Y el sueño de Arely León se hizo posible y entre el 24 de mayo y el 3 de junio pasados, un grupo de narradores peregrinos recorrieron Veracruz de poniente a oriente, de la montaña a la costa, llevando sus historias y pepenado otras que se les cruzaron en las veredas húmedas, en los bosques fríos, en las selvas cálidas, en el río de las mariposas. Y la magia se hizo de ida y vuelta y la seducción fue mutua y fue muy grande.
Esta es la voz de uno de ellos, Víctor Chi.
Porque te amo, te cuento
Mi nombre es Víctor Chi, soy originario de Yucatán, del sureste mexicano, pero radico desde hace ya 16 años en Colima. Yo cuento porque mi abuelo me enseñó que a través de la historia, a través de la leyenda podemos preservar nuestra historia, descubrir quiénes somos y fortalecer nuestra raíz; me enseñó que a través de los relatos antiguos, los relatos de la vida cotidiana, develamos los misterios del mundo y, sobre todo, que a través de eso comprendemos al otro, podemos entender cómo piensa y tolerar las diferencias con el otro. Eso me enseñó mi abuelo Martín Chi, me contaba una y otra vez la historia del conejo de la luna narrada en diferentes contextos y yo fui aprendiendo el arte de contar.
Mi abuelo era duro y no sabía de caricias pero cuando te contaba una historia, era la manera más generosa y más cariñosa de decirte que le importabas, porque contar un cuento, contar una historia, una leyenda es precisamente eso, ser solidario, ser generoso, es mirar al otro, es decirle porque me importas, te cuento; porque te amo, te cuento; porque realmente eres importante para mí, te abrazo con mi palabra.
Fue así como empecé a contar, yo no tuve estudios ni de teatro ni actorales ni tomé uno de esos cursos a los que ahora todo mundo va y en tres o cuatro días ya creen que pueden contar cuentos. Yo aprendí a contar cuentos contando, como se aprende a caminar caminando, del mismo modo, ensayo y error.
Cuando tenía 14 años entré al Conafe y no sabía cómo enseñar a leer a los niños, no sabía cómo enseñarles la aritmética básica, pero sí sabía contarles las historias que mi abuelo me había contado, sí sabía contarles las historias que en mi pueblo se contaban, sí sabía acariciarles y divertirles el alma con todas aquellas leyendas y cuentos que alguien me había contado alguna vez. Actualmente llevo más de 20 años narrando en espacios no convencionales, no me interesa narrar en teatros, solo lo hago obligadamente, yo narro en las colonias, en los barrios, en comunidades, en proyectos tanto del Instituto de Cultura como también en procesos de lucha y resistencia, con las guardias comunitarias de Guerrero y diferentes lugares, en los barrios en situación de riesgo, allí es donde cuento porque, sin duda, una historia, un cuento no sé si cure pero sí sé que da otra perspectiva de esperanza de vida, hace resistir, hace enfrentar al olvido, hace que no olvidemos todas estas tragedias, nos hace repensarnos a nosotros mismos y nos hace darnos cuenta de que puede haber otra realidad mejor que esta que se desangra y cae se pedazos.
Actualmente trabajo para los barrios más violentos de Colima en un proyecto que se llama Mi barrio es cultura y soy corresponsable de la Coordinación Estatal de Fomento a la Lectura de la Secretaría de Cultura del Estado de Colima, soy quien diseña, quien planea y quien lleva a cabo programas de fomento a la lectura, los cuales están basados, precisamente, en la narración oral, están basados, precisamente, en la palabra porque, sin duda, la palabra oral fue antes que la palabra escrita y cuando a alguien le compartes con pasión lo que lees, lo que te hace sentir un cuento clásico o una leyenda, sin duda estás fomentando la cultura, sin duda estás dando principios, los estás incitando a que vayan y confronten el libro, que consulten al abuelo y, sobre todo, que vean la narración, el cuento, la leyenda como herramientas de vida, como una herramienta real que puede solidificar nuestras raíces.
Los seres humanos somos como árboles, si no conocemos nuestra raíz, si no sabemos de dónde venimos y a dónde vamos, tarde o temprano nos vamos a caer. Hoy, más que nunca tenemos que fortalecer esa raíz a través de la palabra hablada sobre todo, porque el diálogo genera un restablecimiento del tejido social, la convivencia, la alegría y en estos momentos es lo que en el país se necesita: la solidaridad, la convivencia para fortalecer la paz. Mi hijo ya es cuentacuentos también y cuando narra conmigo, él también está preservando su historia, su raíz, su cultura, es la mejor herencia que puedo dejarle.
Por eso narro, porque cuando veo los ojos de los niños de mi barrio, de las comunidades, de las escuelas, volar como mariposas, como pajaritos, siento que a pesar de tantas tribulaciones diarias de esta cotidianidad trágica, la esperanza vuela. Trato de imaginar que mis palabras son como mariposas que pintan este mundo de un color un poquito mejor.
Por eso contamos, por eso nos resistimos a callarnos, por eso, y más que nunca, está prohibido callar, está prohibido no contar, está prohibido no compartir todo aquello que somos, a través de las leyendas.
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