En esta parte final de la conversación, Andrea Aranda Salas habla de su estancia en Nueva Zelanda, su regreso a Barcelona y de su estancia actual en Turín, Italia, y hace una serie de reflexiones en torno a la vida errante y al gremio de los malabaristas y los cirqueros.
Donde las gaviotas gritan
Estás en casa
pero lejos de casa,
en el sur
donde las gaviotas gritan
trenes de carga
llamando a través de la noche,
caminos sellados
que llevan sueños
hacia la hora pico.
La luna se alza al este
sobre Auckland
estoy en casa,
pero lejos de casa.
(Postales de casa.
Kim M. Melhuish.
Versión de Andrea Rivas)
Me gusta viajar, de repente digo me voy a Brasil, me voy a Timbuktu, y luego sí lo hago. Un día me levanté y dije me voy a Nueva Zelanda (risas). Me puse a buscar información de las visas, no tenía ni para pagar la renta pero dije yo me voy. Le hablé a mi mamá:
—¿Qué crees?, me voy a Nueva Zelanda
—Sí, está bien, ¿pero pero cómo le vas a hacer?
—Luego te llamo —(risas).
Yo había dicho que a Europa no iba a volver nunca más, entonces perdí mis papeles de allá, corté todo vínculo pero tampoco quería vivir en México porque se me hacía muy difícil, sentía que no avanzaba porque económicamente es muy difícil, es otra realidad, o estudias o trabajas, y si estudias, alguien te tiene que mantener o alguien te tiene que ayudar, porque si no, no comes. Creo que pensé en irme a Nueva Zelanda porque era el lugar más lejano, y también porque mi mejor amiga me dijo que se iba para allá y dije bueno, pues vámonos.
Tenía algo ahorrado pero era poco y para irme tenía que comprobar que tenía que cierta cantidad en la cuenta, y tenía que comprar mi boleto y muchas cosas. Afortunadamente, tengo amigos y familia, y uno me dijo yo te presto tanto, y otro me dijo yo te presto otro tanto, y al final, se pudo.
Me costó mucho trabajo pero me fui y estuve nueve meses allá. En ese tiempo, había decidido que ya no quería hacer nada de circo, dije voy a buscar y me voy a dedicar a otra cosa, pero no era cierto (risas), me llevé mis pelotitas, mi sombrero, mis cosas. Llevaba un poco de dinero, pero allá es muy caro y se me acabó todo en chinga (risas), pero mi amiga me dijo no importa, yo tengo, cuando yo no tenga, tú me ayudarás.
Llegué a Auckland, que es la ciudad más grande, y luego me fui a Wellington, la capital, es un pueblo muy chiquito, yo creo que más chico que Coatepec. Me puse a trabajar en la única calle que hay, que es el centro, y me empezó a ir bien, y con eso más o menos iba viviendo. Me reconcilié con el circo y dije me gustaría entrenar otra vez y estudiar otras cosas como teatro, pero ¿dónde?, aquí no. No había encontrado algo que realmente me gustara y dije no me voy a poner a estudiar cualquier cosa, solo por estudiar.
Se me acabó la visa y me dijeron te tienes que ir en menos de dos semanas, y dije ¿a dónde me voy? Mi mamá me habló y me dijo sí, ya sabía, háblame cuando sepas a dónde te vas, en algún lugar tienes que estar, ¿no? Y dije pues sí es cierto, en algún lugar tengo que estar (risas), me voy a Europa porque ahí tengo amigos que me pueden recibir en lo que junto un poco de dinero y ya después veo qué hago.
Cirqueros somos y en el camino andamos
Cuando voy a una ciudad, si tengo algún contacto, le escribo para ver si me puede recibir; si consigo, llego, dejo mis cosas y salgo a ver dónde se trabaja, quién está ahí, conozco gente y a me pongo a trabajar. Si no tengo donde llegar, me voy a la calle directamente, trabajo, conozco gente y muchas veces me dicen ¿ya tienes dónde quedarte?, ¿ya comiste?, vente, te invito, ahí están las llaves, quédate el tiempo que quieras; sin otras pretensiones más que ayudarme. Y si no encuentro dónde quedarme, me quedo en la calle hasta que encuentro, y si no me gusta, pues me voy a buscar a otro lugar a ver si me va mejor, es emocionante.
La comunidad teatral es muy unida —al menos la que conozco—, es lo que me gusta tanto de esto, llegas a una ciudad desconocida, vas a trabajar a la calle y ahí mismo conoces a todos ellos, y muchas veces basta con ir a saludarlos, y ya te presentan a todos los demás. Sí hay envidias, como en todos lados, pero en general te acogen bien. Para mí es una cosa muy bonita porque te puedes mover de lugar en lugar.
La gente de circo, de teatro se mueve mucho porque es necesario, llegas, trabajas en un lugar, la gente conoce tu trabajo y te tienes que ir a otro lado donde sea novedad lo que haces. Sí somos gente un poco nómada, unos más que otros pero es bonito porque yo tengo muchos amigos de circo que andan por todo el mundo y a veces me los encuentro en un lugar, a veces en otro.
