«Si tuviera que definir mi estilo, diría que es jazz contemporáneo-cantautor latinoamericano-avangard (…), esas tres cosas son las raíces de lo que estoy componiendo», me dijo Fuensanta Méndez Lecomte, jovencísima cantante, contrabajista y compositora xalapeña que ha cruzado los mares para formarse musicalmente. Paso la infancia atrapando atmósferas en el bosque de niebla, las colectó en frasquitos y viajó miles de kilómetros para liberarlas en la nieve y alumbrar con ellas las noches propias y las ajenas.
Incursionó en la danza, en el teatro y en la pintura pero una vez cantó frente al espejo y cuando vio el reflejo de su voz aleteando como mariposa, supo que ése era su camino. Así me lo narró.
La atrapa-atmósferas
Nací y crecí en Rancho Viejo. Mi papá es productor de radio y mi mamá es bailarina de ballet, toda mi infancia estuve rodeada de gente que estaba conectada con el arte de alguna forma y tenía muchos vecinos que hacían cosas así.
Haber crecido en el monte fue súper importante para mí, tuve tantos juegos de imaginación que son la comida de la música que hago, me ponía a perseguir hadas con mi vecina, me quedaba viendo los helechos por horas, imaginándome no sé qué, sintiéndolos.
Desde niña quería atrapar una atmósfera, era: voy a contemplar este pedazo del bosque de niebla escuchando esta música mientras pienso en esto, esos eran momentos perfectos. En general, siento que toda mi vida ha sido un poquito así, de intentar atrapar o crear una atmósfera, y a la hora de componer música, hacerla sin traicionar la atmósfera.
Catarina cantarina
Tuve mis primeras clases de música cuando tenía como cuatro años, tomé clases de flauta dulce con Natalia Valderrama, ella me enseñó a leer música y tocábamos piezas sencillas. No duró tanto tiempo, solo fue un par de años, después hice muchas cosas: un poco de teatro, tomé algunas clases de pintura, aunque eso nunca fue por mucho tiempo. Sobre todo, hice mucha danza, mi mamá tenía una escuela donde daba clases de ballet y muchas otras disciplinas y estuve muy muy seria con la danza hasta que tenía como 12 años, pensaba que eso era lo que iba a hacer, y sigo amándolo muchísimo. Hice muchos tipos de danza, sobre todo me gustaban el hip-hop y la danza aérea, además del ballet, que era lo principal de lo que hacía.
Siempre estaba canturreando, cuando tenía como 12 años, en la escuela tenía una amiga con la que nos aprendíamos las canciones de Christina Aguilera y me empecé a dar cuenta de que yo me las aprendía más rápido o que me las aprendía de «pe» a «pa» y empezaba a hacerse obvio que yo las tomaba más en serio que mis amigas.
En la graduación de la primaria hubo nominaciones: a la niña más bonita del salón, a los ojos más lindos, al más relajiento, etc. Hubo una a la más cantarina y me la dieron a mí, y dije ah caray, sí es cierto, estoy cantando todo el tiempo. Entre que me di cuenta de que yo me tomaba más en serio lo de aprenderme las canciones y que me dieron esa nominación, empecé a pensar que quizá eso era algo que yo quería hacer.
En-canto
Entré a la secundaria y tenía una amiga que iba a clases de canto con Lizarely Servín, iba en grupo con su hermana y otra amiga y yo les decía que a mí me gustaba cantar, que yo quería ir. Un día me invitó a ir con ellas, fui en plan de invitada y canté I Want to Hold Your Hand, de Los Beatles, y cantamos unas cosas de ensamble que me aprendí ahí, rápido. Yo tenía 13 años y me acuerdo que cuando terminó la clase me subí al coche y dije voy a ser cantante por el resto de mi vida, está decidido. No me acuerdo ni por qué, pero no había duda, fue de un día para otro, se lo comuniqué a mis padres (risas) que afortunadamente me apoyan muchísimo en todo lo que hago.
