Juan Manuel Carmona Noguera, arquitecto de gran renombre y maestro jubilado de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Veracruzana (UV), fungió como docente de esta entidad académica a lo largo de 43 años, tiempo en el que transmitió sus conocimientos y formó a muchas generaciones de profesionistas en el ámbito.

El arquitecto, originario de la ciudad de Veracruz, afirmó que la arquitectura requiere de profesionistas con vocación y que los estudiantes mexicanos de esta disciplina tienen potencial para sobresalir a nivel nacional e internacional.

En entrevista para Universo, relató cómo fueron sus inicios en la arquitectura, parte de su desarrollo profesional y académico, así como el papel de esta disciplina en la sociedad actual.

El origen

Manuel Carmona narró que su gusto por la arquitectura nació cuando cursaba el tercer año de secundaria, cuando en la casa de sus abuelos ubicada en el barrio La Huaca tuvo una gran remodelación y pudo ver el trabajo de la albañilería. A petición de su abuelo, dibujó la casa remodelada y pasó en limpio los croquis del maestro constructor.

“Tracé la casa remodelada e incluí detalles de la cocina que mi mamá había pedido; cuando vi el proceso de levantar la casa en volumen con tabique, techos, ventanas y puertas me enamoré de ese trabajo. Así fue como iniciaron mis sentimientos y vocación por la arquitectura”, afirmó.

Ingreso a la UV

Relató que en 1966 presentó examen para ingresar a la Facultad de Arquitectura de la UV, cuando tenía 10 años de haber sido fundada. “Realicé un examen de admisión que duró dos días, se hacían preguntas sobre física, matemáticas, química, historia del arte, geometría y dibujo”, mencionó.

Afortunadamente estuvo entre los alumnos que aprobaron el examen, a los que se les impuso la condición de que no debían reprobar ninguna materia durante el primer año.

Manuel Carmona aseveró que en aquellos años la Facultad de Arquitectura de la UV ya tenía fama y renombre a nivel nacional, gracias a la visión de Alberto Mendoza Bridat, su primer director, quien venía de la Ciudad de México e invitó a un cuerpo de catedráticos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a integrarse a la plantilla docente.

“Aquellas generaciones de estudiantes tuvimos la fortuna de tener grandes maestros que nos brindaron todo su conocimiento como Domingo García, Alejandro Leal, Jaime Nenclares, Francisco Urzúa y Arturo Chávez Paz, quienes ejercían como arquitectos y tenían una gran vocación de docentes”, aseguró.

El arquitecto relató que su primer año en la Universidad fue muy difícil pues los maestros eran muy exigentes, incluso había algunos que tenían formación militar, como Servín Murrieta, quien exigía a sus alumnos una férrea disciplina.

“A estos maestros les debo todo lo que soy y el poder desempeñarme como arquitecto”, enunció.

Titulación y servicio social

Manuel Carmona mencionó que su servicio social lo realizó en la localidad de Chavarrillo, junto con sus compañeros de generación aterrizó el proyecto de la construcción de un jardín de niños; en total, 28 pasantes de Arquitectura realizaron la obra convirtiéndose en albañiles “chalanes”, dirigidos por dos maestros de obra.

Declaró que él y sus compañeros se enfrentaron a la labor de excavar zanjas para cimientos, hacer mezcla para pegar piedras, colocar cimbras, tabiques, colar columnas. Este aprendizaje les abrió el panorama sobre su profesión.

“De la escuela salimos con la teoría, pero no es igual a enfrentarse a la realidad laboral.”

Comentó que finalmente el jardín de niños fue inaugurado en 1971 y aún sigue en pie, debido a que la población de Chavarrillo le da buen mantenimiento.

El arquitecto mencionó que aunque sus compañeros se titularon con este trabajo, él no pudo hacerlo debido a que un mes antes de terminar las labores obtuvo su primer trabajo profesional, en el Departamento de Proyectos y Obras de la Universidad de Michoacán, a invitación de Armando Robles Charles, egresado de la primera generación de la Facultad de Arquitectura de la UV.

Compartió que se tituló hasta 1972, en una modalidad conocida como “examen de encierro”, que consistía en encerrarse en la Facultad de Arquitectura un mes y sacar un proyecto completo que incluía los ámbitos arquitectónico, estructural, acabados, instalaciones y presupuesto.