Hace poco platicaba con un amigo, me preguntaba ¿cómo le haces económicamente?, y le dije hay veces que me va muy bien y hay otras que me va muy mal, pero cuando hay, hay mucho, y cuando no hay, pues como arroz o frijoles o lo que haya; lo bonito es vivir contrastes, a mí me gusta vivir en extremos.
Cuando no hay, de pronto hay un amigo que sí tiene y lo comparte, y cuando tú tienes, te toca compartirlo con otros, entonces, cuando menos en mi caso, mi economía es muchas veces compartida con mis amigos, le hablo a alguien:
—Oye préstame tanto porque no tengo
—Ahí te va lo que tengo
A veces es al revés, es bonito que exista eso todavía.
Geografía de caminos y posadas
El cuerpo tiene su propio laberinto,
su oculta geografía de caminos y posadas.
El cuerpo recuerda, es verdad, es verdad, y sus memorias
nos hablan de esplendores sedosos y humedades.
(Un poema del cuerpo.
Alejandro Oliveros)
Cuando tenía que irme de Nueva Zelanda, mi mamá me dijo te junté un dinero, cómprate un boleto a donde quieras y luego me avisas. Y me fui a Barcelona, ahí me recibió una amiga, me puse a trabajar y todo súper bien. Luego otra amiga me dijo:
—Oye, estoy yendo a Torino, voy en cámper, ¿quieres ir?
—Bueno, pues vamos
Ahí tenía algunos contactos, les hablé y me dijeron sí, vente, acá te recibimos. Llegué, me recibieron, empecé a conocer gente que me cayó muy bien y todo mundo me decía yo estudio teatro en la Philip Radice, y se oía bien.
Luego me prestaron un cámper, me dijeron te lo dejo dos o tres semanas, puedes vivir ahí. Había más gente que vivía en cámper, la mayoría había estudiado en esa escuela y nos hicimos amigos. También llegué a trabajar en la calle, conocí un montón de gente y me gustó desde que llegué porque dije acá son más desordenados y más ruidosos, y eso sí me gusta (risas), como que me siento más en casa.
Fui a ver la escuela, me gustó y enseguida dije que me quedo, y las cosas se fueron dando relativamente fácil, nada más regresé a México a hacer mi visa —que fue muy difícil, como todas— y ya llevo dos años allá.
Estoy estudiando teatro físico, aunque mi maestro Philip, el director de la escuela, dice que todo teatro es teatro físico. No es el teatro tradicional, todo parte del cuerpo, es un lenguaje corporal y no exclusivamente de la palabra, es un lenguaje universal. Philip estudió con Jacques Lecoq en Francia y después abrió su escuela, entonces, este teatro es una mezcla de Lecoq con sus aportaciones y algunas otras mezclas. La pantomima es uno de los grandes temas, pero no es solo pantomima, la estudiamos pero como lenguaje. A la escuela llega gente de varios ambientes: músicos, cantantes, acróbatas, bailarines, coreógrafos, de todo —o sin antecedentes— y cada quien desarrolla su propio camino, es una escuela muy libre en ese sentido, te deja explorar lo tuyo; eso me gusta mucho.
La escuela tiene dos programas, uno que que tiene ciertas materias obligatorias, y luego, si quieres, puedes agregar otras cosas; y el programa que se llama TTF, Training Teatro Físico, ese muy libre, tú eliges lo que quieres, tienes una base que es teatro y autocorso, que es una de las partes más importantes de esta formación, parte de Lecoq, son creaciones autogestionadas: te dan un tema, te dan algunas pautas, con eso creas en grupo y cada semana presentas, ahí te dicen esto no funcionó por tal y tal y tal, o esto sí funcionó por tal y tal y tal. Eso es lo básico y luego tú agregas lo que quieras, puede ser de circo, de danza, hay un montón de cosas.
Puedes estar en esa escuela dos, tres o cuatro años, al segundo año te dan un reconocimiento de cuántas horas hiciste y decides cuánto tiempo más vas a estar.
Con el teatro se me han abierto un montón de puertas nuevas, cuando viajo ya no solo conozco malabaristas o gente de circo, también conozco gente de teatro y bailarines y me invitan.
Cuerpo que flota
Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire
siempre de viaje…
(Libertad bajo palabra.
Octavio Paz)
A veces pienso y digo estaría bien estabilizarme, hacer un poco de raíces, y apenas tengo la posibilidad de eso, me asusto y me voy (risas). Es una gran ventaja y es un gran problema porque no sé estar en un solo lugar, estoy en un lugar y extraño allá y allá y allá; me voy a otro lugar y extraño los otros, no sufro, pero sí los extraño.
Yo empecé como malabarista y es lo que hago todavía, es lo que me da de comer; ahora que empecé a estudiar teatro, poco a poco empiezo a mezclar el circo con el teatro. El mundo del circo y del teatro es muy basto, no se acaba nunca y ahí seguiré.
PRIMERA PARTE: Cometa de caña y de papel
SEGUNDA PARTE: Las muchas mañanas de verano
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