Hace ya varias semanas, AMLO, presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos, anunció que la Secretaría de Desarrollo Social cambiaría de nombre. Como sucede en estos días, el tema se volvió tendencia rápidamente en medios nacionales, sobretodo en los digitales y dentro de las redes sociales. Por un lado, estaba la gente curiosa, queriendo conocer más a detalle lo que significaría el cambio de nombre. Por otro, estaban los detractores. Sin duda en ocasiones las ocurrencias en plataformas como Twitter pueden ser chuscas y graciosas y no faltó el opositor que cuestionara si para el año que viene veríamos un incremento significativo de centros de bienestar y belleza, consultorios de gurús especializados en mindfulness, convocatorias para retiros espirituales y cuestiones similares. La verdad es que AMLO es un líder que conoce a detalle cada rincón el país, ha visto de cerca las necesidades de los mexicanos y es consciente de las condiciones precarias en las que viven millones. En ese tenor, su idea va más allá de que México solo crezca en cuestiones monetarias. Como buen progresista, su idea de bienestar es plural, buscando incorporar a todos los sectores de la población para que haya progreso económico, político, social, institucional y se reconozcan y garanticen todos los derechos individuales. Por lo tanto, vale la pena explorar un poco cuál es la situación actual de nuestro país y analizar qué alternativas tenemos para incrementar los niveles actuales de bienestar.
El problema actual
En las últimas décadas, los niveles de desigualdad dentro de la sociedad mexicana se han incrementado drásticamente, por lo que el nivel de bienestar de muchas comunidades ha caído significativamente. Asimismo, los niveles de progreso (tanto social como económico) no han sido medidos de forma correcta y objetiva. Esto a su vez ha provocado que los niveles de inseguridad, crimen y violencia se encuentren en máximos históricos, fomentando la desconexión social y comunitaria, creando desconfianza entre los individuos y dejando rezagados a los niños y jóvenes en cuanto a oportunidades de desarrollo. De igual forma, se ha visto un incremento sin precedentes de enfermedades crónicas no transmisibles como la depresión, la soledad, las adicciones, el sobrepeso, la obesidad y la violencia, sobretodo la de género. Por tal motivo, es urgente reconsiderar lo que significa bienestar social para poder elaborar estrategias que fomenten el desarrollo y la igualdad social.
¿Por qué el cambio de nombre?
El bienestar social se ha convertido en la piedra angular del desarrollo de muchos países de primer mundo porque han comprendido que este concepto abarca diversas facetas y dimensiones. Sólo comprendiendo e impulsando todas estas es posible que los individuos se desarrollen plenamente y los países obtengan niveles satisfactorios en cuanto a salud, economía y aspectos sociales. Un país como Finlandia, por ejemplo, gasta hasta 30% de su PIB en la seguridad social de sus habitantes. Herramientas de desarrollo como la educación y la salud están totalmente garantizadas para todos sus habitantes. Algo similar pasa con Dinamarca, uno de los países más felices del mundo y con mayor índice de desarrollo humano.
La Universidad de Pensilvania ha sido pionera en cuanto a la promoción del estado de bienestar. Esta prestigiosa institución, una de las mas reconocidas académicamente a nivel mundial desarrolló el proyecto de bienestar mundial, el cual tiene como objetivo “utilizar el método científico para mejorar el bienestar psicológico y la salud física de la sociedad”. Su enfoque busca pasar de la tradicional intervención para curar las enfermedades y corregir los males sociales a buscar que las comunidades desarrollen su potencial, enfocándose en sus fortalezas e involucrándolas para que tengan un objetivo en común. Por lo tanto, dicho enfoque es de naturaleza preventiva y se enfoca en hacer uso de los recursos con los cuales ya se cuenta.
Entre los beneficios que ha conseguido este proyecto están: mayor productividad laboral de los individuos, relaciones sociales más sanas, mayor cooperación entre la población, mejora del estado de salud y longevidad, menores niveles de violencia y crimen, depresión, ansiedad y deserción escolar y mejor calidad del sueño y control emocional.
La organización Gallup, por otro lado, ha colaborado mano a mano con el medio de comunicación National Geographic para elaborar mediciones anuales de bienestar a nivel mundial. Los investigadores han encontrado que casi tres cuartas partes del bienestar social se derivan de: una buena calidad de las relaciones personales, un alto nivel de confianza entre los ciudadanos, una alta reciprocidad y cooperación entre la comunidad y que los individuos tengan un sentido de propósito y logro. De esa manera, si una comunidad cuenta con un sentido de pertenencia, tiene objetivos en común y comparte valores culturales, su nivel de bienestar, por lo general, será alto.
