropiados y a destiempo.
“Sucedió lo que dijo Colosio, que los primeros sorprendidos en conocer las listas de candidatos fuimos los propios priistas. Con sus honrosas excepciones, la militancia fue sorprendida por candidatos de dudosa procedencia. Postulamos, en muchas ocasiones, a los que nos agraviaron”, dijo y tiene razón.
En el caso concreto de Veracruz, si no postularon a más bandidos fue porque simplemente ya no había. Los priistas veracruzanos calculan que el 85 por ciento de sus candidatos a diputados y senadores eran sujetos y sujetas impresentables, pero fueron impuestos desde el altiplano.
El resultado no se hizo esperar, si el PRI sigue vivo en Veracruz es gracias a los plurinominales, porque plurinominales son sus legisladores federales como los tres diputados locales. Por la vía del voto no ganaron nada.
Pero tanto el PRI como el autor del informe se quieren curar en salud al echarle la culpa a la corrupción gubernamental y a los malos resultados de la administración peñista.
A ver, a ver.
El PRI nació corrupto y será corrupto por siempre. Por ende, todos los gobiernos emanados del PRI son corruptos o tienen al menos un grado de corrupción. La corrupción es parte inherente y congénita del PRI; en decir, está en sus genes. Si el PRI no fuera corrupto no existiría como partido.
Samuel Palma dice que el mayor error que cometieron fue postular “candidatos ciudadanos” a los puestos importantes como la Presidencia de la República. Agrega que otro error del PRI fue quedarse “callado” ante los actos de corrupción de su gobierno, y no cuestionar la ineficacia y los “nulos resultados” de las reformas estructurales peñistas, que “sólo trajeron resultados negativos y afectaron el bolsillo de las familias”.
Aquí las preguntas serían ¿de cuándo acá los militantes del PRI han alzado la voz para señalar actos de corrupción de los gobiernos priistas? ¿Alzaron la voz para pedir que corrieran y encarcelaran a bandidos declarados como Javier y César Duarte y Roberto Borge? ¿Acaso no aplaudieron hasta el delirio las reformas estructurales de Enrique Peña al que calificaron de estadista visionario?
¿Por qué hasta ahora, cuando les dieron una paliza histórica, se manifiestan a favor del aborto y los matrimonios gays y no lo hicieron cuando la sociedad se los exigía?
Entre sus propuestas, la militancia pide cosas que se antojan imposibles para un partido que nació bajo el signo del totalitarismo y el paternalismo: la primera es democratizar al PRI.
El primero que lo quiso democratizar fue Carlos Alberto Madrazo y murió en un avionazo. El segundo fue Jesús Reyes Heroles que nomás no pudo.
Como partido de origen stalinista, el PRI basó su poder en las purgas cíclicas que hicieron Lázaro Cárdenas, Adolfo Ruiz Cortines, Luis Echeverría y Carlos Salinas. Purgas que le permitieron “sanearse” de corruptos. Aunque luego vinieran otros.
Tocaba a Enrique Peña hacer esa purga. Tenía todo para ordenar la detención de los Duarte, Borge y otros bandidos. Debió exhibirlos, quitarles sus propiedades y ordenar que los refundieran muchos años en la cárcel. Esto lo hubiera afianzado en el poder (por encima de la casa blanca y Ayotzinapa) y le habría devuelto algo de su perdida credibilidad al PRI. Pero no lo hizo. (Quizá alguien diga que de acuerdo al nuevo sistema de justicia penal eso ya no se puede. Pero sí se puede).
Debió mandar al diablo a Miguel Ángel Osorio Chong, Rosario Robles y Gerardo Ruiz Esparza y sin embargo nunca lo hizo. Los aguantó hasta el pecado en sus puestos y eso lo debilitó como presidente y como líder del PRI, aparte de que debilitó a su partido.
En síntesis, al señor presidente le faltaron tamaños, como le han faltado tamaños a los militantes priistas que por 89 años se han metido la lengua sabrá Dios dónde, y nunca han reclamado, señalado o criticado las pifias de la cúpula.
El informe de Samuel Palma es un rosario de buenos deseos y mejores intenciones que nunca se llevarán a la práctica. Y va un ejemplo.
Están exigiendo acabar con los corruptos y nombraron a Erick Lagos Hernández delegado del PRI en Tlaxcala, Puebla, Morelos y Oaxaca.
El tipo es un bandido en toda la extensión de la palabra, pero nadie en el tricolor ha levantado la voz para manifestar su descontento.
¿Entonces?
Si el PRI desea volver a ganar debe refundarse y cambiar hasta de nombre. Si es inevitable que tenga corruptos y bandidos en sus filas, al menos que no sean los de siempre. Si un corrupto del PRI roba a lo bárbaro, deberá ser denunciado por los propios priistas y procesado judicialmente. Y es que hasta para robar debe de haber un límite. Y por último, deben volver a las bases donde está su fortaleza.
De acuerdo con los mismos priistas, si en la cúpula no siguen esa sencilla ecuación, que se olviden de llegar con fuerza y menos con vida al 2024.
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