“Todo febrero de ese año lo pasé en el diseño de un proyecto de un mercado municipal y una casa del campesino en la población de Zongolica; finalmente, la última semana mi trabajo fue revisado a las dos de la madrugada por cinco miembros de un jurado compuesto por arquitectos de gran renombre.”

Manuel Carmona afirmó que la fama de la Facultad de Arquitectura en la época en la que él se tituló daba la ventaja a sus egresados de encontrar trabajo donde fuera, ya que en cualquier parte los contrataban como empleados de base.

“Después de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, era la mejor del país”.

“En México existe mucho potencial entre los jóvenes aspirantes a arquitectos, sólo hay que saberlos guiar para que se desarrollen y desenvuelvan en su vida profesional”

Carrera profesional

El arquitecto comentó que una vez titulado, su colega Robles Charles le invitó a trabajar en Toluca, en el Instituto de Acción Social e Integración Urbana (Auris), similar al Infonavit, pero que sólo operaba en el Estado de México.

Mencionó que posteriormente, en 1974, José Ángel Carbonell le invitó a impartir cátedra en la UV. “El 15 de enero de 1975 me incorporé como maestro de medio tiempo, con las asignaturas Taller de Diseño Arquitectónico e Instalaciones y Dibujo”, relató.

Manuel Carmona afirmó que ser maestro fue una experiencia muy agradable, le permitió convivir con jóvenes, guiarlos y ayudarlos con sus ideas primarias.

“Es muy agradable cuando tus alumnos entienden aquello que tratas de explicarles”, enfatizó.

El académico enunció que incluso ahora en su periodo de jubilación, ofrece a los alumnos su casa para asesorarlos.

Enseñanza de arquitectura en la actualidad

El universitario enunció que las escuelas de arquitectura actuales no deben continuar con sistemas educativos que prioricen la enseñanza en el aula, pues está ligada totalmente al diseño arquitectónico y a los talleres de construcción, y sin la práctica no se pueden llevar a cabo buenos proyectos.

“El profesionista de alto rendimiento se hace con la práctica, y si queremos estudiantes de calidad se requieren maestros y alumnos responsables, que tengan vocación y pongan en práctica continuamente lo que aprenden”, expresó.

Mencionó que muchos estudiantes de hoy en día tienen menos vocación y menor grado de entrega, cuando deben ser sacrificados con su aprendizaje.

Manuel Carmona aseguró que pese a esto en México existe mucho potencial entre los jóvenes aspirantes a arquitectos, sólo hay que saberlos guiar para que se desarrollen y desenvuelvan adecuadamente en su vida profesional.

Comentó que sólo requieren de una mayor formación para poder destacar profesionalmente a nivel nacional e incluso en otros países.

“En otras naciones quienes estudian la carrera de Arquitectura deben trabajar para adquirir experiencia y sólo así obtienen su título”, destacó.

La arquitectura hoy

Manuel Carmona enfatizó que al estudiante de Arquitectura se le debe enseñar a trabajar de manera honesta para que las construcciones resistan cualquier embate de un fenómeno natural o el paso del tiempo.

Aseguró que en el país deben aprovechar al profesional de la arquitectura para diseñar y construir los nuevos conjuntos habitacionales y evitar la homogenización de éstos, ya que cada habitante requiere de condiciones específicas en su vivienda.

Añadió que los planes de estudio de las escuelas de arquitectura deberían indicar que los alumnos adoptaran una obra, visitarla una vez a la semana misma y realizar una bitácora de ella.

“Es fundamental que los arquitectos se relacionen con los albañiles, ya que es de suma importancia conocer su lado humano”, declaró.

El entrevistado comentó que la Facultad de Arquitectura de la UV fue su casa durante sus cinco años como alumno y los 43 que pasó como docente en ella; afirmó que fue muy enriquecedor convivir con estudiantes de toda índole, conocer sus problemas y guiarlos en su formación profesional.

“Siempre consideraré mis 43 años como docente y mis meses en que realicé mi servicio social, como las mejores etapas de mi vida”, concluyó.

UV/Carlos Hugo Hermida Rosales