Cuando el gobernador electo Cuitláhuac García responde que es muy pronto para hablar de quienes formarán parte de su gabinete, la razón es porque en realidad no lo tiene. El argumento no es válido si recordamos que desde antes de su campaña electoral, López Obrador ya había empezado a delinear nombres de quienes serían los elegidos.
Es cierto. Hay dos grandes diferencias: López Obrador llevaba 18 años haciendo campaña política, conoce el país a detalle y ha tenido comunicación con todos los sectores sociales, políticos, económicos y académicos del país, aunque muchos tengan sus reservas. Y la segunda: el país no requiere demoras para empezar a construir el nuevo gobierno.
Sin embargo, Veracruz no es cosa menor. Quienes vayan a ser los integrantes del gabinete –hasta ahora sólo de mencionan a actores políticos que se auto promueven, pero ninguna propuesta seria en realidad-, ya deben estar trabajando no sólo para iniciar el proceso de entrega-recepción sino para adecuar los programas que requieren e iniciar el trabajo formal de gobierno. Por tanto, ya debería existir un equipo de transición.
Cuitláhuac no tiene los arrestos ni el colmillo retorcido de López Obrador, pero tiene una responsabilidad igual de importante. Una ventaja de la inexperiencia del gobernador electo y la ausencia de grupos políticos en su rededor es que llega sin ningún compromiso adquirido –ni con grupos políticos, empresariales o de medios de comunicación-, salvo la absoluta dependencia con quien será el Presidente.
Eso, en el régimen priista, sería el mayor de los méritos. En Veracruz siempre apostamos a un gobernador que tuviera una estrecha relación con el Presidente de la república y que eso se tradujera con beneficios, presupuestos y obras para los veracruzanos. La tuvo Patricio Chirinos, aunque sus prioridades siempre fueron otras; la tuvo Miguel Alemán, aunque más de respeto que de vínculo personal, y se esperaba que la tuvieran Pepe Yunes con Pepe Meade, pero ambos fracasaron.
Ahora tendremos a un gobernador que es muy cercano al Presidente; aunque esperemos que esa cercanía no se convierta en sumisión sino en franca y respetuosa colaboración. Al final del día, Veracruz representa para López Obrador un bastión político muy importante y estará muy atento a atajar el activismo de uno de sus principales adversarios políticos: el actual gobernador.
Pero Cuitláhuac no puede apostar a ello para empezar a ser gobernador; debe actuar de la misma forma que AMLO, quien empezó a ser presidente al día siguiente de la elección. Hasta ahora, nuestro próximo mandatario estatal se ha seguido comportando como un candidato; ni siquiera ha recorrido el estado para agradecer a quienes votaron por él.
No puede pensarse que ya tenga los nombres de quienes formarán parte de su gobierno y que los está reservando para evitar presiones y actuar con un margen suficiente de independencia. Los personajes deben de ser públicos para que empiecen a dialogar con quienes serán sus contrapartes no sólo en el sector público sino también en el sector privado y la población en su conjunto.
La segunda teoría es que, en efecto, esté esperando la instrucción del Presidente electo para integrar a su nuevo gabinete y por eso no tiene prisa en hacerlo. Así operó durante la campaña y le funcionó. En este escenario tampoco se espera que vengan muchos funcionarios foráneos –como lo ha ofrecido el propio Cuitláhuac-, consecuencia de que ahora Morena le sobran espacios en el gobierno federal para colocar a sus incondicionales.
Si AMLO no hubiera ganado la presidencia, seguramente veríamos a cientos de chilangos en los gobiernos estatales donde obtuvieron el triunfo; caso contrario, hoy necesitarán de miles de burócratas con un buen perfil, sin importar su militancia política, para cubrir todos los espacios de la alta burocracia federal y las estatales.
El gabinete de Cuitláhuac sigue siendo un misterio; es un gabinete fantasma y eso no abona a su fortaleza como Gobernador. Al igual que AMLO, Cuitláhuac ya ganó la elección y debe estar pensando en la forma que habrá de gobernar, antes que seguir generando acuerdos políticos que poco abonan a Veracruz.
Quisiéramos ver a un Cuitláhuac reuniéndose con quienes serán su bancada para establecer una agenda legislativa, con académicos para definir el rumbo de la universidad y la reforma educativa, de los sectores empresariales para acordar todo lo pendiente y reactivar al estado. Quisiéramos verlo trabajar.
Pero no, hasta ahora sigue como Gasparín, siendo un fantasma amigable.
Las del estribo…
- Tiempo y circunstancia. Quienes antes se desgarraban las vestiduras exigiendo las renuncias de los ex dirigentes del PRI como consecuencia de los resultados electorales, hoy no encuentran razón alguna para que Américo Zúñiga deje la silla de Ruiz Cortines. Lástima que utilicen a testaferros y encueratrices para decir lo que por sí mismos no tienen el valor. Se les olvidó hacer política.
- Se equivocan quienes aseguran que el Gobernador Miguel Ángel Yunes intenta apoderarse del PAN. El partido es de él desde hace mucho tiempo. Lo que intenta en realidad es mantenerlo ante la fuerza que han tomado las corrientes del panismo histórico que quieren al partido de vuelta; el destierro y el desempleo que espera a muchos panistas ha causado mucho enojo.
- Por lo pronto, a todos los dirigentes estatales de los partidos políticos –a excepción de Manuel Huerta-, se les ve por las calles con la carabina al hombre… por aquello de andarse espantando la zopilotera que traen encima.