Por lo menos en los últimos 300 años el concepto de Nación ha sido el paradigma principal de la construcción del Estado moderno. Pero paralelamente a esta idea de nación, de nacionalidad y de nacionalismo, ha corrido a su lado el concepto de globalismo, de lo global, como idea aspiracional igualmente de la humanidad. Muchos de los conflictos tanto físicos como legales de los pasados tres siglos han sido una batalla entre estas dos anhelos, ideales, constructos que hemos hechos las sociedades y los individuos de la modernidad y también de la postmodernidad.
Entre esas dos concepciones, entre el nacionalismo y el globalismo, se encuentra la migración de personas, de pueblos enteros, de familias completas como contexto de crisis individuales, personales, familiares y sociales que rebasan las fronteras, las constituciones y las leyes.
Lo que vemos en México sobre la Caravana Migrante no es algo nuevo, ha sucedido a lo largo de toda la historia de la humanidad, y también ha pasado recientemente en Europa principalmente, pero también en Asia y África. Lo que realmente sorprende es darnos cuenta que en México y quizá también en el resto de América Latina, no estemos acostumbrados a vivirlo en carne propia, y por eso mismo, resulta novedoso confrontarnos con nuestros propios y nuevos prejuicios, racismos y discriminaciones, al convivir con una inmigración masiva, general y sistemática de personas de otros países en nuestras calles y ciudades, algo que en Europa resulta tal vez ya cotidiano.
Lo mejor y lo peor del ser humano sale a relucir en estas situaciones o crisis, y de repente vemos ideas y juicios que no teníamos antes, o que no creíamos tener. Nos confrontamos con un yo y un nosotros que estaba oculto, en la oscuridad, que no conocíamos, estaba en esa parte de nosotros mismos que no sabíamos que conocíamos o que no sabíamos que no conocíamos, lo que le llaman la ceguera cognitiva. Esa ceguera cognitiva de repente se devela, se diluye, y lo que surge es algo desconocido, puede ser lo mejor de nosotros y del ser humano, o lo peor de nosotros y del ser humano.
Quienes creíamos ser nacionalistas de repente nos descubrimos globalistas y quienes creíamos ser globalistas nos damos cuenta que realmente somos nacionalistas. Esta es una paradoja del mundo moderno y también una paradoja del hombre moderno: no sabemos quién realmente somos y en lo que creemos. Una cosa es segura, de las crisis personales, familiares y sociales, nacen mundos nuevos, nacen nuevas realidades, así que de la manera en que como sociedad afrontemos y demos soluciones a estas realidades saldrán mundos y futuros, y por lo tanto no se vale ser inocente en esto.
Por esto resulta interesante y revelador que casi nadie haya reparado que en fechas recientes entró en vigor una nueva ley en Veracruz que pretende hacer frente y atender la problemática migratoria en nuestro estado. Se trata de la Ley de Atención a Migrantes y sus Familias en el Estado de Veracruz, con la que se establece la política pública en esta materia.
Retomo aquí lo que me parece más importante de esta ley en cuanto a la aspiración que como sociedad tenemos para visualizar y dimensionar el fenómeno de la migración y quitarle esta aura de crisis o de situación emergente no tanto para las instituciones que de todas formas tienen que hacer su trabajo, sino para las personas, los que nos creemos muy “nacionalistas” para atemperar esta sorpresa o nuestros prejuicios y tendencias discriminatorias.
En los artículos 3, 4 y 5 de esta ley señala que: “todos los migrantes veracruzanos y sus familias que salgan o retornen al territorio del Estado, así como los migrantes extranjeros y sus familias que se asienten de manera temporal o permanente en la entidad, o transiten por la misma, gozarán de los derechos humanos que se reconocen en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la Constitución Política del Estado, en los tratados internacionales en la materia de los que México es parte, y en las leyes federales y estatales respectivas, de ahí que los derechos previstos en la presente Ley se establezcan de manera enunciativa, no limitativa”. “En el Estado el respeto a los derechos humanos de las personas migrantes y sus familias será general e inclusivo, y no estará sujeto a situación migratoria, nacionalidad, origen étnico, edad, sexo, salud, preferencias religiosas, políticas, sexuales o de cualquier otro tipo”. “Las personas migrantes y sus familias tienen derecho a:
- La preservación de la unidad familiar;
- El reconocimiento de su personalidad jurídica;
III. Recibir información sobre sus derechos, así como de los planes y programas a cuyos beneficios puedan acceder;
- Acceder a los servicios públicos prestados por las dependencias estatales y municipales del Estado conforme a la presente Ley y demás normatividad aplicable;
- Recibir un trato respetuoso, digno y de calidad por parte de las autoridades;
- Inscribirse de manera libre, voluntaria y gratuita en el Registro y obtener una cédula de identificación oficial expedida por el Instituto; y VII. Inscribirse de manera libre, voluntaria y gratuita en el Padrón y participar de los beneficios que ello reporte”.
El artículo 7 establece que las personas migrantes y sus familias tienen derecho de acceder a los servicios de salud provistos por los sectores público y privado, conforme a las disposiciones legales y reglamentarias aplicables. Y en el artículo 8 se señala que las personas migrantes y sus familias tienen derecho de acceder a los servicios educativos provistos en la entidad por los sectores público y privado, independientemente de su situación migratoria, de conformidad con las disposiciones legales y reglamentarias aplicables. Y así otros derechos que esta nueva ley establece para los migrantes y sus familias.
La ley crea el Instituto Veracruzano de Atención a Migrantes y un Consejo Consultivo, y se establecen las atribuciones de las autoridades y ayuntamientos en materia de atención a migrantes y sus familias.
El nuevo gobierno de Cuitláhuac García y en específico el nuevo Secretario de Gobierno Eric Cisneros, tendrán el reto enorme de implementar esta ley en el contexto de lo que hemos señalados varias veces en esta columna de la ausencia de una política pública en derechos humanos.
También se ha documentado e informado en diversos estudios e informes que se calcula que una gran parte de las personas que se encuentran en las fosas comunes y clandestinas en el estado pueden ser de personas migrantes. Esto implica poner atención y llevar a cabo un trabajo monumental en cuanto a identificar a estas personas y sus familiares en caso de resultar que se trata de extranjeros que estaban en tránsito y que fueron víctimas de delitos o de violaciones a derechos humanos en nuestro país y en nuestro estado. Si esto resulta cierto, tenemos una deuda enorme con nuestros compatriotas centroamericanos y sus familias.
Estas realidades que están circunscritas y atrapadas en fronteras, leyes, prácticas, instituciones, etc, nacionales y nacionalistas se convierten también en un reto cuando paralelamente tenemos frente a nosotros realidades, tendencias, ideas, proyectos, visiones, aspiraciones globales y universales. El ser mexicano, el ser veracruzano, no se contrapone a ser una persona y ciudadano mundial, que se sienta integrante de algo más grande, más importante y más trascendente que un país, una nación, una nacionalidad. El reto es hacer coincidir y confluir estos dos ideales e identidades en el contexto y marco general de los valores y derechos universales de los derechos humanos.