Amatlán, Ver.- El cáncer de estómago ha comenzado hacer estragos en su salud y en cualquier momento puede morir, pero el verdadero dolor que la mata, es el no saber nada de su hijo desde hace ya cinco años.
Elizabeth Martínez Castro, salió de su natal Honduras con el grupo de madres de migrantes centroamericanos desaparecidos en su paso por México, para buscar noticias sobre el paradero de su vástago.
Sabe que ésta podría ser la última vez que recorre el país pues su enfermedad no la deja avanzar, pero recobra fuerzas cada vez que piensa en Marco Antonio Amador, aquel hijo que salió desde el 2013 en busca del sueño americano y nunca volvió.
A las tres de la tarde del 11 de marzo del 2013 el teléfono sonó, era Marco, al contestar su corazón se hizo “pequeño” tras escuchar la noticia de que dejaría el país para ir a Estados Unidos.
Sin saber que esa sería la última vez que lo oiría, ella trató de animarlo a quedar, pero al final le dio su bendición y lo encomendó con Dios.
“Le llamo porque me voy a despedir de ti ya vinieron por mí y me voy a Estados Unidos”, le dijo emocionado y con sus decesos de salir de la pobreza.
Esa misma noche tomó el primer tren y como “mosca” se pegó a él en el viaje que lo llevaría hasta el Norte del País, donde después se vería con otro hombre que los ayudaría a cruzar hacia el otro lado.
Al no saber nada de su hijo buscó a uno de sus amigos, quien le dio la triste noticia.
“Marco y los demás fueron bajados por un grupo armado, al parecer Los Zetas, y no se sabe nada de él. Desde ese momento sentí un dolor en mi corazón porque nunca más hemos sabido de él”, subraya.
“Quiero decirle a mi hijo que lo amo, que lo extraño, que quiero saber de él, tengo la esperanza de que esté vivo en alguna cárcel de Reynosa o Tamaulipas”, subraya.
Cargando el retrato de su hijo, Mari admite que tal vez está podría ser la última vez que emprende el viaje con la Caravana de Madres Centroamericanas, pues recientemente le detectaron dos úlceras en el estómago, que se han convertido en cáncer.
“Ojalá pueda encontrarlo, yo lo estoy buscando, que viene con la caravana para encontrarlo. Que sepa que yo estoy enferma, y no sé si pueda volver (…)”, respira con profundidad y con voz chillona continua que no quisiera morir sin verlo: “Quiero estar en paz, quiero que sepa que lo extraño, si él no quiere regresar a Honduras que no lo haga, pero quiero saber que está bien”, agrega.
Miguel Ángel Contreras Mauss/Avc