Más patética que el 3-0 que Suecia le empujó a México, fue la reacción de los mexicanos que estaban en el estadio Ekaterimburgo y berrearon de emoción al enterarse que Corea le había ganado 2-0 a Alemania y esto clasificaba en automático a los chicos del Tri.

Desde el minuto 73 en que cayó el tercer gol de Suecia, los aficionados mexicanos se desentendieron del partido y se conectaron a sus celulares para ver y sufrir el Corea-Alemania que se jugaba de forma simultanea y cuyo marcador iba 0-0.

Hasta Christian Martinoli que narraba la derrota de los tricolores, comenzó transmitir el garrudo empate que los coreanos estaban logrando ante los campeones del mundo.

En el minuto 80 Vela mandó por un costado la última oportunidad de lograr el gol del honor al cabecear mal un balón enviado por el Chicharito. Pero ya en tiempo de reposición al minuto 90+1 los mexicanos por poco echan para abajo las gradas al festejar el gol de Kim con el que los asiáticos estaban haciendo la hombrada de superar  a Alemania.

Cinco minutos después el portero alemán Neuer se desesperó, por querer jugar de delantero dejó su puerta desguarnecida, vino un contragolpe y ¡pácatelas! Histórico 2-0 de unos coreanos que se cubrieron de gloria al mandar a su casa a los teutones.

Y de paso, también se cubrieron de gloria nacional al ayudar a los mexicanos que recibieron su peor goliza en 40 años. Y es que desde Argentina 78 que Alemania los goleó 6-0, no les habían pegado tan feo en un Mundial.

Pero una vez que los tricolores pasaron de lástima a la siguiente ronda y no gracias a ellos sino al esfuerzo de otros (Coreano, hermano, ya eres mexicano), viene la frialdad del análisis.

México jugó basura y si así van a jugar contra Brasil ya estuvo que el quinto partido seguirá siendo una utopía.

¿Qué falló? Todo.

Les faltó el chip del triunfo que se pusieron contra Alemania y el empuje que mostraron ante Corea; aunque contra éstos ya no jugaron tan bien.

Los muchachos de Osorio saltaron sobraditos a la cancha y creyeron que ganarían con la pura camiseta ante unos suecos que se plantaron muy bien en el primer tiempo, y pusieron en aprietos la cabaña de Memo Ochoa que con su actuación fue factor para evitar una derrota más aplastante.

Lozano y Herrera fueron anulados, Layun y el Chicharito anduvieron perdidos y Vela tuvo dos y las desaprovechó. Y así no se puede ganar.

Pero todo eso le valió sorbete a la raza de bronce que ya se acostumbró a las derrotas, a los sustos y sofocones, a la impotencia de quedarse en la orilla y sigue apoyando a su Selección contra viento y marea.

Ahora viene Brasil, el lunes después de las elecciones, cuando las broncas post electorales estén encendiendo la pasión de unos y la frustración de otros.

Y es que ya dijeron por ahí que si los de un color pierden se soltará el tigre y se nos aparecerá el diablo.

Dentro de cuatro días la Selección Mexicana no sólo jugará contra Brasil sino contra el estado de ánimo e incertidumbre de millones de mexicanos que, hastiados de las campañas electorales, se despertarán para ver otro país. Porque gane quien gane la presidencia, este lunes México no será el mismo que fue antes del 1 de julio.

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