Hace unos tres años, como millones de mexicanos, decidí gestionar un crédito bancario para comprar un vehículo. Mis expectativas financieras eran buenas y con un buen enganche, pensaba que no pasaría ningún sofocón para liquidar el préstamo.

Pero hace pocas semanas, en la recta final del crédito, las cosas cambiaron. La mensualidad empezó a asfixiarme y a ponerme cada mes en la lista de prospectos al buró de crédito. Empecé a recortar gastos y la mayor parte de mis ingresos se iba al pago del coche… hasta que pedí otro préstamo personal que me habían ofrecido al amparo de una tarjeta de crédito.

No me lo pensé dos veces; podría liquidar el crédito automotriz –que tenía una tasa mucho más baja de la que me ofrecían con el nuevo préstamo- y al mismo tiempo tomar un respiro del resto de mis tarjetas. De esta forma, pagué el coche y mi mensualidad bajó casi a la mitad, con la salvedad de que ya no lo pagaría en los seis meses que restaban sino en 24.

Cualquier deudor medianamente informado sabe que una reestructura no es más que aplazar la deuda, siempre con una tasa de interés más alta, a la espera de que cambien las expectativas. Bueno, pues algo muy parecido le pasó a Veracruz: no bajó la deuda, sino que hoy debemos más dinero y tardaremos más años en pagarlo.

Nuestro estado es uno de los más endeudados, con el mayor plazo registrado y uno de los intereses más altos. Pero a diferencia de mi caso personal –en el que no puedo transferirla ni heredarla a nadie- los gobiernos que la adquirieron se podrán ir tranquilamente a casa porque serán otros los que debamos pagarla: los veracruzanos.

Hablar de la reestructura de la deuda como un éxito financiero de un gobierno o de la administración pública que debiéramos reconocer es un disparate. No hay nada más atractivo para la banca que prestar a gobiernos –porque se comprometen recursos e ingresos propios para respaldarlo-, a periodos más largos con tasas de interés que superan por mucho, por ejemplo, la inflación.

En México y en Veracruz, los gobiernos pagan intereses de créditos adquiridos que superan por mucho lo que se invierte en ciencia y tecnología, en la investigación sobre la atención y prevención del VIH o la reparación del daño a las víctimas de la violencia. Todo queda en la multimillonaria utilidad de bancos extranjeros que no tienen la culpa: ese es su negocio.

Todo esto viene a cuento porque cuando anochece en el brevísimo gobierno del yunismo, es la hora que no sabemos cuánto debemos, ni a quien; como nunca supimos cuánto fue lo que realmente nos dejaron de deuda pública Fidel Herrera y Javier Duarte, quienes se fueron con las alforjas llenas hasta la impudicia.

Desde su campaña y al inicio de su gobierno, Miguel Ángel Yunes Linares ofreció que se investigaría el desfalco a Veracruz, incluso desde los tiempos de Miguel Alemán. Se ordenó al Congreso la creación de una Comisión de la Verdad para conocer el monto real de los compromisos financieros del estado, sin embargo, no tuvo más vida que un par de oficios solicitando información que siempre les fue negada por la Secretaría de Finanzas.

En cambio, el mismo Congreso que debería investigar, prefirió allanarse al mandato del ejecutivo y autorizarle plena potestad y albedrío en la reestructuración de la deuda: contratar al despacho que haría la gestión, elegir a las entidades financieras que prestarían el dinero, establecer los nuevos plazos para su liquidación –algo que varias generaciones ya no lo verán- y la tasa de interés impuesta. Gracias a ese libertinaje legislativo, nada de eso sabemos… hasta hoy.

En información de los reportes trimestrales y la Cuenta Pública del 2017 y 2018, se reporta la reestructuración de la deuda pública. Yunes Linares logró pagar al menos 13 créditos con la banca privada y tres emisiones de certificados bursátiles, aunque para eso, contrató 10 nuevos créditos, por 38 mil millones de pesos. De ese total pagó más de 8 mil millones en amortización, incluido el pago de servicio, según han documentado diversos medios y agencias de noticias.

El gobierno del estado de Veracruz pagó en 2017 más de cuatro mil seis millones de pesos de intereses, es decir, más de 12 millones de pesos al día, significativamente menor a los 18 millones que se pagaban en el gobierno anterior –entre Fidel Herrera y Javier Duarte quintuplicaron la deuda entre 2009 y 2016-, aunque para ello vayamos a tardar al menos cuatro sexenios en pagarla.

Sin embargo, lo que podrían ser buenos números para el gobierno de Yunes Linares, una serie de decisiones los ponen en entredicho: nunca se informó de la deuda real del estado y el costo de la reestructuración, se impuso un sistema local anticorrupción con un fiscal especializado que no ha podido siquiera ocupar el cargo, y tras dos años de disputas, no hay certeza sobre el monto de los adeudos del gobierno estatal con empresas y proveedores.

Pobre Veracruz: Ya nos habían saqueado… ¿nos volverán a saquear?

Las del estribo…

  1. Que no se trató de un robo sino de una ejecución el móvil del homicidio de las dos profesoras indígenas de Zacualpan, Otra vez, el gobierno deja entrever sospechas que lastiman a las familias. El gobernador acusa al SNTE de hacer denuncias públicas sin dar a conocer detalles. ¿No es acaso lo mismo que hizo ayer en el asunto de las docentes asesinadas?
  2. Otra vez el diario Reforma ha documentado una nueva propiedad del matrimonio Duarte-Macías en la ciudad de Miami, con un costo de 7 millones de dólares; si como se ha dicho, el gobierno pagaba al día 18 millones de pesos en intereses de deuda, la propiedad significa apenas cuatro días de réditos bancarios. Una baba de perico, habrán pensado.