El estrés y la ansiedad se encuentran –junto con la obesidad y la depresión– entre las nuevas pandemias del siglo XXI. Y lo peor de todo es que muchas veces son problemas que ni siquiera han sido diagnosticados –ni por tanto tratados–. Un médico especialista es quien mejor nos puede ayudar a combatir este tipo de trastornos, especialmente si son graves. En aquellos casos en los que la ansiedad y el estrés entran en la categoría de leves o moderados, también disponemos en nuestras manos de herramientas para hacerles frente.
El yoga –que tiene incluso un Día Internacional proclamado por la Asamblea General de la ONU (se celebra cada 21 de junio)– y la meditación pueden ayudarnos a calmar la ansiedad en general, lo que repercute positivamente en nuestra salud física y mental. Ya existen estudios centrados en el yoga que sugieren que, como otro tipo de ejercicios aeróbicos, logra reducir esos niveles de estrés. La propia ONU explicó que es “una práctica saludable que puede contribuir de manera holística a lograr un equilibrio entre la mente y el cuerpo”.
Por su parte, también hay muchos estudios sobre los beneficios de la meditación –muy relacionada con el yoga– que señalan que practicarla durante varias semanas logra reducir la ansiedad. Sin embargo, son muchas menos las investigaciones sobre los posibles beneficios que puede reportar una sola sesión. Y eso es lo que ha intentado medir un equipo de investigadores de la Universidad Tecnológica de Míchigan (MTU por sus siglas en inglés), que buscaban mejorar las terapias que se llevan a cabo para hacer frente a la ansiedad.
Las conclusiones, aunque suene un poco a anuncio malo de televisión, es que en solo una hora la meditación consciente –o mindfulness– puede llegar a reducir tus niveles de ansiedad y a mejorar factores de riesgo que afectan directamente a la salud de tu corazón. Efectivamente, según explican estos investigadores, los datos preliminares del estudio, en el que participaron catorce personas, apuntan a que una sola sesión de meditación puede beneficiar a nivel cardiovascular y psicológico a personas adultas que sufren una ansiedad entre leve y moderada.
Directo al corazón
Para medir la ansiedad de los sujetos, usaron una herramienta denominada Inventario de Ansiedad de Beck (BAI por las siglas en inglés) –un cuestionario que consta de veintiuna preguntas y que tiene por objetivo evaluar la gravedad de la ansiedad– y les realizaron además una serie de pruebas cardiovasculares para medir las variaciones en la frecuencia cardiaca, la presión sanguínea en reposo y para llevar a cabo el análisis de la onda de pulso –que proporciona información sobre la rigidez y distensibilidad de la arteria–.
A continuación, los participantes se sometieron a la sesión de mindfulness, que incluyó veinte minutos de meditación introductoria, treinta de exploración corporal y diez de meditación autoguiada. Se repitieron las mediciones cardiovasculares inmediatamente después y también una hora más tarde; y se les realizó una nueva prueba de ansiedad transcurrida una semana.
Esa hora tuvo un efecto muy saludable en estas personas, que mostraron una menor frecuencia cardiaca en reposo, así como una mejora en la presión arterial; en definitiva, habían reducido su ansiedad y mejorado algunos de los marcadores de riesgo cardiovascular. Incluso siete días después del ejercicio, el grupo aseguró que los niveles de ansiedad eran más bajos que los previos a la sesión de meditación, y uno de los participantes llegó a comentar que, en los diez últimos años, nunca se había sentido tan poco estresado.