Estuve yendo a clases de canto, estuve en el grupo hasta que se empezaron a ir las otras y nada más me quedé yo con Lizarely. Fue muy bonito, tocábamos tambores y nos aprendíamos muchas canciones de folclor latinoamericano y algunas de una cantautora escocesa que me gustaba y otras cosas de pop. Ella tocaba la guitarra y hacíamos dos voces tocando los tambores, fue muy formativo porque era muy orgánico, salía muy natural, era agarrar la música por la música y, claro, veíamos algunas cosas de técnica vocal.
JazzUV
Tenía claro que no quería ser cantante de ópera, abrió JazzUV y esa fue la alternativa porque si iba al conservatorio, tenía que estudiar música clásica y no me veía, para nada, haciendo eso. En mi casa había muchos discos, mis papás escuchan más música clásica pero había otras cosas también, escuchan cumbia y cosas de todos lados, tuve mucha suerte de que pusieran muchos discos. Yo escuchaba jazz pero ni siquiera sabía que era jazz, en mi iPhone Nano tenía una canción de Chet Baker, My Funny Valentine, porque mi papá me había dicho, o no sé por qué, y me gustaba escucharla antes de dormir, tenía dos discos de Billie Holiday que escuchaba bastante, no estaba segura de si me gustaban o no, pero los escuchaba bastante y ya eran una parte importante.
Yo ni sabía que eso se llamaba jazz, o si sabía no me acuerdo, entré a la escuela, más que nada, por aprender música sin hacer música clásica. Creo que eso no es muy común porque la mayoría de la gente se enamora del jazz estudiando otra cosa, pero yo no sabía muy bien si era eso lo que quería.
Cuando entré, tenía clases de solfeo y de entrenamiento auditivo, en la primera clase me explicaron las formas de las canciones, cómo se compone a una triada, cómo se escucha y yo sentía como si tuviera una gran miopía y nunca hubiera visto nunca el mundo con lentes, se me hacía una locura, me acuerdo que pusieron una grabación de Ella Fitzgerald y teníamos que reconocer la forma de la canción, y yo dije este niño canta muy bien (risas), no tenía ni idea
Poco a poco me fui enamorando gruesísimo de la música de jazz, al principio escuchaba, sobre todo, cantantes, me acuerdo que cuando tenía 13 o 14 años me tumbaba en mi cama a escuchar los discos y sentir la atmósfera de esa música. Cuando me enamoré por primera vez, me la pasaba escuchando los discos de Chet Baker.
En JazzUV estudié piano por unos años y me sirvió mucho para entender la armonía de una forma aplicada. Mi primera maestra de canto fue Noila [Carrazana] y luego estudié con Paty Ivison. Tuve la suerte de que muy pronto tuve la oportunidad de presentarme en público con mis maestros, canté con Tavo [Gustavo Bureau], Aleph [Castañeda], Édgar [Dorantes], Emiliano [Coronel], Rudyck [Vidal]. Hice muchísimos conciertos con toda la banda de aquí, en ese período conocí a casi todos los músicos de jazz que había en Xalapa.
Lo de jazz es lo de menos
Seguí escuchando otras cosas como el folclor latinoamericano, que me encantaba, y también me encantaba escuchar música clásica, por ejemplo, una de las piezas más importantes para mí es el Tercer Movimiento de la Tercera Sinfonía de Brahms, no es muy original pero cuando tenía como 15 años, no sé qué cosa me saltó cuando la escuché, nunca había sentido algo así, la escuchaba y el corazón se me aceleraba y decía ¿qué es esto? La escuchaba 10 veces al día, me gustaba ponerla y pensar cómo se ven las hayas alrededor del Pixquiac y toda esa atmósfera y que si me había enamorado de no sé quién, al final tenía que ver con todo lo que te comenté de las atmósferas. Todavía sigue significando muchísimo para mí, cada vez que la escucho, la vida tiene ese sabor. También escuchaba bastante Mozart y escuchaba todo el tiempo Silentium, de Tabula Rasa de Arvo Pärt, aunque es un poquito más abstracto. Después empecé a escuchar mucha música más y a enamorarme del jazz instrumental y de otras cosas, por ejemplo, [Erik] Satie, siempre me ha gustado mucho, desde que tenía como 10 años.
