Reflexiones para la presentación fotográfica “Una Madre Nunca Olvida”*.
Maliyel Beverido y Esther Hernández Palacios, a quienes conozco desde hace muchos años, me han invitado a participar en un conversatorio denominado “Desaparición forzada en México”, en el contexto de la exposición fotográfica “Una Madre Nunca Olvida” del fotógrafo documental Daniel GM y la proyección del documental “A mí no me va a pasar”. En el conversatorio están también Namiko Matzumoto, Presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, y Araceli Salcedo, representante del Colectivo de Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba.
Desde el 2011 hemos estado discutiendo los temas legislativos y de políticas públicas sobre las problemáticas de las violencias y las víctimas resultado de la “guerra contra las drogas”, pero poco se ha abordado y trabajado desde la perspectiva de procesos de acompañamiento psicosociales para “sanar” (quizá esta no sea la palabra correcta, pero a veces no encuentro otra más acorde con lo que quiero decir), en lo individual y en lo colectivo, y menos desde un enfoque desde las artes y la cultura como un medio para ello, salvo excepciones como ConArte (Consorcio Internacional Arte y Escuela).
La primeras veces que escuché la palabra “desaparecidos” no lograba entenderla, la palabra me parecía chocante, absurda, incomprensible. Me preguntaba ¿Cómo que desaparecidos? Eso no puede ser. ¿Cómo puede una persona desaparecer? ¿Puede una persona desaparecer? Poco a poco ese asombro o incredulidad se volvió espanto, y la realidad nos impactaría a todo México y el mundo.
Desde que trabajo con víctimas y en particular con familiares que tienen un desaparecido o desaparecida, hemos discutido y trabajado mucho desde los principios, las acciones, las medidas, y el deber ser, pero muy poco desde la emocionalidad, el cuerpo y el lenguaje. Me parece que estas tres dimensiones constitutivas del ser humano, son la clave para reconstruir dimensiones personales y comunitarias, y que el arte es una vía para llegar a ellas.
Cuando hablamos de desaparecidos lo primero que pienso es en una persona, en un cuerpo que no está presente. Esta muestra fotográfica es un ejemplo de un trabajo que quiere recuperar tiempo y memoria, a través de la representación del cuerpo, de la persona que no está.
El arte, y en este caso la fotografía o el cine documental, nos abren espacios para darle otra interpretación y posibilidades a una realidad. En el caso de los desaparecidos hay por lo tanto tres dimensiones o ámbitos que están interrelacionados: el arte, el tiempo y la memoria. El tiempo se ha detenido, quizá como en el de una fotografía, pero nos ayuda a rescatar la memoria como un espacio emocional que sirve para la reparación y para la reconciliación.
Arte, tiempo y memoria abren los espacios emocionales para rescatar el amor, para exponer la ausencia del amor, pero también la presencia del amor. Por lo tanto trabajar con el cuerpo, con la emocionalidad y con el lenguaje es muy importante, y diría yo esencial, para sanar, para honrar y para abrir posibilidades de acción y cambio. El arte desde esta perspectiva es amor, es recreación y reconstrucción del amor.
Cabe señalar en esa lógica que la revictimización o la criminalización, sea que la haga una autoridad o una persona o la sociedad, es una negación del amor. Por eso duele tanto y por eso los familiares de personas desaparecidas están tan dolidos. El arte es exactamente lo contrario a la revictimización y a la criminilización.
En nuestra cultura y nuestra sociedad vivimos en la negación del amor. La vivimos en las violencias y en la guerra, en los medios, en la televisión y en las series, en la calle, en nuestras relaciones. Por eso el arte es una apuesta ética a visibilizar otras opciones y otras emocionalidades que abran caminos y nuevas posibilidades para la convivencia.
El otro elemento necesario en este proceso, y lo hemos dicho en varias ocasiones en esta columna, es el lenguaje, son las conversaciones, como elemento fundamental en abrir procesos de cambio y de acción. Las conversaciones sirven para superar el resentimiento, para la creación de paz y para el cambio de interpretaciones.
Arte y lenguaje en este sentido tienen que ir encaminados a un trabajo interior, hacia uno mismo, y hacia el cambio personal, como lo señala Lucina Jiménez, fundadora y directora de ConArte, quien recientemente estuvo en Xalapa, con una conferencia maravillosa sobre este tema.
Siempre, a lo largo de la historia de la humanidad, han existido la violencia, los regímenes y mandatarios malos, las invasiones, las matanzas, etc., pero siempre han existido también las personas que no quieren ser parte de eso, que intentan ser más amables, más compasivos, participar y hacer un mundo más consciente, más generoso, que genere más felicidad, un mundo más compasivo y gentil, amable y cuidadoso. Quiero pensar que por eso estamos aquí todos en esta reunión.
