¿Será que el presidente Donald Trump tenga la más peregrina idea de dónde se encuentra exactamente el corredor Cancún- Tulum- Bacalar-Calakmul-Palenque o haya escuchado alguna vez el nombre de los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos? No lo sé, pero el hecho de que Andrés Manuel López Obrador le haya hecho saber con detalle algunos de los proyectos que ha ofrecido emprender, lo ha puesto muy contento.
Luego de que el fin de semana, el presidente electo de México diera a conocer el contenido de la carta enviada al tornasolado presidente gringo, ayer lunes el huésped de la Casa Blanca no reparó en halagos a favor de López Obrador, durante un evento denominado “Hecho en América”. “El nuevo presidente (refiriéndose a AMLO) es una persona excelente. Hablamos largo y tendido por teléfono”, manifestó el magnate.
La mención fue una respuesta muy positiva al contenido de la carta, en la que le plantea una nueva relación entre ambos países, basada en el respeto mutuo, alcanzar un entendimiento amistoso y trabajar para concluir la renegociación del TLC. También le propone concretar un plan integral para atender el tema de migración, donde se considere a los centroamericanos, y se comprometió a impulsar el desarrollo en México para evitar que busquen dejar el país por necesidad.
En mil 680 palabras –poco más de cinco cuartillas-, López Obrador no sólo ofrece colaboración con el gobierno americano, sino que incluye una serie de compromisos en materia de comercio, migración y tráfico de drogas. La cortesía diplomática, pero sobre todo la disposición de informar sobre la naturaleza y objetivos del gobierno, ha puesto de muy de buenas a un hombre de negocios acostumbrado a que todos le rindan cuentas.
La carta de AMLO a Donald Trump es mucho más que mero saludo al vecino del norte, la manifestación del deseo de sostener relaciones binacionales cordiales o una agenda de los asuntos a tratar en común.
Es, también, un inusual informe unilateral de las medidas que su gobierno tomará para frenar la migración hacia Estados Unidos. Habrá muchos cambios, señor presidente Trump, escribe el tabasqueño. ¿Desde cuándo hay que enterar al mandatario estadunidense de lo que será nuestra política interna?, cuestiona Luis Hernández Navarro en un artículo de La Jornada.
Sobre la relación de López Obrador y Donald Trump se han dicho muchas cosas. Incluso, el diario norteamericano The New York Times publicó en la víspera de las elecciones que se trata de personajes con muchas coincidencias, lo que podría explicar de origen su empatía, aunque esta no durará para siempre. Las relaciones México y Estados Unidos están determinadas históricamente por un conflicto de intereses y no por la relación personal de sus mandatarios.
En ambos casos, se trata de fenómenos políticos en momentos coyunturales; de opciones anti sistémicas en sociedades agobiadas por la crisis económica y la corrupción. Ambos con un discurso que empata muy bien con el malestar de sociedades diametralmente distintas.
Así, Trump promete construir muros fronterizos, ganar guerras comerciales, mantener a los gringos a salvo del terrorismo y eliminar el Obamacare, todo con solo tronar los dedos (o una orden ejecutiva); sus fervientes seguidores –los muchos que aún le quedan- creen que ocurrirá, ya sea porque tristemente ignoran el sistema de transparencia y rendición de cuentas o porque secretamente se han propuesto eliminarlos.
Del mismo modo, AMLO promete solucionar en solo un sexenio la desigualdad social que data de hace quinientos años. En una conversación con Jon Lee Anderson, de The New Yorker, se compara con Benito Juárez, la versión mexicana de Abraham Lincoln. La idea del avance continuo y gradual no es para él, porque al fin encontró su momento en el actual estado de descontento de México.
“Detestar la política y el arte de lo posible; optar por los pronunciamientos y la seducción de lo profético: es la vía de los demagogos en cualquier parte del mundo”, es la frase con que el diario concluye el parangón entre ambos.
En junio pasado, el periódico estadounidense The Washington Post afirmó que efectivamente, López Obrador tiene mucho parecido con el presidente Donald Trump y sostuvo que un eventual triunfo del tabasqueño significaría más problemas en ambos lados de la frontera. “El que podría ser presidente de México es muy parecido a Trump. Eso no significa que se llevarían bien», señaló el diario estadounidense. El pronóstico se cumplió, habrá que ver si también la profecía.
¿Será que el influyente periódico norteamericano se equivocó de manera rotunda o simplemente estamos ante un par de embusteros? Pronto lo sabremos.
Las del estribo…
- Durante la sesión ordinaria de este martes, el gobernador Miguel Ángel Yunes y su bancada podrían entender por fin los alcances del resultado de la elección; la derrota política confirmaría el principio del fin de esta administración. La compra de votos para salvar el barco está al límite, por lo que algunos diputados deberán elegir entre el dinero y un futuro político cercano a Morena.
- Siguen los rumores sobre la pretensión de basificar a cientos de empleados lo mismo del gobierno estatal que en el Congreso local. Al parecer, el librito de cómo cerrar una administración en crisis que dejó olvidado Javier Duarte en su despacho, ahora lo siguen al pie de la letra.