Una de las piezas más polémicas de Mesoamérica es “El Luchador”, pues mientras algunos historiadores del arte ponen en duda su autenticidad por no presentar la estética tradicional olmeca, los arqueólogos aseguran que es típica de tal cultura; no obstante, nunca se había desarrollado una investigación arqueológica en el lugar de su hallazgo y ésta la emprendió recientemente la investigadora de la Universidad Veracruzana (UV), Virginia Arieta Baizabal.
La arqueóloga, adscrita al Instituto de Antropología (IA), explicó que durante casi 30 años el debate se centró en determinar si se trataba de una escultura prehispánica original; “nadie se interesó en hacer una investigación arqueológica sistemática” donde supuestamente sucedió el hallazgo, la comunidad Antonio Plaza. Es preciso decir que el lugar forma parte de la Isla de Capoacan, perteneciente al municipio de Minatitlán y situada entre los ríos Uxpanapa y Coachapan, afluente del Coatzacoalcos; asimismo, está en medio de San Lorenzo y La Venta, las grandes capitales de la cultura Olmeca.
Cabe citar que San Lorenzo es una de las capitales olmecas más importantes, como muestra basta decir que de las 17 cabezas colosales conocidas, 10 provienen de ahí.
Ann Cyphers, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y directora del proyecto arqueológico en el sitio San Lorenzo, y Artemio López Cisneros, en aquel entonces director de la Casa de Cultura de Minatitlán, en atención a la polémica acudieron a la comunidad Antonio Plaza para realizar una investigación etnográfica.
Como resultado, se logró reconstruir la historia del hallazgo de “El Luchador” (pieza cuya referencia indica: Cultura Olmeca. Antonio Plaza, Veracruz. Preclásico. Basalto. 61 x 54 centímetros), misma que fue publicada en 2007 en la edición 88 de la revista Arqueología mexicana, bajo el título “El luchador. Historia antigua reciente”.
“Ellos narran que lograron hablar con la esposa de quien encontró la pieza (mujer que tenía 104 años de edad) y la vendió a principios de la década de los cuarenta al jefe de Talleres de la refinería de la Compañía El Águila, quien coleccionaba piezas arqueológicas. La escultura pasó de mano en mano hasta que en los años sesenta fue adquirida por el Museo Nacional de Antropología (del Instituto Nacional de Antropología e Historia, el INAH), donde hasta el día de hoy está expuesta.”
Si bien la arqueóloga de la UNAM reconstruyó la historia de “El Luchador” hasta la década de los sesenta, cita que en el sitio se aprecian tiestos de cerámica y destaca la importancia de emprender un proyecto formal de investigación arqueológica, pasó más de una década para que la idea fuera concretada por Virginia Arieta, arqueóloga recién incorporada a la plantilla de investigadores del IA de la UV.
Investigación arqueológica pionera
La investigadora universitaria desarrolla un trabajo pionero para el lugar, registrado ante el Consejo de Arqueología del INAH y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), bajo el título “Dinámica poblacional e interacciones sociopolíticas en la región de Capoacan. Proyecto Arqueológico ‘Antonio Plaza’ ”.
“Hasta hace poco tiempo se mantenía una idea en torno a la dificultad de vivir en zonas inundables y pantanosas, pero esto ha cambiado mucho con las investigaciones que se tienen y a través de las cuales observamos modos de vida y la presencia de sociedades tan complejas como la Olmeca, en este tipo de ambientes”, argumentó.
La entrevistada mencionó que antaño no existían metodologías sistemáticas para hacer recorridos en pantano y popal; no obstante, investigaciones como la de Ann Cyphers han demostrado que sí se puede desarrollar ese tipo de trabajo arqueológico riguroso.
El Proyecto Arqueológico “Antonio Plaza” inició en 2017 y la primera temporada de campo fue durante enero y febrero del presente año, abarcando un recorrido 6.7 kilómetros cuadrados, a partir de la comunidad Antonio Plaza, donde se encontró “El Luchador”. La principal pregunta fue: ¿realmente se trata de un sitio arqueológico? Y la respuesta, contundente, fue: sí.