Jazztás
Paquito Cruz es uno de los músicos más importantes para mí, fue el primero con el que canté y me empujaba muchísimo, los dos estábamos muy chavitos, a él le gustaba mucho acompañar cantantes y a mí me gustaba mucho aprenderme temas, entonces él me mandaba las canciones y yo me las aprendía, trabajé muchísimo con él, desde el principio hasta que me fui.
Él hizo un proyecto que se llamaba Jazztás Cuarteto donde tomaba música mexicana y le daba ocho vueltas, la torcía y la retorcía, le hacía nudos y hacía unos arreglos que teníamos que ensayar un montón (risas), éramos Chucho Rodríguez, Aleph Castañeda, Paquito y yo, ese proyecto me enseñó mucho, creo que fue la primera banda estable que tuve.
Aconte-cimientos
(…) el contrabajo es, con
mucho, el instrumento más
importante de la orquesta (…)
El bajo viene a ser (…)
los cimientos sobre los
que se levanta todo este
magnífico edificio.
(El contrabajo.
Patrick Süskind)
Siempre me gustaba ver el contrabajo, mucho porque varios de los músicos que yo admiraba eran contrabajistas y me parecía tan divertido, siempre que los veía me parecía que eran los que mejor se la pasaban porque, para empezar, podían interactuar con el solista todo el tiempo, tenían poder armónico y melódico pero estaban en el groove, me fascinaba muchísimo, siempre que cantaba o iba a escuchar un concierto, estaba escuchando el contrabajo.
Cuando tenía como 17 años, estaba trabajando muchísimo con Jazztás Cuarteto y estaban pasando muchas cosas y me salieron nódulos en las cuerdas vocales, estaba tomando clases de canto con la maestra Zintzuni Cardel, ella también hace terapia, fui a verla y me dijo que no podía cantar por cinco meses. Para no enloquecer llamé a Jorge Vázquez y le pregunté dónde podía rentar un contrabajo para aprender, no me acuerdo por qué, pero me pareció que era lo que había que hacer (risas). Él me dijo yo tengo uno de Pablo Emiliano, está arrumbado, te lo voy a arreglar. Y así, de puro corazón, lo arregló, me lo prestó y cada vez que teníamos ensayo, Aleph me daba algunos trucos. Empecé a estudiar contrabajo y fue muy chistoso porque llevaba como mes y medio y ya estaba tocando conciertos (risas).
Estaba en el grupo de Ejazz, era un grupo de puras mujeres y como no podía cantar y la contrabajista se había ido a vivir a México, empecé a tocar el contrabajo. Después empecé a estudiar en JazzUV y tenía clases con Aleph y con Óscar Terán, eso me ayudó mucho.
Después hice, por primera, vez una banda para tocar mi música, yo tocaba el contrabajo y cantaba, hubo varios guitarristas pero el último fue Roberto Picasso, en el piano estaba Paquito y en la batería, Chucho.
Hice un año de la Licenciatura en canto y también tenía clases por fuera, esporádicas, de contrabajo para aprender a tocar arco. También tomé clases de canto con Armando Mora por unos meses o quizá un año. Ese verano, Édgar compuso música para la Sinfónica y un grupo de jazz, estuvimos Emiliano y Vladimir [Coronel], Rafa Alcalá, Tim Mayer, yo en la voz y Édgar dirigiendo la orquesta.
(CONTINÚA)
SEGUNDA PARTE: La voz ultramarina
TERCERA PARTE: El llamado de la sangre
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