Más de un xalapeño o xalapeña que pueda recordar, las condiciones en que se encontraba la capital veracruzana hace varios años, contaríamos a las nuevas generaciones sobre cómo se vivía en una ciudad capital de verdad. Tristemente, hace no mucho, Xalapa seguía considerada como la «Atenas Veracruzana», al grado de ser considerada centro de la cultura mundial durante los días que era sede del “Hay Festival”; sin demeritar los grandes esfuerzos, como Jazzuv por ejemplo, que reúnen en nuestra ciudad a los mejores exponentes de alguna disciplina artística y general una gran atención hacia nuestra querida ciudad.
La mera verdad es que cada vez somos más, y entre más vivamos en la ciudad de las flores menos flores vemos; lo que se incrementa en forma explosiva es la cantidad de residuos generados por la ciudadanía, igualmente crece el uso de la red de agua potable, las vialidades están saturadas en gran parte del día por la gran cantidad de autos que circulan, el transporte público es pésimo y no da para mover dignamente a los miles de usuarios que diariamente andan con el «Jesús en la boca» preocupados por los temerarios choferes quienes, obligados por la necesidad, andan a las ganadas con sus colegas y les vale un cacho de madre pasarse un alto, invadir carriles, echar la lámina, atropellar al que se cruce.
Y si de problemáticas hablamos, no vamos tan lejos, el mentado cambio climático nos ha dejado litros y litros de agua en muy poco tiempo, rebasando la capacidad de nuestro obsoleto sistema de drenaje pluvial, sumando al asunto nuestro cochinas costumbres de botar la basura sin tomar en cuenta que con las corrientes de agua los desechos son arrastrados a las alcantarillas, donde se atoran y las tapan, ya saben lo que sigue.
¿Qué fué de aquella jubilosa Xalapa cuna del estridentismo? Esa ciudad en la que se podía regresar a casa caminando después de varias horas de convivencia con las amistades en los antros, en la que cualquier bronca de chamacos no pasaba de romperse la boca a puñetazos, un contundente «ya estuvo» y un apretón de manos para terminar cualquier estúpida rencilla. Nos referimos a la Xalapa en la que ningún chamaco o chamaca corría riesgos al salir de casa por la tarde, se podía «echar la cáscara» hasta que se escondía el sol y regresábamos a casa con los cachetes salados, empapados en sudor, pero con la ilusión de volver al parque al otro día por la revancha, sin pensar en que nos podían secuestrar, de menos asaltar.
Podemos dedicar muchas más líneas a la nostalgia, hay tanto que hemos perdido pero un gran tanto que nosotros mismos hemos acabado. Si, mucho tienen de responsabilidad los gobiernos estatales que han preferido llevar el desarrollo a Veracruz y Boca del Río, mucho también ha contado el gobierno municipal, el no dar continuidad a programas útiles porque las siglas cambian, ni señalar lo mal hecho por alcaldes pasados con tal de ser tapadera y continuar negocios a costa de la ciudad. Pero también nosotros vamos en ese costal de poca civilidad, aunque generalice, creo que no me van a dejar mentir; dejamos en las nuevas generaciones el futuro, siguiendo discursos trillados, y no actuamos aquí y ahora, nos vale lo que pase a los demás, nos escandalizamos por lo que vemos en los medios, nos solidarizamos virtualmente el pinche face con las crisis de los migrantes sin darnos cuenta que Xalapa hoy es una ciudad con una nueva cara gracias a la llegada de personas desde otras entidades, incluso países.
Xalapa cambia, para bien y para mal, por culpa de quienes la habitamos; hay más exigencias, más necesidades, menos opciones, menos espacio, menos agua, menos circulación de billete, menos seguridad, menos comunidad y más desarrollos inmobiliarios. Nuestra querida ciudad no sería nada, si no estuviera aquí el grueso de la burocracia, además de la UV y los tres poderes con todo lo que implica; pero se está quedando chica y, hasta ahora, no se ve quién tome la iniciativa para que la Atenas Veracruzana retome sus bríos, su categoría de capital, su luz y su humanismo; solamente tiene coches, basura, manifestaciones, empresas al borde de la quiebra, incertidumbre, oxxos, delincuencia. Lo poco que se hace por el bien común todavía no es suficiente, y estamos viviendo con la mala costumbre de querer todo y a la primera, no entendemos que el desarrollo viene cuado autoridades y sociedad trabajan juntas, no entendemos todavía que ya no es suficiente estirar la mano y señalar lo que los gobiernos dejan de hacer, hay que empoderarse de los espacios públicos, hay que empoderarse de los espacios ciudadanos formalmente establecidos en los gobiernos municipales, urge infraestructura de todo tipo, urge atraer inversiones, acelerar la generación de empleos, ojala y de algo sirva tener un gobernador Xalapeño.
Y si pasa todo esto en Xalapa ¿imaginen los demás municipios veracruzanos?. Ahí les encargo, menos promesas, más certezas.