En medio de la euforia por el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, hubo un personaje que no fue invitado al festín, y que por el contrario, ha dicho al mundo que en México nada ha cambiado. Se trata del subcomandante Marcos, quien junto con AMLO, son los dos personajes icónicos de la izquierda mexicana –la del guerrillero real y extrema- de las últimas dos décadas.
En un artículo publicado por la BBC de Londres y reproducido este lunes por Animal Político, se señala que a diferencia de otras organizaciones de izquierda, el Ejército Zapatista de Liberación (EZLN) anunció que mantendría su distancia con el próximo mandatario, a quien acusa de haberlo traicionado.
A pocos días del triunfo electoral de López Obrador, el subcomandante Galeano -como ahora se le identifica a Marcos-, se refirió con sarcasmo y dureza a quien será el presidente de México. “No, nosotras, nosotros, zapatistas, NO nos sumamos a la campaña ‘por el bien de todos, primero los huesos”, decía en franca referencia a que sólo se trató de llegar al gobierno para ocupar las posiciones de la alta burocracia.
“Podrán cambiar el capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo. Ergo…”, cita el medio británico. A algunos les pudo causar sorpresa, sin embargo, el desencuentro de ambos personajes data de muchos años, tanto que el EZLN llamó a no votar por López Obrador en su primera incursión como candidato presidencial en 2006.
Los cercanos al presidente electo han intentado con poco éxito establecer contacto con el Comité Clandestino Indígena-Comandancia General (CCICG-EZLN), el grupo que encabeza a los zapatistas. López Obrador sabe que la confrontación con el grupo guerrillero le resta credibilidad y será una piedra en su zapato cada vez que aparezcan para criticar algunas de sus decisiones más importantes.
Según fuentes del equipo de López Obrador citados en el artículo, ahora pretenden retomar los acuerdos de San Andrés Larráinzar como una especie de mensaje para dialogar con el EZLN. Hasta ahora, sin embargo, las señales no han convencido a los zapatistas, que mantienen una larga controversia con AMLO, precisamente por causa de esos acuerdos. Ni siquiera el padre Alejandro Solalinde –quien se declaró mediador- ha sido escuchado.
La historia de la traición y el desencuentro se cuenta así. Después de un recorrido por todo el país en 2001, la dirigencia del EZLN –con Marcos al frente- solicitó en la tribuna de la Cámara de Diputados el cumplimiento de lo acordado en San Andrés. Fue al final de la llamada Marcha de los 1111, el número de zapatistas que salieron de Chiapas, en el sureste del país.
Pero lo que en realidad aprobó el Congreso fue una Ley Indígena muy diferente a lo que se había acordado. Y el EZLN rompió definitivamente el diálogo con el gobierno federal. López Obrador era entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, como se llamaba entonces la capital del país, y uno de los más influyentes líderes en el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Y la organización política, que había apoyado la propuesta zapatista, votó en favor de la contrarreforma, como se llamó a la iniciativa del Ejecutivo; prevaleció el pragmatismo convenenciero de AMLO. El Ejército Zapatista dijo que fue traicionado, y desde ese momento se retiró de la vida pública. Durante varios años el acceso a sus comunidades estuvo cerrado, rememora el artículo de la BBC londinense.
Años más tarde, en su segunda candidatura presidencial de 2012, López Obrador, intentó zanjar diferencias con los zapatistas como parte de su campaña política. “Les extiendo mi mano franca en señal de respeto y reconciliación“, dijo en Chiapas. Pero la respuesta del subcomandante Marcos fue durísima: “Uno de los tres bribones que habrán de disputarse el trono sobre los escombros de México ha venido a nuestras tierras a demandarnos silencio”, escribió en referencia a los tres candidatos presidenciales de entonces.
La desconfianza ha sido particularmente severa con AMLO. Y hoy como presidente electo parece fortalecerse. La aparición de figuras como Manuel Barttlet y Esteban Moctezuma –siendo Secretario de Gobernación con Ernesto Zedillo, se dio a conocer la identidad del Subcomandante Marcos-, han alejado la posibilidad de entablar cualquier diálogo.
Si comparamos el discurso del presidente electo y del subcomandante, en efecto, el hombre del pasamontañas está mucho más cerca de la cuarta transformación de la República a la que tanto se ha referido López Obrador. La diferencia radica en que mientras el presidente electo quiere subsidiar la pobreza con reformas políticas y administrativas, el insurgente ha pregonado siempre por el rompimiento del sistema económico para realizar una verdadera distribución de la riqueza.
El subcomandante ya no tiene la fuerza y el arrastre de hace veinte años. Pero no es casualidad que su opinión se siga escuchando en Europa y en círculos políticos importantes del extranjero. ¿Y si en una de esas tiene razón?
Las del estribo…
- El sábado pasado, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares informó haber asistido a la SHCP dos días antes para analizar las razones del “fuerte” recorte a las participaciones federales que sufrió Veracruz en el mes de julio. Este lunes lo desmintió en seco, culpando a los medios de comunicación de mentir sobre el tema. La razón es muy fácil, alguien le dio mal el dato o hubo una respuesta federal a su acusación; seguir señalando a los medios de las pifias en su comunicación social no es la salida.
- Pues resulta que Hilario Barcelata, director del IPE, salió de la modorra que se carga desde hace 20 meses y criticó la reforma a la ley de pensiones, la misma que aprobaron todos los partidos –incluidos los panistas- en el Congreso. Lástima, pudo haber asistido a las convocatorias que le hicieron los diputados para analizar el tema y defender la postura financiera del gobierno. La soberbia también es una forma de ignorancia