A más de uno le parecerá aventurado y ocioso hacer tal pronóstico. Sin embargo, en nuestro país ser presidente de la república requiere de un largo proceso de preparación, de ir sumando aliados, de recorrer el territorio una y otra vez, y tal vez lo más difícil: encontrar la coyuntura adecuada para hacerse del control de un partido político con la capacidad y la estructura necesarias para ganar la más importante de las elecciones.

No se trata de jugar al adivino en el momento más inoportuno, considerando que a Andrés Manuel le restan aún tres meses para ocupar la silla presidencial. El tema toma relevancia porque quienes aspiran a sucederlo ya trabajan en ello, ya lo sueñan, ya operan para que eso suceda. Quien sea el sucesor de Andrés Manuel será el responsable de que se logre la afamada cuarta transformación o sólo quede en un proyecto efímero de alternancia política.

Durante las siete décadas del régimen priista, el PRI se ocupaba de ir preparando a los cuadros que habrían de ejercer el gobierno en cada generación y correspondía al presidente en turno –gracias a su facultad meta constitucional más importante-, elegir a su sucesor, el cual invariablemente surgía de su gabinete.

Si bien al momento de tomar posesión de la Presidencia, el mandatario no había decidido quien sería su sucesor, tenían muy claro quiénes eran sus candidatos. Y lo mismo pasa hoy con Andrés Manuel López Obrador, porque de eso depende el futuro de su proyecto y la salud política de su legado.

Desde el inicio del gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado estaba claro que Carlos Salinas de Gortari era, pese a su corta edad, el más aventajado de todos los candidatos. Salinas se preparó desde la infancia y el seno familiar para ser presidente. Y lo logró.

Ya en su gobierno, se encargó de engañar a todos con la verdad, incluso a sus más íntimos. Eligió desde el primer momento a Luis Donaldo Colosio, a quien se esmeró en prepararlo para ser presidente. Lo hizo senador y Presidente del Partido, le ayudó a construir toda clase de relaciones políticas y luego le incorporó a su gabinete en la más alta responsabilidad: la titularidad de la recién creada Secretaría de Desarrollo Social, la que manejaba el emblemático programa de Solidaridad.

Luis Donaldo Colosio construyó con esmero su candidatura, hasta que la tragedia lo alcanzó. Y entonces surgió la figura de Ernesto Zedillo, un administrador y funcionario público con escasa experiencia política, sin redes de poder que haya construido para llegar a la Presidencia. Fue la circunstancia y la tristeza por la muerte de Colosio lo que  lo llevó a ganar la Presidencia, incluso de una manera más clara que el propio Salinas de Gortari.

Pero ajeno al priismo, Zedillo nunca se ocupó de preparar a nadie para sucederlo. Dejó que las cosas sucedieran de manera espontánea, y aún contra su voluntad, tuvo que ejercer el derecho de elegir al candidato oficial. Ese fue Francisco Labastida, un priista de viejo cuño, ex gobernador de Sinaloa que se había desempeñado como Secretario de Gobernación en su gabinete. Pero sin el apoyo presidencial, la candidatura fue un fracaso.

El triunfo de Vicente Fox tampoco fue espontáneo; se fue trabajando con mucho tiempo, incluso antes de que fuera gobernador de Guanajuato. Ya en el gobierno estatal, lanzó una eficiente y agresiva campaña contra el régimen, lo que le identificó como la posibilidad de una verdadera transición. Y también lo logró, aunque fuera de echar al PRI de Los Pinos por primera vez, la historia le concede muy pocos méritos.

Felipe Calderón también se preparó durante mucho tiempo para ser presidente. Fracasó en su intento por ser gobernador de Michoacán pero se mantuvo como líder político del PAN. Aun contra la voluntad del Presidente Fox, a quien acompañó como miembro de su gabinete, se impuso en la candidatura y logró la presidencia del país.

El caso de Enrique Peña Nieto también muestra un largo proceso de preparación y alianzas para ser presidente. Desde antes de ser gobernador del estado de México estaba claro en el objetivo que devolvería al PRI a Los Pinos.

Pero su error más importante fue precisamente renunciar a su responsabilidad de formar a su sucesor; pese a su capacidad política y administrativa, José Antonio Meade inició la carrera presidencial en la víspera de su destape; fue un caso atípico de improvisación del PRI y del régimen. El mejor candidato que ha tenido el PRI perdió como consecuencia de una candidatura improvisada.

Por su parte, López Obrador, en un ejemplo de perseverancia que llegó a la presidencia hasta su tercer intento. Ha tenido una larga carrera política, la mayor parte desde la oposición. La construcción de su gobierno ha sido tal vez el proceso más largo, por ello es que no puede darse el lujo de improvisar a quien será el Presidente cuando el concluya su mandato.

Luego de tantos años, López Obrador tiene clara su circunstancia… y a su sucesor.

Las del estribo…

  1. Vaya desfiguro para el Fiscal General del Estado, el hecho que el gobernador Yunes Linares se haya enterado de la liberación de los detenidos por el secuestro y asesinato de la sobrina del arzobispo de Xalapa de boca de los reporteros y medios de comunicación, esos los que tanto critica de falsear información. A escasas semanas de concluir el gobierno, los principales colaboradores ya piensan en cómo librarla en el futuro porque el presente ya se acabó. La ausencia de gobierno en muchas áreas es evidente.
  2. Millones de estudiantes inician hoy su ciclo escolar. Es un momento de renovación para ellos, para sus padres pero también para una sociedad que sólo en la educación puede encontrar la forma de resolver a sus problemas. Ojalá y todos los estudiantes que inician hoy este nuevo año escolar puedan concluirlo, porque sólo así podremos recuperar el Veracruz que la política nos ha arrebatado.