Sus más cercanos comentan que Miguel Ángel Yunes Linares de verdad creyó que podría heredar la gubernatura a su hijo del mismo nombre, y en el 2024 a Fernando, el segundo de sus vástagos y actual alcalde de Veracruz.

La ecuación era muy simple: darle con todo a Javier Duarte, encerrar a miembros de su pandilla, cacarear como propias las obras construidas con recursos federales. Rescatar, remodelar y echar a andar obras abandonadas por el gordo, comprar unos votos por aquí, otros por allá y listo.

¿Qué falló entonces?

La seguridad prometida.

En lo que va del bienio yunista la violencia se disparó a niveles nunca imaginados al grado que los veracruzanos se han acostumbrado a vivir con ella.

Coatzacoalcos se ha convertido en tierra de nadie y Martínez de la Torre va para allá ya que de unos días a la fecha la marca de los delincuentes han sido las ejecuciones.

Nada de esto empata con el discurso optimista de los fines de semana que el gobernador se chuta después de sus reuniones con el Grupo Coordinación Veracruz, encargado de combatir la violencia y devolver a la ciudadanía una seguridad cada vez más utópica.

Durante la campaña, Yunes Linares no vaciló en violar la ley electoral para favorecer a su hijo, y privilegió las buenas noticias como los hospitales inaugurados, las carreteras reconstruidas, las calles pavimentadas y las escuelas rehabilitadas, por encima de los secuestros y las ejecuciones cotidianas.

Tan minimizó el problema de la violencia que pasó por alto las desapariciones.

Pero esta semana Lucía Díaz Genao, integrante del Colectivo Solecito, dio a conocer que hay en Veracruz casi 2 mil nuevos casos de desapariciones y todos han ocurrido durante el gobierno de Yunes Linares.

Una noticia de esa magnitud soltada en Nueva York, Londres, París o Moscú hubiera sido un escándalo que habría puesto en movimiento a las policías de esas ciudades; sería tema de seguridad nacional en los Congresos y Parlamentos e indiscutible nota principal en todos los medios de comunicación; pero no en Veracruz donde apenas ocupó las páginas interiores de algunos diarios.

Estamos hablando de 2 mil desparecidos en los 602 días que lleva este gobierno. Es decir, tres desaparecidos en promedio por día. Y nadie se asombra y nadie levanta por lo menos las cejas y nadie hace nada.

¿De dónde sacó el dato la señora Díaz Genao? De las personas que se han acercado a Solecito a pedir ayuda y que no quieren denunciar porque o las amenazan o no les hacen caso.

La mujer condenó que sigan en aumento las desapariciones y se escondan las cifras reales, además exigió que se destituya al Fiscal Jorge Winckler y se le finquen responsabilidades penales por rechazar y discriminar a los Colectivos y atropellar los derechos humanos de las víctimas.

Dijo que dejarlo en el cargo sería una bofetada a las madres de los desaparecidos que han trabajado solas, sin el apoyo del propio Winckler ni del gobernador.

De no ser por Lucía Díaz Genao, nada de lo anterior se sabría.

Esto fue lo que le falló a Yunes Linares en su plan tan bien diseñado: no cumplir su promesa de devolver la seguridad a los veracruzanos y pretender minimizar las ejecuciones, secuestros y desapariciones.

Pero no tuvo que esperar mucho por la respuesta.

El pasado 1 de julio esos ejecutados, secuestrados y desaparecidos también salieron a votar y le dieron la espalda a su hijo el candidato y a su anhelo de continuar en el poder al menos por otros seis años.

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