Desde antes de tomar posesión como alcalde de Xalapa, Hipólito Rodríguez Herrero tenía en la mira echar para abajo el relleno sanitario de El Tronconal, uno de los mejores en su tipo.
¿Motivos? Era costoso, estaba sobresaturado, era un foco de infección, afectaba el medio ambiente y el entorno ecológico, su vida útil había terminado, decía.
Pero ninguno de estos motivos era verdad.
¿Soluciones? En este punto Hipólito respondía con vaguedades: Se verán otras opciones… estudiaremos otras medidas… nos apoyaremos en ambientalistas…
¿Resistencias a su proyecto? Podría decirse que nulas si tomamos en cuenta que los xalapeños no sólo lo llevaron a la presidencia municipal, sino que le dieron toda su confianza.
Sobradito como ha sido, Hipólito dijo en corto a su gente que el relleno se iría al carajo y que si algún problema surgía, nada de pedir apoyo a nadie y menos al gobierno de Yunes Linares. Nos bastamos a nosotros mismos ¿oyeron?
Algo así como, primero muertos que rajaos.
El relleno sanitario se cerró el 2 de octubre y a partir de ese día comenzó su pesadilla.
Ya he comentado que los camiones de Limpia Pública fueron rechazados de cinco lugares donde presuntamente tirarían los desechos (Coatepec, Pinoltepec, el puerto de Veracruz, El Castillo y Villa Aldama). Y es que en su obsesión por cerrar El Tronconal, al alcalde se le olvidó hacer un relleno sanitario sustituto.
Tres días anduvieron peregrinando las unidades con los contenedores retacados de basura de aquí para allá y viceversa.
Fue entonces que el gobernador Yunes Linares entró al quite y ofreció ayuda. Pero Hipólito lo ignoró (primero muerto que rajao).
El problema creció, algunas zonas de Xalapa se convirtieron en basureros a cielo abierto, la gente comenzó a protestar, los choferes de Limpia se manifestaron en la Plaza Lerdo. “La pestilencia de los contenedores es insoportable; nos corren de todos lados”.
Sabedor de que la bomba estaba a punto de estallar y que la primera víctima sería él preguntó ¿qué hacemos? Y le contestaron con algo que no quería oír, pero que veía venir: No hay de otra que doblar las manos, agachar la cerviz y pedir ayuda al gobernador.
Bastó ver en la foto oficial la cara de Hipólito escuchando como niño regañado al Secretario de Gobierno Rogelio Franco Castán, para darnos una idea de lo humillante que debió ser para él estar en ese trance.
Y más humillante cuando el funcionario le dijo que la basura se tiraría en… ¡El Tronconal!
Era lo que le faltaba para convertirse en el hazmerreír de la raza que lo vapuleó en las redes.
A nadie en Xalapa le quitan de la cabeza que lo que deseaba Hipólito era exhibir a su antecesor como un alcalde incapaz y con ello restarle popularidad. Fregar a Américo Zúñiga por medio del Tronconal se convirtió en su obsesión y así le fue.
¿Qué ganaron los xalapeños con todo esto? Nada. ¿Qué perdieron? Mucho.
Por lo pronto, el Fondo Internacional del Medio Ambiente y el Banco Interamericano de Desarrollo, detuvieron los millones de pesos en apoyos a proyectos sanitarios y al Tronconal gestionados por Zúñiga Martínez.
Más devaluado, derrotado y humillado no puede estar Hipólito en apenas 10 meses como alcalde. Lo que le pasó por su ineptitud, incapacidad y soberbia, no le había sucedido a ninguno de sus antecesores.
Creo que fue Paul Carvel quien dijo que la obsesión es una pasión negativa propia de los mediocres que irremediablemente los lleva a la ruina. Y al ver lo que le está pasando a Hipólito por obsesionado, no queda más que darle la razón.
bernardogup@nullhotmail.com