Virginia Arieta y dos arqueólogos egresados de la UV (Alfredo Saucedo Zavala y Andrea Celis Ng Teajan) desarrollaron una “fructífera” primera temporada de campo, toda vez que identificaron 56 sitios. “Cuando nosotros hablamos de sitios se trata de concentración cerámica con arquitectura o ausencia de ella. En el caso de la arquitectura olmeca es de tierra apisonada, y no está en superficie (por ejemplo, en San Lorenzo los edificios están hasta 20 metros de profundidad)”.
Actualmente trabajan en el análisis cerámico y de acuerdo a las concentraciones de ésta en superficie determinarán qué lugares propondrán investigar en la segunda temporada de campo, en la cual ya estarían consideradas excavaciones.
“Lo que podemos decir hasta el momento es que Antonio Plaza tuvo una ocupación Olmeca, y que se trata de un sitio arqueológico en el que encontramos material del preclásico inferior, que corresponde a San Lorenzo, y del preclásico medio, que corresponde a La Venta. Entonces, se trata de un sitio intermedio geográficamente y de transición temporal. Por eso identificamos tipos cerámicos del periodo preclásico inferior –1200 aC– y del medio –900 aC–. Yo lo que veo es que se trató de un sitio multicultural en el preclásico.”
Para ella, quizá por tal razón los historiadores ven algo distinto en la pieza en mención, pues buscan el estilo de San Lorenzo o de La Venta, y más bien “es típica de Antonio Plaza, de lo que estaba sucediendo ahí, un sitio de menor rango que convivió con ambas capitales”.
El proyecto arqueológico también busca, a través de tecnología como LiDaR (Light Detection and Ranging o teledetección láser), saber cómo se comportó la distribución poblacional, identificar si hubo concentraciones o dispersiones de acuerdo a las características de cada sitio.
Para la arqueóloga, por las características de la altitud, hubo tres concentraciones: la del preclásico, del clásico tardío y una combinación de ambas.
Actualmente, con colaboración del estudiante en arqueología José Ignacio Hernández Juan y la arqueologa Andrea Celis Ng se analizan los materiales recuperados del lugar en el Laboratorio de Cerámica del IA de la UV; la actividad es muy laboriosa toda vez que los cotejan con muestrarios fotográficos facilitados por los proyectos de investigación arqueológica colindantes de La Venta y San Lorenzo. La intención es asignarles el nombre ya determinado para ambos sitios, metodología que ha permitido corroborar que en Antonio Plaza hay material similar al hallado tanto en uno como en el otro lugar.
En este tema, abundó que su intención es no generar más nombres para identificar los tipos cerámicos encontrados, por ello toma como referencia los ya existentes, aunque eso les implique una minuciosa labor de cotejo: “Quiero evitar generar nuevos tipos cerámicos, creo que eso le hace daño a la arqueología regional. San Lorenzo tiene casi 50 años de trabajarse y La Venta como 60, por ello tienen sus clasificaciones, para mí el diálogo con estos proyectos ha ayudado a no generar tipos que ya existen, lo cual no diría nada, porque se trata de una sola región”.
Aunque se trata de una investigación incipiente, ha sido posible confirmar que se trata de un área con ocupación prehispánica de la cultura Olmeca y “una de las mayores aportaciones es que esclarece lo que sucedía con piezas (como “El Luchador”), porque necesitamos el contexto de éstas”.
Por tales razones, si el proyecto arqueológico nuevamente resulta favorecido con recursos del Conacyt, la arqueóloga de la UV contempla –en la segunda temporada de campo– excavar el lugar donde se encontró “El Luchador”. “Eso permitiría conocer su contexto, darle un tiempo y espacio. Eso es importante para la pieza y para la arqueología regional, para trabajar en conjunto. No creo que Antonio Plaza haya sido una capital, pero sí un sitio pequeño de transición”.
La investigación contempla gestión y vinculación con la comunidad, y afortunadamente en la primera temporada de campo no hubo inconvenientes; sin embargo, de las problemáticas que podrían enfrentarse en una segunda es la presencia de autodefensas ubicadas en las partes más altas de la región. “Considero que si las partes bajas están plagadas de sitios, en la alta habrá otros”, adelantó.
Karina de la Paz Reyes/Avc