Xalapa es una ciudad llena de privilegios, uno de ellos es que cuenta con un taller de reparación y adaptación de instrumentos de aliento, muy pocas ciudades del país tienen un taller de esta naturaleza, pero el privilegio es mayor, los reparadores de estos instrumentos se especializan, obviamente, en alientos metal o alientos madera, en este establecimiento se cubren ambas especialidades. A esto hay que sumar otra característica excepcional, esta especialidad es acaparada de manera abrumadoramente mayoritaria por hombres, aquí hay una de las pocas mujeres dedicadas a este oficio, Raquel Berruezo, pero hay más, los reparadores de instrumentos, no necesariamente son músicos, Raquel lo es.
El año 2009, tras especializarse en Inglaterra, en Murcia, España fundó Toco madera, taller de reparación, mantenimiento y adaptación de instrumentos de viento madera y metal. En 2014 volvió a Xalapa y estableció el taller aquí. El camino ha sido largo y tortuoso, lleno de retos que Raquel ha sabido enfrentar y vencer. Ella misma nos lo narra.

Matria

Mi nombre es Raquel Pérez de Salazar Berruezo. Ninguno de mis papás se dedica profesionalmente a la música pero siempre les ha gustado mucho, a mi papá le gustaba mucho a tocar la guitarra, mi mamá canta súper bonito y es melómana. Mi mamá es española y le tocó toda la posguerra, su familia era conservadora, mi abuelo fue a la guerra civil y para él, todo lo que tuviera que ver con el arte era perder el tiempo. Mi mamá era la más pequeña y le encantaba el arte: la pintura, cantar, tocaba la guitarra desde muy chiquita pero, claro, nunca la dejaron, mi abuelo siempre le decía en mi casa nunca va a haber nadie que pierda el tiempo de esa manera. Cuando tenía 17 años, empezó a trabajar en un lugar en el que había 20 de las primeras máquinas tipo computadora trabajando y quedaba embotada y cuando salía de ahí, lo que le gustaba era cantar para sacar todo eso.
A los 21 años llegó a México, conoció a mi papá y se fueron a vivir a Guadalajara, ahí nacimos mi hermana mayor y yo, pero es una ciudad muy grande y decidieron que nosotras creciéramos en un lugar más cultural y más pequeño, que no tuviera tanto ruido y acelere, y pensaron en algunas ciudades como Morelia, Veracruz y creo que Guanajuato. Por alguna razón llegaron a Veracruz, les gustó mucho, conocieron Xalapa, luego Coatepec y se enamoraron de ese lugar, entonces decidieron que nos fuéramos a vivir allá. Ahí nació mi hermana más pequeña.

Ideales entre los cafetales

Cuando llegamos a Coatepec, la Casa de la Cultura estaba en su mayor auge, nosotras íbamos a clases de pintura, de danza, de música y mi mamá se metió a un coro que había ahí, yo tendría unos seis o siete años, la escuchaba, veía las partituras y decía mamá, yo quiero aprender a leer eso. Uno de los integrantes del coro era maestro del CIMI [Centro de Iniciación Musical Infantil UV] -hasta la fecha sigue dando clases ahí-, el maestro José Luis Lima Landa, él me dijo yo te voy a preparar para que entres al CIMI. Me empezó a enseñar la flauta dulce y me encantó. Entré al CIMI cuando tenía siete años y ahí empezó mi desarrollo musical. Siempre me gustó mucho, era algo especial, en vez de irme a jugar con mis amiguitas, en vez de ir a las fiestas, me encantaba todo lo que tuviera que ver con cantar, porque el primer año no llevas instrumento.

Dándole cuerda al mundo

Terminó mi primer año y era el tiempo de decidir el instrumento, yo quería piano pero mis papás no tenían para comprar uno. En el CIMI no puedes tener un tecladito, si no tienes piano, olvídate, entonces fue un poco difícil para ellos decir ¿sabes qué, Raquel?, no podemos, piensa en otro instrumento. Un día íbamos por el Parque Juárez a tomar el camión para ir al CIMI y vi a un señor que siempre estaba con su violín, con una niña chiquita, y dije ay, qué bonito, y le dije a mi mamá quiero tocar el violín. Mi mamá lo comentó con la familia y en mi cumpleaños, mi tío me regaló un violín.