El concepto de capital social se refiere, por un lado, a la cantidad de recursos colectivos con los que cuenta una comunidad como la confianza, reciprocidad y cooperación. Por el otro, toma en cuenta la cantidad de bienes públicos (parques, canchas deportivas, museos, vialidades, reservas naturales, etc.) existentes. Esta infraestructura permite que las personas tengan interacción y participación. Por lo general, una población con un alto nivel de capital social cuenta con individuos que participan en varias actividades, tanto formales como informales. Dentro de una comunidad con altos niveles de participación los individuos se sienten eficaces, involucrados y capaces de lograr un impacto dentro de la misma. El nivel de capital social juega un papel fundamental en el combate contra la desigualdad social. Se ha demostrado también que una sociedad con bajos niveles de capital social es una con bajos niveles de salud.
El investigador de la universidad de Harvard Ichiro Kawachi, argumenta que cuando el capital social decrece, automáticamente se incrementa el nivel de estrés psicológico, lo cual tiene múltiples consecuencias negativas para el estado de salud de la comunidad. Esto a su vez fomenta la desconexión social y el debilitamiento de los vínculos comunitarios. Por otro lado, Robert Evans de University of British Columbia y George Kaplan de University of Michigan arguyen que, si se quiere mejorar la calidad de vida de las personas, es necesario invertir en bienes y espacios públicos, los cuales podrá utilizar el ciudadano promedio, ya sea para actividades formales o informales. Estos vínculos entre capital social y salud también facilitan comprender por qué si el nivel de capital social es bajo habrá más crimen y violencia, ya que habrá menor cooperación, confianza, reciprocidad y objetivos en común.
Los objetivos de un programa de bienestar
- Incrementar el uso de espacios públicos para actividades comunitarias.
- Mejorar el estado físico de los habitantes.
- Capacitar a líderes comunitarios para que funjan como promotores de bienestar.
- Mejorar la salud mental de los habitantes.
- Mejorar la calidad de las relaciones interpersonales de las comunidades, fomentando actividades cara a cara.
- Incrementar el sentimiento de pertenencia, logro y propósito de los habitantes mediante el impulso de la cultura, el arte, el deporte y actividades similares.
México en números
En el Índice de Progreso Social 2018, México se encuentra en el puesto 58. En cuanto a la seguridad personal, se ubicó en las últimas posiciones (121 de 146). A pesar de encontrarse en la posición 35 en cuanto al acceso a la educación, preocupa que el promedio de años de asistencia a la escuela de las mujeres sea bajo, pues se ocupó el puesto 75. La inclusión de las mujeres es un aspecto fundamental para el desarrollo social y económico de un país. De hecho, dentro de ese departamento (inclusión social), México ocupó la posición 78, ya que aún existe mucha violencia y discriminación contra las minorías. Preocupa que en cuanto a la igualdad de poder económico, las mujeres y las minorías están muy rezagadas: puesto 116 y 112, respectivamente. El acceso a la justicia y la percepción de corrupción también ocupan las últimas posiciones del orbe. Esto merma considerablemente la confianza que existe entre la comunidad. Como se mencionó anteriormente, esta es fundamental para el bienestar social. La baja inclusión digital y el limitado acceso a los servicios de salud son otros rubros que preocupan y deben ser prioridad en la agenda. Existe también una brecha importante en cuanto al conocimiento, puesto que la calidad de la educación (ya sea básica, secundaria, media superior o superior), está calificada como una de las más bajas del mundo.
Tomando como referencia el Índice de Competitividad Global 2017-2018, podemos encontrar cifras similares. Las instituciones mexicanas están calificadas como unas de las peores (puesto 123). Respecto a infraestructura total, se ocupó el puesto 62. No obstante, preocupa que el acceso a internet móvil sea extremadamente bajo. En ese departamento, a México le fue otorgado el puesto 108. Es urgente acortar la brecha digital, ya que el futuro de los trabajos está en la automatización y en la adopción de las tecnologías de punta. No es de extrañarse que en ningún rubro de este índice destaque nuestro país, ya que una sociedad extremadamente desigual en cuanto a recursos de todo tipo, difícilmente será una competitiva económicamente hablando.
Hay muchas personas preocupadas por la pobreza. Yo soy una de ellas. Pero debemos entender que la pobreza es una consecuencia de la desigualdad. México es un país con abundantes recursos, los cuales con el paso del tiempo se han ido acumulando en unos pocos. Sin cubrir las necesidades básicas como salud y seguridad, es casi imposible que la gente desarrolle su potencial y tenga bienestar. La desigualdad hace que con el paso del tiempo, la población de los estratos sociales más bajos cuente con menos y menos recursos. Son muchas las acciones que el gobierno entrante debe emprender para corregir el rumbo. Sin embargo, el primer paso está dado: COMPRENDER QUE EL BIENESTAR ES UNA CUESTIÓN INTEGRAL Y QUE EL PROGRESO NO DEBE ENTENDERSE ÚNICAMENTE EN TÉRMINOS MACROECONÓMICOS.