Desde hace algunos días intento indagar el origen del desencuentro –con tintes de desprecio- de Andrés Manuel López Obrador y las fuerzas armadas del país, particularmente el Ejército. Bien pudo haber sido por algún episodio del movimiento estudiantil del 68, por la vigilancia de la que fue objeto durante todos estos años o simplemente porque el presidente electo asume que la crítica a soldados y marinos le genera empatía con una ciudadanía que supone agraviada por estas instituciones.

Hasta ahora sólo he encontrado declaraciones y posicionamientos radicales de quien será el próximo Jefe de las Fuerzas Armadas en contra de su tropa; en los hechos, AMLO ha demostrado que tendrá una relación desafiante con quienes están encargados de la seguridad nacional, que no de la seguridad pública como se les ha obligado en los últimos dos sexenios… y en el que está por iniciar.

Y aunque el origen es incierto, los antecedentes son muchos. El 1 de septiembre de 2006 —y en respuesta al VI Informe del entonces presidente, Vicente Fox—, un iracundo Andrés Manuel López Obrador, quien acababa de perder las elecciones presidenciales, pronunció uno de los más agresivos discursos de su historia. Dijo en un abarrotado zócalo capitalino que el gobierno de Fox Vicente Fox y el entrante de Felipe Calderón “se pueden ir al diablo con sus instituciones… que se queden con sus tanquetas y sus soldados… lo que les preocupa a nuestros adversarios es que ya no estamos dispuestos a aceptar las reglas del juego.”

En febrero de 2017, durante un mitin político en Nayarit, López Obrador acusó sin una sola prueba que la Marina había masacrado a menores de edad en un operativo contra las bandas criminales que controlan la entidad. La aventurada acusación motivó una reacción generalizada de repudio y se ganó el reproche de las fuerzas armadas, sobre todo porque el gobierno federal demostró que la acusación era falsa. Una vez más, mintió a sus seguidores y a la opinión pública.

Días después, citan diversos medios de comunicación, en gira proselitista por Nueva York, AMLO acusó al Ejército mexicano de ser responsable de la masacre de “los 43”, luego de que el padre de uno de los normalistas asesinados le reclamó su responsabilidad política al imponer a la familia Abarca en el gobierno de Iguala. Conocida su relación personal con el gobierno de Iguala y con el Gobernador Ángel Aguirre, López Obrador apostó por culpar al Ejército para expiar su pecado de omisión y contubernio.

A partir de esa declaración, la sombra de duda sobre la participación de los soldados en la desaparición de los estudiantes normalistas ha permanecido en el imaginario de los mexicanos.

Ya en la campaña presidencial, López Obrador dejó entrever que podría desaparecer a las fuerzas armadas –al Ejército y la Marina- para dar lugar a la creación de una Guardia Nacional, como funciona en otros países. Sin embargo, ya como presidente electo y virtual Jefe Supremo de las mismas, la promesa fue matizada: pasó de la creación de la Guardia Nacional para combatir la violencia en México, a reconocer que es necesario que ambas sigan temporalmente en las calles.

El último capítulo de esta difícil relación, que involucra a todos los mexicanos, es a quienes ha escogido el presidente electo como los interlocutores del Congreso con las fuerzas armadas. Hasta ahora, la Comisión de Defensa Nacional –lo mismo en el Senado de la República como en la Cámara de Diputados- resultaba una de las más importantes. Desde ahí se acordaban leyes y presupuestos que garantizaban el funcionamiento del ejército mexicano, incluso hasta el límite de algunos excesos como se ha acusado a la reciente Ley de Seguridad Interior.

López Obrador confirmó que el Ejército no es de su interés. El grupo parlamentario de Morena premió al senador Félix Salgado al entregarle la comisión de la Defensa Nacional. Ingeniero agrónomo, ha sido presidente municipal de Acapulco y dos veces candidato a la gubernatura de Guerrero. Sin embargo, más se le recuerda por sus escándalos en estado de ebriedad, sus excentricidades como legislador federal y hasta por su vínculo con la delincuencia organizada cuando fue Presidente Municipal de Acapulco, época en que la violencia alcanzó cifras históricas.

¿Tendrá el Ejército confianza en quien lo combatió abiertamente? La respuesta la da el propio coordinador parlamentario de Morena en el Senado Ricardo Monreal: “Son acuerdos internos, tenemos confianza no sólo en los perfiles, sino en actitudes”, lo que sonó a una abierta burla al ejército. En el caso de la Cámara de Diputados, de plano prefirieron desentenderse del tema y regalarla al PRI, por lo que la Comisión será presidida por el diputado Benito Medina Herrera.

A AMLO no le gusta el Ejército. Al Ejército no le gusta AMLO. Es algo que no había pasado en toda la historia moderna de México.

Las del estribo…

  1. Como se preveía, el escándalo de la sentencia pactada en el caso de Javier Duarte apenas empieza. El tema del lavado de dinero y corrupción ya fue resuelto, pero aun existen acusaciones sobre otros delitos. Sin embargo, diciembre ya está a la vista y la llegada de un gobierno que ha prometido perdón pero no olvido –lo segundo qué importa si se goza de lo primero-, confirma que la suerte está del lado del ex gobernador veracruzano.
  2. Las Comisiones de la Defensa Nacional y del Trabajo en el Senado fueron entregadas a Félix Salgado Macedonio y a Napoleón Gómez Urrutia, respectivamente; en la Cámara de Diputados, la de Educación fue para Adela Piña Bernal, de la CNTE; la de Cultura para Sergio Mayer; y la de Deporte para Ernesto D’Alessio. Por favor no distraigan, que la cuarta transformación está en marcha.