Viento en popa

Empecé con el violín y fue un poco desastroso porque realmente no me gustaba tanto (risas), estuve con el violín tres años en el CIMI, pero ya desde niño uno sabe lo que quiere, realmente lo trae uno. El maestro Lima consiguió todo el set de flautas barrocas e hizo un grupo hermoso de música barroca, ahí toqué muchísimo tiempo y decía creo que lo mío es más lo de los vientos. Me gustaba el saxofón pero en el CIMI no hay clases de saxofón, entonces el maestro me dijo puedes empezar con el clarinete y luego ya es más fácil que te pases al saxofón, de hecho les cuesta menos trabajo a los clarinetistas tocar el saxofón que viceversa, por la embocadura y por la digitación. El último año del CIMI empecé con el clarinete, ya tenía 11 años y entré a la orquesta y luego luego sentí que era lo mío.

Facultad de Música

A los 12 años entré a la Facultad de Música y a la secundaria. En la Facultad me tocó la escuela polaca con todos los maestros que nos decían tú no sirves para la música, vete a vender chicles a Chedraui. Realmente seguíamos solo los que teníamos el carácter y nos gustaba mucho, pero me tocó ver muchos que se salieron porque sí era una escuela muy dura. Eran excelentes maestros, eso sí, la formación que tuvimos es impresionante, yo veo a muchos de mis compañeros que ahora son maestros de la Facultad y es impresionante el nivel que tienen. Y no era solamente el nivel académico sino que nos forjaron el carácter, además estábamos bien chamacos, entramos tres o cuatro compañeritas del CIMI bien chiquitas, imagínate, teníamos 12 años y estábamos con chavos de 18 a 20 años, estábamos en la secundaria y nos trataban como adultas.

A mano limpia

Desde muy chiquita me gustan las cosas manuales: dibujar, hacer pulseras; mi máximo era desarmar los relojes, me encantaba todo lo que era quitar tornillitos y volver a ponerlos, algunos los desarmaba y luego ya no sabía cómo volver a armarlos, pero siempre tuve ese gusto por lo manual.
Cuando estaba en la Facultad, había un señor que reparaba instrumentos de viento, pero cuando yo estaba como a la mitad de la carrera falleció y ya no hubo quién reparara aquí en Xalapa, la única opción era irse a la Ciudad de México con el maestro Jaime León, que era la eminencia de la reparación, pero llevabas el instrumento y tardaba tres o cuatro meses, si bien te iba, además, es como una maldición que siempre que vas a tener un concierto, un recital o un ensayo importante, algo le pasa al instrumento, no sé si es por la energía que tienes porque estás nervioso, pero siempre pasa, ahora que reparo me dicen repáramelo rápido, por favor, es que voy a tener concierto mañana.

Reparos de los reparadores

El maestro Sergio Martínez, el Picos, hizo la primera big band de jazz y entré, estaba fascinada porque antes no había JazzUV, solo había música clásica. Un día le pasó algo a mi clarinete y dije pues lo voy a desarmar, qué tan difícil puede ser. Lo desarmé y, obviamente, cuando lo tenía que armar me sobraron tornillos, tocaba y no sonaba nada, ese día teníamos ensayo con la big band y un maestro de ahí, el maestro Daniel Morín, me dijo es que no le pusiste las agujas, tienes que ponérselas. Ahí se me despertaron las ganas de aprender pero estaba cien por ciento dedicada a la música.
Me faltaban como dos años para terminar la carrera y dije voy a investigar lo de la reparación, lo puedo hacer como algo alterno. Hablé con el maestro reparador de México:
-Oiga, maestro, mi nombre es Raquel y la verdad es que me gustaría mucho aprender a reparar
-Bueno, pero te cobro 5000 pesos la clase
Además tenía que ir a la Ciudad de México pero dije sí, no pasa nada, yo veo cómo le hago para ir aunque sea una vez al mes. Cuando ya casi era el día para ir, me llamó:
-¿Sabes qué?, no te puedo dar clases
-Pero ¿por qué?
-Porque ya le he dado a varios y no se lo toman en serio
Después entendí es el celo de los reparadores de decir va a aprender y me va a quitar la chamba. Ahora ya hay más reparadores, algunos se han formado más profesionalmente, otros no, todo es muy empírico, pero sigue habiendo muchos celos aquí en México.
Lloré y le dije a mi mamá:
-¿Por qué no me quiere enseñar?
-Mira, Raquel, ya habrá quién te quiera enseñar o ya habrá cómo puedas aprender, no te preocupes, no es el único
Luego busqué otro maestro que daba clases en la Escuela Nacional de Música me dijo no, yo no tengo tiempo, no puedo enseñarte.

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: La rosa de los vientos
TERCERA PARTE: Toco madera

 

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