Aquí y ahora, esta presentación fotográfica, este documental y esta reunión, son parte ya de una reparación integral, son parte ya de la reconstrucción de la memoria, y son parte de la visibilización de los que hoy no pueden hablar. Aquí y ahora estamos haciendo una reconstrucción de la memoria y de la honra a través de la imagen, y a través del arte.
El tema de las violencias, de los delitos, pero sobre todo, de las violaciones a los derechos humanos, es el de una promesa que se ha roto. Cuando una promesa se ha roto y no se ha cumplido, la emocionalidad que comúnmente surge es el resentimiento. En una participación anterior escribí “El resentimiento se parece a la rabia, a partir de él nos constituimos en víctimas permanentes y mi rabia crece como una mata maliciosa al interior de mi alma. El resentimiento muchas veces tiene como efecto el callar, y se desenvuelve clandestinamente, habilita la venganza y justifica la violencia. Lo que debemos comprender es que en la mayoría de los casos nace a partir del incumplimiento de una promesa. Por eso las violaciones graves a los derechos humanos son tan lacerantes porque la promesa de que el Estado o el servidor público te protegerían se rompió. O bien cuando el sacerdote o el padre es un abusador rompen la promesa de que esas figuras te cuidarían. O el hombre que le pega a su pareja. En esos y muchos casos se incumplió una promesa, se incumplió una expectativa que consideraba legítima”.
El arte, las artes, la música, el teatro, la danza, la fotografía, etc. nos recuerdan esa promesa y nos dan esperanza, aunque a veces sea momentáneamente. Pero las artes orientadas a la transformación y a procesos de cambio y de paz, pueden ser herramientas, medios, espacios, también muy sanadores, que muevan cuerpos, emocionalidades y lenguajes.
Cuando se rompe una promesa el principal valor o elemento que se pierde es la confianza. Una vez perdida la confianza es muy difícil recuperarla. Por eso en las víctimas y en las familias a las que no sólo un policía les desapareció a su hijo o hermano o papá, sino que han sido una y otra vez revictimizados por la autoridad o la misma sociedad, es tan difícil recuperar la confianza.
Las medidas de reparación, como puede ser el perdón, la disculpa, la verdad, la justicia, la memoria, buscan también recuperar la confianza. Pero actos sociales e individuales como éste abren la esperanza para ir poco a poco reconstruyendo la confianza. Las víctimas reclaman todo eso: justicia, perdón, memoria, verdad, pero hay que ayudar o facilitar para que al irse logrando éstas también se reconstruya la confianza interior, se reconstruya la persona y la comunidad.
Las emocionalidades negativas o tóxicas como el resentimiento distorsionan nuestra capacidad de acción, vivir en la rabia, en el enojo, en la culpa, en la ausencia de confianza, nos inmovilizan, nos paralizan. El arte y la arteterapia pueden ayudar a mover esas emocionalidades y posibilitan la acción.
Por eso, los familiares de los desaparecidos que están en la búsqueda y los colectivos que están en la búsqueda están en la emocionalidad de la acción. Digamos que en términos del tiempo, o de la temporalidad de la emocionalidad o de ésta en el tiempo, hay dos posibilidades: frente al pasado tenemos la paz o el resentimiento; frente al presente están la confianza o el miedo; y frente al futuro están la ambición que nos lleva a la acción o la resignación (o tristeza) que nos llevan a la inacción.
El arte que está al servicio del cambio personal o comunitario, tiene que estar orientado a la transformación, a la acción que modifique la situación actual. En los colectivos y en los familiares que conozco hay una valentía enorme porque hay una movilización hacia el reclamo, hacia una voluntad de justicia y hacia una voluntad de cambio.
Mi vivencia en estos años de andar junto a las víctimas y a los colectivos, que han vivido este profundo quiebre, este suceso tan doloroso, es que he podido conocer personas muy valientes y fuertes que además de estar inmersas en un proceso de búsqueda están ayudando a otros, no están resignados, no tienen miedo, y mi deseo es que algún día encuentren paz.
Esta muestra fotográfica, la música que algunas veces acompaña en eventos que se han organizado, los documentales como éste y otros, pueden ser coadyuvantes en este proceso de memoria y de reparación.
En este caso, las fotografías de Daniel GM y el documental, nos devuelven, les devuelven, las imágenes, los cuerpos, el recuerdo, las emociones, la memoria, y espero que también la paz. Para que con ello salgamos, y sobre todo las víctimas salgan de aquí, con otras interpretaciones, con otras emocionalidades y con otras conversaciones que les posibiliten la esperanza, la confianza y mayor poder de acción.
*La inauguración de la exposición y la proyección del documental son el viernes 31 de agosto a las 17:00 horas en la Casa del Lago, en Xalapa, Ver.