Hace 50 años se publicó en Francia el libro El derecho a la ciudad, del historiador Henri Lefebvre, y así como estuvo influido por los movimientos sociales y políticos de la época, a su vez se convirtió en una obra trascendente que está presente incluso en la nueva Constitución Política de la Ciudad de México.
Para reflexionar acerca de sus repercusiones y su vigencia en el contexto actual, el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV) celebró el Coloquio “El derecho a la ciudad. Medio siglo de una idea revolucionaria”, el viernes 24 de agosto en el Auditorio “Gonzalo Aguirre Beltrán”.
La inauguración estuvo a cargo de Dora Sánchez Hidalgo, integrante del grupo de colaboración “Espacio, tiempo y cultura”, y Filiberta Gómez Cruz, directora del IIH-S.
Sánchez Hidalgo comentó que éste es el primer coloquio que organizan como grupo de colaboración y tiene un corte transdisciplinar “porque nos dimos cuenta que muchas de nuestras investigaciones tienen que ver con la dimensión espacial”.
A continuación se realizó la Mesa 1 “Ideas y conceptos”, en la que participaron Malik Tahar Chaouch y Luis Fernando Granados, investigadores adscritos al IIH-S; Claudia Zamorano Villarreal, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) de la Ciudad de México, y Rodrigo Díaz González, director de Investigación en el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo en México, moderados por Virginie Thiébaut, académica del IIH-S.
En su participación, Malik Tahar trazó el contexto histórico en el que surgió la obra de Lefebvre y mencionó los puntos de convergencia entre el autor y el movimiento de 1968.
En primer lugar, ambos poseen un énfasis en el pensamiento crítico y, en segundo lugar, impulsan la búsqueda de una modernidad alternativa; no obstante, “el eurocentrismo del libro me parece bastante evidente y el carácter todavía ortodoxo de su perspectiva, pues la clase obrera sigue siendo central y el problema del poder sigue radicando en la explotación”, expresó.
Rodrigo Díaz señaló que en los últimos años “no hay foro sobre movilidad y planificación urbana en que no aparezca el derecho a la ciudad, se ha incorporado al marco legal del país, particularmente en la Constitución Política de la Ciudad de México, pero ¿tendrán idea estos señores qué es el derecho a la ciudad o habrán leído a Lefebvre? Algo me dice que no”.
Hizo lectura del Artículo 12 del documento, destacando su definición como derecho colectivo, por lo que advirtió que el concepto puede ser contraproducente en el caso de que alguien demande este derecho ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por ejemplo.
“Por supuesto no se hace uso de ningún tipo de estándar y es en donde nos comienza a complicar porque el derecho a la ciudad es mucho más vago y de él han salido muchos subderechos como el derecho a la movilidad, derecho al agua, a la vivienda, etcétera.”
Luis Fernando Granados abordó la propuesta del libro a partir de sus propias investigaciones sobre la Ciudad de México en el periodo colonial.
Éste es un espacio “física y socialmente segregado y jerarquizado, sin capitalismo, sin mercantilización del espacio y de la vida. Lo que está ahí es la dominación colonial, el fundamento de la historia americana durante tres siglos que es posible mirar en los mapas antiguos, en los censos del siglo XVIII y en muchas maneras”.
La ideología racista del régimen colonial español en América se asemeja al valor de cambio porque es instrumental; la definición de quién era indio es una descripción, era un acto político que buscaba la dominación, explicó.
“Lo que está en el fondo de El derecho a la ciudad incluye modos de vivir la ciudad más amigablemente, pero implica sobre todo el rechazo a la mercancía y a la instrumentalidad de las cosas”, detalló.
Para finalizar, Claudia Zamorano dijo que sobre el derecho a la ciudad se han propuesto innumerables interpretaciones, “es una idea muy atractiva pero al final de cuentas toda esta serie de interpretaciones lo convierten en un contenedor vacío al que cada quien le pone lo que se le antoja y ése es uno de los retos de abordar el tema”.
Comentó que en la época del libro, México tenía un 75 por ciento de población rural y 25 por ciento urbana, cifra que al 2012 se invirtió, lo cual lleva a reflexionar acerca de lo que significa la primacía de lo urbano sobre el campo.
“Lefebvre menciona que esto significa la sociedad urbana total; estamos apuntando hacia una sociedad que va a ser totalmente urbana, incluso los campos serán dependientes de las ciudades”, observó Zamorano Villareal.
David Sandoval Rodríguez/Prensa UV