La Plaza Lerdo se convirtió en una fosa clandestina en la que se podían observar la ropa de quienes algunas vez tuvieron vida; los zapatos que acompañaron sus pasos hasta antes de su desaparición e incluso fue visible la tierra que cubrió sus cuerpos tras sus asesinatos.
Al conmemorar el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, el Colectivo por La Paz Xalapa intervino la Plaza Lerdo, esa que es testigo de manifestaciones, gritos de júbilo y momentos solemnes, e intentaron mostrar de manera sencilla cómo es una fosa clandestina.
La tierra regada, los restos humanos que sobresalen de ésta, la ropa sucia, ensangrentada; los arbustos creciendo entre los cuerpos. En otra área, un corran en donde personas cautivas, con vendas en los ojos, esperan su destino.
Ahí, decenas de madres exigieron a las autoridades hallar a sus seres queridos, les gritaron que da igual “si la debían o no”, que desean abrazar a sus hijos, o en su caso darles una sepultura digna y no aquella en la que sus cuerpos quedan semienterrados, a la intemperie, como huérfanos.
Las lonas con las fotografías de hombres, mujeres; madres, padres, hijos, hermanas, eran visibles desde lejos y la leyenda “+4,000” fue escrita en la explanada de plaza Lerdo como recordatorio del número de desapariciones ocurridas en el estado.
María Antonieta Muñoz, una de las Integrantes del Colectivo por La Paz Xalapa, tomó el micrófono y dijo que a los familiares les dan igual los porqués, ya que la posición final es una y la misma, se es un desaparecido, se está y no se está. Y se espera encontrar.
“Un lugar en el que se está y no se está, un buscar, un dolor de quien lo vive y lo padece, un algo, un nada, un destino en el que se está por lo que se hizo y no se hizo, por estar en donde no se debía, por elección o por destino, por mucho, por algo, por nada”.
Otras mujeres bordaban amorosamente el nombre de sus seres queridos y un lienzo grande colgaba con los nombres de quienes desaparecieron un día y hasta ahora no han sido hallados.
En ese lugar se compartió el llanto de las madres, la espera, pero también los abrazos de quienes han encontrado refugio consolando a los demás.
Perla Sandoval/Avc